Desde el pasado 11 de abril de 2024 se inició el razonamiento de agua en la ciudad de Bogotá debido al bajo nivel del sistema Chingaza que reportaba el 16,32 % de su capacidad. Este escenario generó una alarma de posible desabastecimiento en la ciudad y algunos municipios aledaños, lo que conllevó a implementar medidas de restricción del líquido vital por zonas. Inicialmente, se propuso una estrategia cíclica de 9 días, donde una zona no tendría al agua por 24 horas durante el ciclo. La medida inicialmente impactó a todos los ciudadanos de la región, ya que la mayoría no estaba familiarizada y el miedo latente de un racionamiento más extremo.
La estrategia que pretendía recuperar el nivel de los embalses inició sin prever algunos escenarios, por ejemplo, el sistema de tuberías no soportó en varios puntos las presiones hidráulicas del sistema, lo que generó la ruptura de tuberías y desperdicio de grandes volúmenes de agua, tal como fue el caso de Soacha, Suba, Kennedy y Bosa. Aunque las comunidades realizaron el llamado de alerta en el menor tiempo posible por el desperdicio, el mantenimiento no sucedía a la misma velocidad.
También, la estrategia carecía de educación ambiental y control desde las fuentes. La población al verse sometida al razonamiento realizaba un mayor consumo previo al día, y en el peor de los casos, empleaba el agua para actividades no recurrentes. Lo anterior generó un aumento del consumo per cápita mayor previo al racionamiento, y que, al proyectarlo con la densidad poblacional, la situación se percibía más compleja. Y, por último, aunque no está al interior de la ciudad, los registros multitemporales de las coberturas vegetales aledañas al sistema Chingaza demostraron una alteración significativa que modificaba el régimen de retención de agua.
Quizás se cuente con algo de ayuda del ciclo hidrológico y se pueda cumplir la meta, y esto se debe al reporte NOAA plasmado en la proyección ENSO que arroja valores superiores al 60 % para el fenómeno de La Niña y el ciclo bimodal de precipitación.
A pesar de estos casos, algunas medidas de educación ambiental fueron empleadas para disminuir el consumo, y de algún modo, causaron un leve efecto sobre la población, que, sumado con las precipitaciones favorecieron a la recuperación del sistema. Pasados ochenta días posteriores al primer racionamiento, el sistema registró una recuperación del 26 % con respecto a su estado inicial (un promedio de 0,33 % por día), lo que conllevó a replantear la estrategia a un ciclo más largo equivalente a 18 días. La flexibilidad llevó a los ciudadanos a relajar la medida, aumentando el consumo por día con respecto a la primera estrategia, lo que se explica por una débil herramienta de educación ambiental en las áreas con mayor índice de consumo.
Para el 14 de agosto, el embalse registró un nivel de 52,29 % (promedio de incremento del 0,21 % por día desde el 1 de julio), que afortunadamente es mayor y se acerca a la meta del 70 % para octubre. Sin embargo, al revisar los datos de la tendencia y proyectar el valor para el 1 de octubre, es posible alcanzar un valor cercano al 62,46 %, por lo cual no se cumpliría lo previsto. Quizás se cuente con algo de ayuda del ciclo hidrológico y se pueda cumplir la meta, y esto se debe al reporte NOAA plasmado en la proyección ENSO que arroja valores superiores al 60 % para el fenómeno de La Niña y el ciclo bimodal de precipitación; no obstante, se debería complementar con prácticas de control y regulación desde los puntos con mayor consumo de agua.
La pregunta es, ¿se cumplirá la meta? Quizás sí, donde se mejore el consumo per cápita con una educación ambiental eficiente y continúe el apoyo de la precipitación. En caso de no, la restricción deberá ser más fuerte.
*Docente del programa de Ingeniería Ambiental de la Universidad Sergio Arboleda