Este verso de Hölderlin, que aparece en su elegía Pan y vino, es una de las preguntas más inquietantes de nuestro siglo.
Ante este interrogante pesimista, el romántico alemán, en otro texto de su autoría, les da esperanza a los artistas, cuando afirma: “Lo que permanece lo fundan los poetas”.
En la vida, todo pasa. Pasan los políticos, pasan los fiscales, pasan los periodistas. Lo único que queda es la poesía.
Esta es una de las razones por la cual los gobiernos del mundo y los organismos internacionales, como la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la cultura), apoyan la cultura de cada país y diseñan políticas culturales.
La cultura es el alma de un pueblo, de una nación. Representa el patrimonio inmaterial de un país.
Uno puede olvidar fácilmente quién fue el Presidente de la República en 1960, pero jamás va a olvidar los versos de José Asunción Silva o Aurelio Arturo.
La cultura es el alma de un pueblo, de una nación. Representa el patrimonio inmaterial de un país.
En Colombia, la cultura se ha construido en medio de la penuria que nos ha caracterizado desde los tiempos de don Simón Bolívar.
Nuestra cultura, que es ancestral, múltiple y diversa, se ha forjado como una expresión de resistencia y, sobre todo, como una experiencia de vida.
Una de las fortalezas que tiene nuestro país se encuentra en nuestra cultura.
En el mundo hoy nos reconocen por las figuras de Gabriel García Márquez, el bailarín Fernando Montaño y la escultora Doris Salcedo.
En el país y en el mundo aplauden el Colegio del Cuerpo de Cartagena de Indias, la Feria Internacional del Libro de Bogotá, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, el teatro La Candelaria y la Red de Bibliotecas Públicas de Cali.
Son declarados patrimonio inmaterial del país el carnaval de Barraquilla, las músicas de marimba y cantos tradicionales del Pacífico sur, He Yaia Keti Oka, el conocimiento tradicional (Jaguares de Yuruparí) para el manejo de los grupos de indígenas del río Pira Paraná, en Vaupés; los saberes asociados a la partería afro del Pacífico, el carnaval de negros y blancos de Pasto y el carnaval del diablo, en Riosucio, entre otros.
El gobierno del presidente Gustavo Petro debería nombrar inmediatamente un ministro en propiedad y articular dentro de su agenda nacional el tema de la cultura como un proyecto de vida.
En los últimos años, los múltiples y variados programas artísticos que se mueven desde La Guajira hasta el Amazonas han mantenido una estrecha relación con la paz, salvando a miles de jóvenes de la violencia.
Es hora de que el país retome la agenda de la cultura y la articule al proyecto de paz que tanto necesita el país. De lo contrario, los poetas seguirán siendo expulsados de la República, como en la época de Platón.
FABIO MARTÍNEZ