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El insufrible deseo de ser influenciador

Intentemos, todos, prestar atención más que al morbo.

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Cuando uno cree que a este mundo ya no le cabe un influenciador más, aparece cada tanto una nueva figurita digital con miles de seguidores, cobrando por propagar un mensaje comercial que no le importa o diciendo cualquier cosa que llame la atención.
El deseo de ser un reconocido ‘youtuber’, ‘tiktoker’ o un tuitero no estaría mal si el propósito fuera menos trivial, como lo es ser famoso y cobrar por ello. Winston Churchill, aquel primer ministro británico de la Segunda Guerra Mundial, decía que “el gran problema que atraviesa nuestra época, la presente y venidera generación es que muchos no quieren ser útiles, sino muy importantes”. Y lo cierto es que su profecía se está cumpliendo a rajatabla casi un siglo después: ¿cuáles de estos influenciadores que citan día a día distintos medios de comunicación realmente están haciendo algo valioso para la gente?
Sería más que conveniente insistirles a las nuevas generaciones que la exposición en redes sociales y en internet puede ser un camino para el progreso económico, claro, por medio de un trabajo independiente y no convencional, pero también amerita advertirles que este es un camino que sencillamente puede llevar a ninguna parte, con 1.000 o 100.000 seguidores.
Es curioso que actualmente tantas personas quieran hacerse famosas en redes sociales si el privilegio en realidad es el anonimato. Y, sobre todo, cuando está más que comprobado que el paredón digital es inmisericorde. Cualquier error es castigado como el peor de los delitos. Un mensaje en favor de una causa o un personaje público puede desatar un insulto y un ‘bullying’ del cual muchos no pueden salir.
Quizás sea la edad la que lo vuelve a uno quisquilloso con las llamadas tendencias digitales. Pero es que parece que la humanidad se vuelve más estúpida al tiempo que avanza en el desarrollo de la tecnología.
Hay mujeres que hoy en día se describen como profesionales creadoras de contenido y lo que hacen es bailar en bikini en TikTok. Muy bonitas, sí, pero con lo que promueven la cosificación de la mujer en tiempos en los que se necesitan cambios. Hace poco no más, en Cali, uno de estos innombrables ‘influencers’ ofreció cinco millones de pesos a quien se tomara 20 copas de diferentes licores. Un avispado aceptó el ‘reto’, terminó en la clínica y casi se muere, aunque no de guayabo precisamente.
Pruebas como estas suceden repetidamente, con experimentos ridículos y peligrosos principalmente para niños y adolescentes, válidos solo para hacer ruido y ganar seguidores. Hay ‘challenges’ increíbles, irrisorios, penosos, de los cuales uno se entera a la distancia, como desaparecer 48 horas sin dejar rastro, comer todo tipo de alimentos con cáscara y hasta lamer un retrete público. La supuesta irreverencia hecha payasada.
Hay que reconocer, cómo no, que hay retos sociales o solidarios que aportan a las comunidades o que tienen al menos buenas intenciones. También, que hay verdaderos influenciadores que difunden conocimiento o al menos buscan despertar la reflexión y la crítica en la gente. Es a ellos a quienes los medios de comunicación deberían darle un poco más de protagonismo, más que al escándalo. Si un influenciador escupe a otro, qué importa.
Intentemos, todos, prestar atención más que al morbo. Quizás esto sea una utopía, el sueño de una columna de opinión, pero poco perderíamos intentándolo.
JAVIER BORDA DÍAZ
En Twitter: @javieraborda

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