La democracia con imaginación

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‘Imaginar la democracia’ es el título de un espacio abierto por la revista Cambio para promover el debate sobre el tema, con el apoyo del grupo Sura. https://cambiocolombia.com/imaginar-la-democracia.

En su prolongada historia, una de sus reinvenciones más significativas fue la experimentada en su tránsito a la modernidad, después de siglos de apagamiento. La democracia de los antiguos (la griega es la más conocida en las narrativas del mundo occidental) sigue siendo referencia importante. Pero es necesario distinguirla de la desarrollada desde el siglo XVIII que, con sus profundas transformaciones posteriores, se identifica como tal en la era contemporánea.

Es lo que hace el lúcido artículo de Mauricio García Villegas que parece servir de introducción al ‘Especial’ de Cambio.

“¿Qué es la democracia?”, pregunta García Villegas. No es un interrogante ligero. Buena parte de la historia de la democracia es la historia de sus definiciones, casi en eterna disputa, las unas con las otras.

El ejercicio pedagógico de García Villegas sirve para mostrar cómo, en su recorrido, la democracia moderna se apoyó en el liberalismo, al proyectarse como un sistema basado en la participación ciudadana y en los derechos constitucionales que garantizan la “competencia libre de ideas e intereses”.

Esa democracia “con adjetivos” (moderna, liberal, constitucional) no es del todo satisfactoria.

Tampoco lo es sin adjetivos: nadie debe arrogarse el nombre del “pueblo” –las democracias “puras” no existen–. Es posible, sin embargo, y necesario, fortalecer la democracia constitucional con la “igualdad social” y las “virtudes cívicas”. García Villegas nos invita a revalorar la tradición democrática “intermedia”, aquella que combina la participación ciudadana con las limitaciones a los gobernantes.

Colombia comenzó a experimentar con la democracia hace ya más de 200 años. Es una historia con bastantes altibajos –una característica común a las democracias de otras partes del mundo–. Y, como lo observa Jorge Orlando Melo en su artículo para el ‘Especial’ de Cambio, “llena de crisis”.

El ensayo de Melo es un verdadero tour de force, que ofrece un repaso magistral de la vida bicentenaria de la república. Melo identifica seis “momentos” críticos en esa historia, unos más prolongados que otros, pero que pueden marcarse con sus fechas de inflexión: 1831, 1930, 1948, 1958, 1991, y una fecha futura, 2026.

En todos estos momentos, Melo identifica limitaciones y conquistas. No es un cuadro lineal y progresivo sino de avances y retrocesos, y viceversa. Algunos se fijarán más en sus aspectos frustrantes –la narrativa dominante en el debate de opinión–. Prefiero señalar aquí algunos de sus trazos positivos: la derrota de la dictadura bolivariana; la contención de los ambiciosos de poder; el largo aprendizaje de respetar los resultados electorales; las reformas de la Constitución de 1991; su “tradicional solidez institucional”.

Los retos son inmensos –seguridad, pobreza, desigualdad, corrupción, entre otros, todos señalados por Melo–. En vez de un futuro complaciente, nos pinta un porvenir desafiante: la democracia no es una “solución mágica. Pero habrá que seguir haciendo el esfuerzo”.

Al hablar de la crisis de la democracia, ayer y hoy, Colombia está muy lejos de la soledad. La necesidad de reimaginar la democracia, sobre todo ante las oportunidades y amenazas que representan los últimos avances de la revolución tecnológica, es universal. El debate promovido por Cambio, estimulado por los escritos de García Villegas y Melo, merece mayor atención.