Ignoro si el presidente Petro consultó con su ministra del ramo acerca de la aseveración pública que hiciera recientemente de que el sistema de salud colombiano es uno de los peores del mundo. Si lo hizo, la ministra Corcho debe renunciar al cargo por su miopía –cierta o proclive– frente a la realidad. Si no lo hizo, esa aseveración se presta para deducir que es una irresponsabilidad que el jefe del Estado ponga a circular como ciertos juicios que carecen de sustento. Se podría aceptar que fue una ligereza, pero de alcances perjudiciales, pues fue una afrenta para quienes desde el campo de la salud hemos venido luchando hace tiempo para que el país cuente con un sistema de salud eficiente. Además, el Presidente pierde credibilidad ante la opinión pública.
Hay que añadir a esa falsa aseveración otra también relacionada con la salud. Dijo el presidente Petro: “Fuimos uno de los 20 peores países del mundo en resistir la enfermedad del covid”. Quienes estuvimos muy atentos al manejo sanitario que entre nosotros se le dio a esa malhadada pandemia podemos dar fe de que el Ministerio de Salud salió muy bien librado, percepción certificada también por la Organización Mundial de la Salud. Se trató de un desafío a todos los sistemas de salud del mundo. Muchos naufragaron, incluidos los de países tenidos como opulentos y de avanzada; el nuestro resultó fortalecido.
En honor a la verdad, nuestro sistema de salud se encuentra en etapa de consolidación, como que lleva treinta años en proceso de construcción.
Frente a estas desconcertantes declaraciones presidenciales surge una pregunta: ¿hubo mala fe o, simplemente, fue producto de mala información? No es difícil pensar que siendo la reforma de la salud una de las principales banderas con que el presidente Petro sustentó su programa de gobierno quiera ahora hacer creer que lo que encontró en ese campo fue un desastre y que él va a ser el mago que, partiendo de cero, construya un irable sistema sanitario. El primer mandatario olvidó, o no fue informado, que el sistema de salud que recibió su gobierno tiene a su haber ejecutorias que otros países de la región envidian.
En honor a la verdad, nuestro sistema de salud se encuentra en etapa de consolidación, como que lleva treinta años en proceso de construcción. La reforma comenzó con la promulgación de la Ley 100 de 1993, que –dígase lo contrario– sentó bases para un buen modelo sanitario. Para su implementación se requerían manos firmes y honestas que impidieran su extravío, tal como lo presagió en su momento en la Academia Nacional de Medicina su gestor, el economista Juan Luis Londoño.
Infortunadamente, los principios de universalidad, equidad, solidaridad eficiente e integridad fueron desvirtuados para, a su sombra, ser explotados con fines demagógicos y comerciales. Sin embargo, mucho bueno quedó: cobertura universal, bases para una adecuada financiación, eliminación del elitismo asistencial y la adopción de una política de Estado en el campo de la salud. No hay duda de que lo que hay actualmente adolece de fallas, susceptibles de ser subsanadas con una inteligente implementación de la Ley 1751 de 2015 –Ley Estatutaria de la Salud–, que puso los cimientos para un sistema ideal. Ha faltado decisión política para presentar y aprobar una ley reglamentaria que haga realidad ese sistema.El modelo de salud preventivo y predictivo con enfoque de atención primaria anunciado recientemente con bombos y platillos desde Aracataca (Magdalena) por el presidente Petro como algo novedoso, revolucionario, no tiene nada de novedoso. Está inspirado en propuestas venidas del gobierno anterior con los nombres de País (Política de Atención Integral en Salud) y de Maite (Modelo de Atención Integral Territorial), encaminadas a garantizar el goce efectivo del derecho a la salud, mejorar las condiciones de vida y disminuir la carga de enfermedad existente, aminorar la mortalidad y morbilidad, todo a través de la atención primaria y el compromiso de los entes territoriales. La entrada al sistema no sería a través de urgencias –como sucede ahora–, sino a través de la medicina familiar y comunitaria. Además, se contemplan acciones de salud pública con enfoque de promoción y prevención, es decir, educando en salud a la ciudadanía.
FERNANDO SÁNCHEZ TORRES