No sé si a otros les ocurre lo mismo, pero a mí me provoca desazón escribir sobre cuestiones teóricas en un mundo tan polarizado, caótico y lleno de odios. Recientemente redacté un artículo sobre los derechos de autor de The New York Times, pero ese mismo día Quito se incendiaba y en Colombia se registraban varias masacres. En esos momentos me siento superficial, trivial y fuera de lugar.
A la vez, me pregunto si debo centrarme exclusivamente en temas jurídicos, políticos y económicos, pues son los que parecen más relevantes. Espero que la respuesta sea negativa, ya que, distinto a muchos, sufro del síndrome del impostor. Este síndrome, a diferencia del efecto Dunning-Kruger, que afecta a quienes sobreestiman sus habilidades, se manifiesta en aquellos que subestiman las suyas.
Al fin y al cabo, en un mundo saturado de información, siento que es complicado ser acertada y abarcar todas las aristas y matices de cada situación. Al no encontrar respuestas claras, busco refugio en la imaginación y empiezo a crear narrativas sobre los eventos de la vida cotidiana.
Al no encontrar respuestas claras, busco refugio en la imaginación
Por ejemplo, recientemente, mientras estaba en el extranjero, me robaron la cartera con todo: dinero, documentos y celular. A un acontecimiento tan común le asigné múltiples significados. Un día pensé que lo merecía por las malas acciones que había cometido en el pasado. Luego, consideré que era el costo de poder viajar al exterior, una especie de peaje que debía pagar a la sociedad por disfrutar de ciertos privilegios económicos que otros no tenían. Incluso llegué a negociar con Dios. Acepté lo sucedido, pero le pedí que el resto de mi viaje transcurriera sin contratiempos. Me resulta gracioso pensarlo.
Finalmente, he llegado a la conclusión de que esto ocurrió simplemente porque sucedió. Los estadounidenses dicen shit happens. Además, recordé un principio fundamental que enseñan todos los libros de superación personal: no debemos preguntarnos “¿por qué a mí?”, sino más bien “¿por qué no debería ocurrirme esto a mí?”. Pero no crean, sigo sin internalizar ninguna explicación.
Al final, el mundo está repleto de injusticias y no me consuela que digan que lo que pasa ha sido así o peor desde siempre. Solo me anima saber que cada uno de nosotros vive en su propio universo y tiene la capacidad de tejer narrativas originales que nos hacen ser humanos, diferentes del ChatGPT.