Por difícil que sea reconocerlo, y no obstante un gran esfuerzo operacional, nuestras FF. AA. hoy escasamente logran reaccionar para recuperar el llamado orden público. Lo hacen en medio de muchas limitaciones materiales, incertidumbres operativas y, al decir de algunos, una moral a la baja. El sentimiento que prevalece es el de que frente a los enormes desafíos actuales de la seguridad nacional, no contamos hoy con unas FF. MM. y de Policía en su mejor momento, sino disminuidas.
Esta dura realidad tiene al menos dos grandes impactos: no se logra avanzar en la garantía constitucional de preservar la vida, libertad e integridad de los colombianos y debilita la estrategia de paz gubernamental, en tanto está extraviada una condición crucial, de tipo estratégico (más allá de los desafíos del día a día), que es la iniciativa militar.
Tomar, retener y consolidar la iniciativa militar es un asunto decisivo en la manera como se desarrolla un conflicto armado, del tipo que sea (incluidos conflictos internos), porque es la condición en la cual se coloca en una situación de clara desventaja al adversario, bien sea para producir su derrota estratégica o para forzar o animar negociaciones políticas, procesos de sometimiento a la justicia o similares.
No es quizás el mejor ejemplo, pero es como lo que sucede en una cancha de fútbol. En su desarrollo cada equipo concibe y ejecuta jugadas que en sentido general tienden a dar ventaja en el resultado final a quien está en una actitud de permanente ofensiva, colocando al adversario en una posición defensiva, en la que escasamente logra reaccionar, negándole al mismo tiempo sus posibilidades de pasar al ataque.
No es menor el desafío de tener la iniciativa militar en un contexto tan complejo
La mirada frente a la actual situación del conflicto y las múltiples violencias que nos sacuden diariamente transmiten la sensación de que el Estado escasamente logra reaccionar y se encuentra con enormes limitaciones para realmente pasar a una ofensiva y lograr sostenerla.
No hay que llamarse a engaños. Solo cuando el Estado logró tomar la iniciativa estratégica se hicieron posibles las condiciones para una negociación con las Farc. Así fue en la guerra interna de El Salvador entre el Estado y la guerrilla del FMLN y lo ha sido en tantos casos más en los que afortunadamente se puso fin a la violencia por vía de negociaciones de paz, y en otros menos, por la derrota militar (estratégica) del “enemigo”, como lo fue en el Perú con el grupo Sendero Luminoso.
Por supuesto, existe para las Fuerzas Armadas un mandato superior de rango constitucional y naturaleza permanente relacionado con la protección de vida, honra y bienes de los colombianos (en todo tiempo y lugar), pero esta iniciativa militar está vinculada estrechamente también a objetivos políticos. En nuestra situación actual, estos guardan relación con la llamada ‘paz total’, esto es, el intento de poner fin a la acción violenta de los grupos ilegales bien sea por la vía de negociaciones políticas o formas jurídicas de sometimiento a la justicia.
No es menor el desafío de tener la iniciativa militar en un contexto tan complejo, mediando una gran diversidad de actores armados ilegales, acuerdos de cese del fuego con algunos de ellos que son bilaterales (no multilaterales) y no incluyen el cese de las hostilidades.
Se requiere una lectura/respuesta compleja para las nuevas dinámicas armadas ilegales, el aumento de capacidades humanas, operativas y materiales (incluida la superioridad aérea) y, sobre todo, una renovada disposición anímica (moral) que debe provenir legítimamente y ser impulsada por el comandante en jefe de las FF. AA., el Presidente de la República, y tener el más amplio respaldo de la nación.
Diego Arias
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