Creo entender la preocupación de los grupos antiderechos, liderados por algunas senadoras y senadores del Centro Democrático. Yo de ellos estaría muy inquieta.
Sí, tienen razón de estar preocupados ante la manera como hemos respondido –feministas, periodistas, juristas, intelectuales, columnistas de prensa y las redes sociales, entre otros– a sus desplantes legislativos, a sus repetitivas propuestas que desconocen los acuerdos internacionales y nacionales firmados por Colombia y los fallos de la Corte Constitucional.
No sobra recordarles que desde 1952 las mujeres colombianas son ciudadanas plenas. Quizás habría que explicar (es decir, volver a explicar) a estos grupos lo que significa la autonomía, lo que significa la vida propia, la modernidad, y recordarles que desde la Constitución de 1991 somos reconocidas como sujetos morales autónomos. A no ser que por utilizar siempre el masculino del concepto de ‘sujeto’, este reconocimiento de moralidad y autonomía no sea válido para las mujeres.
Según estos principios básicos, que no necesitan una especialización en jurisprudencia, yo entiendo que el Estado colombiano ya no puede decir a la gente cómo vivir, pero sí ayudar a la gente a vivir bien, a vivir mejor a partir de su capacidad de decidir sobre lo bueno y lo malo.
Sí, hoy reconocemos a la persona como sujeto moral autónomo, lo cual significa, en palabras de Carlos Gaviria Díaz en su tan bello artículo ‘Rescate de la dignidad’ (EL TIEMPO, febrero de 2001), “que es la persona que ha de elegir los principios y valores morales que deben regir su conducta. El Estado, entonces, la asume como capaz de decidir sobre lo bueno y lo malo, sin que puedan los órganos de poder legítimamente sustituirla en esa radical decisión”. Ni los órganos de poder, ni muchísimo menos el marido, el compañero, el padre, los hermanos, el amante, el maltratador o el violador de esta persona.
Sí, es tiempo de confiar en las mujeres, en su autonomía y en sus principios morales; es tiempo de dejar el paternalismo, el patriarcado y el autoritarismo y de construir definitivamente un Estado moderno, democrático y pluricultural que crea en la autonomía de las mujeres, es decir que crea en ellas.
Estimada senadora María del Rosario, no pierda su tiempo con proyectos de ley que no tienen posibilidad ninguna de llegar a buen término. Aquí estamos nosotras, y saben que, hasta ahora, nada nos ha detenido; ni siquiera el otrora potente exprocurador Alejandro Ordóñez.
Sepan que nos sentimos cada vez más acompañadas por mujeres populares, líderes, maestras, jóvenes que, con la ayuda de redes sociales, nos han acompañado desde la sororidad, la solidaridad y desde sus nuevas maneras de expresarse desde el arte, los grafitis, o las performance, entre otras cosas. Las feministas no estamos solas, ya tomamos la palabra, ya dejamos el miedo atrás, ya entendimos la potencia y los alcances de un #MeeToo, la fuerza de nuestras conquistas de libertad y autonomía. Y que no le quepa la menor duda: nuestra ética del cuidado de los otros, de las otras y de nosotras mismas es inquebrantable.
No, senadoras y senadores del Centro Democrático; no, grupos antiderechos, ya nada nos hará retroceder. Y mucho menos unos precarios proyectos de ley que nos devuelven al siglo XIX, cuando teníamos que pedir permiso al marido para salir a la calle o hablar de política.
Florence Thomas
Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad