La reina de Saba fue una mujer de piel negra, bella, inteligente y poderosa, que un día, al tener noticias de la sabiduría del rey Salomón, decidió emprender un viaje desde Yemén, en el suroeste de la península arábiga, hasta el reino de Israel.
La soberana llegó cargada de especias, oro y piedras preciosas. Fue muy bien acogida por el monarca de origen semítico. En el encuentro de pasión y conocimiento se amaron y llegaron a tener un hijo llamado Menelik, que significa hijo de la sabiduría.
Al contrario de estos tiempos vacíos, llenos de algoritmos, desprovistos de mitos y leyendas, la reina de Saba fue un icono importante de la antigüedad y fue citada por la Biblia y por el Corán. Asimismo, durante el siglo XIX ejerció una influencia poderosa en los escritores Gerald de Nerval, Gustave Flaubert y André Malraux, que en su momento viajaron al Oriente y la buscaron en medio de aquellos “abismos de azur y pozos de fuego”, como llamó el poeta Artur Rimbaud a esta región, quien también habitó en aquellos parajes.
A propósito del poeta maldito Rimbaud, este no viajó a Oriente en busca de la reina, sino que, inmerso en el inframundo de la cultura árabe, se dedicó a traficar con armas y con negros.
Nerval, el perseguidor de amantes imposibles, viajó hasta el mundo árabe, y su obsesión por esta mujer fue parte de su locura, que finalmente lo llevó a colgarse de una cuerda.
Flaubert la describió subida en un elefante, protegida por un parasol rojo con campanitas de plata y con un corsé lleno de pedrería.
La reina de Saba no solo es la mujer aristocrática que describió Flaubert en el siglo antepasado, sino que ella representa a todas las mujeres del mundo.
Malraux, por su parte, cruzó en su aeroplano en varias ocasiones por aquel desierto de sed y muerte, no para encontrarse con ella, sino que, famoso por su oficio deleznable de saqueador de tumbas, iba tras su tesoro escondido.
Los mitos son eternos y nos permiten sobrevivir en medio de este mundo tecnocrático y violento. Hoy, a tres mil años de la existencia de esta espléndida mujer, la escritora colombiana Laura Restrepo nos acaba de sorprender con una novela sobre la reina de Saba. Me refiero a ‘Canción de antiguos amantes’ (Alfaguara).
La narradora, quien viajó a Yemen, Somalia y Etiopía entre 2009 y 2014 como parte del equipo de Médicos Sin Fronteras, conoció de cerca aquel territorio y tuvo la oportunidad de compartir con las miles de mujeres desplazadas que cada día vomita la guerra en este rincón del planeta.
Detrás del viaje humanitario de la escritora, se escondía un gran secreto. Como Nerval, Laura Restrepo iba tras las huellas de la reina de Saba. ¡Y la encontró!
La novela cuenta la historia de Bos Mutas y Zaharta Bayda. El primero, un joven escritor que quiere construir una biografía sobre Saba. La segunda, una partera tradicional de origen somalí que, en medio del desierto, ayuda a crear vida.
Laura se traviste en el joven Mutas y, a partir de su historia, nos devuelve la figura de aquella mujer fabulosa que cautivó al mundo durante siglos.
La novela de Laura Restrepo es contundente: la reina de Saba no solo es la mujer aristocrática que describió Flaubert en el siglo antepasado, sino que ella representa a todas las mujeres del mundo.
La soberana es un símbolo que se encuentra en el corazón de las mujeres que la autora encontró en su camino, está en el espíritu de las mujeres hambrientas que caminan por el desierto durante kilómetros en busca de pan, de las mujeres expulsadas por la guerra y también en aquellas que han sido prostituidas y abusadas por los hombres.
En ‘Canción de antiguos amantes’, el mito antiguo se despliega a lo largo de 396 folios y renace con toda su fuerza para el lector de nuestros días.
FABIO MARTÍNEZ