La crisis del gabinete se incubó hace dos años aproximadamente, cuando Petro decidió romper la propuesta de un gobierno de unidad nacional que conciliara los sectores progresistas y de más izquierda con sectores moderados e incluso de derecha dispuestos a llevar a cabo transformaciones estructurales de la sociedad.
Desde entonces el Presidente apostó por un gobierno que se condujera bajo lineamientos radicales y en que el papel de los tecnócratas y los burócratas especializados estuviera relegado ante la influencia de funcionarios activistas. Por eso, el regaño público en la transmisión televisada del consejo de ministros fue tan injusto. Quien configuró un gobierno sectario, falto de ministros con experiencia y conocimiento de los temas de su cartera, capaces de aterrizar la ideología del Presidente en ejecuciones viables de políticas públicas, fue el propio Petro.
Las pruebas sobran. Recuerdo haber escrito muchas columnas sobre todo este proceso. El trabajo conjunto con los partidos políticos distintos al Pacto Histórico duró hasta la primera reforma tributaria. La idea de un frente amplio se estrelló con la resistencia de Petro a concertar las grandes reformas sociales con los directores de los partidos. No fue solo que Alejandro Gaviria y demás ministros tecnócratas se opusieran a la estatización de la salud, fue que el propio Roy Barreras, presidente del Senado, advirtió que la reforma propuesta por la ministra de Salud Carolina Corcho era inviable. Petro apoyó a Corcho y rompió con los partidos. El frente amplio no se hizo con los partidos políticos, sino con lo más corrupto de la clase política a precio de menudeo.
Fue Petro quien dijo que la tecnocracia era una ideología. Bajo ese argumento propició la salida de los ministros y directores con experiencia en el manejo de carteras de gobierno: Gaviria, Ocampo, López, González, etc. De fondo estaba la intransigencia a diseñar reformas que no implicaran un profundo proceso de estatización de los servicios del Estado. Y lo que fue más inconveniente para la ejecución de sus promesas de gobierno: la resistencia a incorporar al Gobierno a funcionarios capaces de ponerles números y procesos operativos que hicieran viable su discurso. Los tecnócratas fueron estigmatizados. Mientras tanto, se promovía a activistas sin experiencia y formación en la gestión pública.
El Presidente se quiso lavar las manos con sus ministros. No es la primera vez que lo hace. La historia no lo absolverá.
Cuando los activistas propusieron ideas radicales, sin sustento y sin mayor consenso en la opinión, Petro los respaldó. Por solo recordar un caso, en el congreso nacional de minería la ministra de Minas Irene Vélez defendió la suspensión de las exploraciones de fuentes de combustible y el decrecimiento económico. El Presidente estuvo de acuerdo con su ministra. Hoy, el país tiene serios problemas para abastecerse de gas.
Con todo lo anterior, ¿cómo no quería Petro que su gobierno tuviera problemas para ejecutar sus promesas de campaña? ¿Cómo no quería que el sectarismo marcara la actitud del gabinete? ¿Qué otro resultado esperaba?
De acuerdo con varias fuentes, el motivo de la decisión de transmitir por televisión el consejo de ministros era neutralizar una insurrección de los ministros del Pacto Histórico por la llegada de Benedetti a la jefatura del Despacho. Pero pareciera que Petro también aprovechó la ocasión para lavarse las manos ante la historia. Acusó a sus ministros de sectarios y de incapaces, de los 195 compromisos presidenciales adquiridos con el pueblo apenas habían podido cumplir con 49, la cuarta parte. El Presidente no itió ningún tipo de responsabilidad propia.
No es la primera vez que lo hace. Luego de que el proyecto y la metodología de la 'paz total' mostraron sus fallas dijo que él nunca había estado de acuerdo con el nombre de la 'paz total'. Estaba escrito en los folletos de sus promesas de campaña.