Reconstruir país desde las regiones

Cada día resulta más evidente la necesidad de profundizar en la vida regional de la nación colombiana para activar las dinámicas de recuperación ante la preocupante paquidermia de la inversión pública nacional.

Ojalá la reunión del Presidente con líderes de algunos de los más representativos grupos empresariales de Colombia, más allá de la foto, tenga una vocación reactivadora para sacudir a la istración pública central de la modorra paralizante que la invade. En todo caso, creo que es mejor que se den esos diálogos que no se den.

Mejor diálogos amables ‘face to face’ que descalificaciones tuiteras a través del X o del Instagram presidencial. Pinta mejor el año entrante si es esa la tónica de reaproximación del Presidente al sector productivo. Tras los resultados revelados por el Dane que evidencian que la economía colombiana está en rojo, esta reunión la entiendo como una señal alentadora en la dirección correcta enviada tanto por el Presidente como por los influyentes asistentes.

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Colombia es un país de regiones, pluriétnico, biodiverso y multicultural que no puede seguirse tramitando a partir de un centralismo tecnocrático asfixiante que lo amarra y lo limita. Dentro de ese marco, las pretensiones estatizadoras que están inspirando tantas reformas, tantos discursos y tantas acciones oficiales agravan la terquedad centralista y aumentan los peligros de limitar y bloquear el desarrollo de nuestras regiones y nuestros territorios.

La oportunidad gigantesca que tenemos por delante radica, precisamente, en superar esa tara istrativa que vuelve las regiones eslabones subalternos de perfumados tecnócratas que poco conocen más allá de la calle 26.

Aunque suene paradójico, la primera víctima de la tecnocracia centralista es Bogotá, la propia capital, que en muchos frentes cuenta con equipos humanos más técnicos que los del Gobierno central, tantas veces empeñados en imponer sus credos, en limitar los espacios de soberanía del Distrito Capital.

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He seguido con atención las declaraciones de alcaldes y gobernadores recién elegidos en varias de las principales ciudades y departamentos. Propositivos, entusiastas, preparados, listos para asumir sus tareas y responsabilidades, sin retrovisores ni rencores, sin siquiera quejarse por la actitud hostil sin antecedentes de la Casa de Nariño hacia algunos, desde donde organizaron una reunión excluyente a la que convocaron solo a sus mejores amigos, como si se gobernara para unos pocos.

Luego enmendaron la plana y dijeron que los invitarían a todos. Hasta ahora no se ha dado tal invitación y ya han transcurrido muchos días, pero ojalá. En todo caso, lo necesario y lo que manda la Constitución es la colaboración armónica entre los distintos niveles del Estado. Alcaldes y gobernadores están listos.

Pero con cita en Palacio o sin cita en Palacio, lo cierto es que con el talante de Galán, Fico, Eder, Dumek, Beltrán o gobernadores como Dilian, Rey, Verano, Juvenal, Andrés Julián, Rafaela, Adriana Magaly o Yamil, para citar solo unos pocos, se activarán motores locales y regionales de reactivación.

Yo siento desde ya el rugir de las regiones como presagio de mejores tiempos. Todos ellos saben que gobernar es ejecutar. Que gobernar es hacer. Que gobernar es gerenciar. Que gobernar es concertar. Que gobernar es convocar. Que gobernar no es solo soltar arengas y discursos. Y que un buen gobernante es aquel que logra saltar de las promesas a la acción para construir una mejor sociedad.

Saben que deben rodearse de la mejor gente. Saben que deben ser disciplinados frente a su tarea de gobierno. Saben que ellos deben ser garantes de la unidad en torno de causas de beneficio colectivo.

Pero sobre todo saben que la suerte de la nación a partir de 2026 dependerá, en muy buena medida, de su capacidad para demostrar que sus conciudadanos acertaron al elegirlos y que representan en lo individual una gran luz de esperanza en este atribulado país.

La reactivación, sí, señores, la jalonarán las regiones.

JUAN LOZANO

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