Si ustedes me preguntasen por quién votaría en las elecciones, aunque no creo que les interese mucho mi opinión al respecto, por ende, jamás me formularían esa pregunta, abro esta columna así en aras de poder desarrollar la temática que planteo en el titular. Pues bien, votaría por el candidato que tuviese en su programa de gobierno un capítulo extenso sobre ciberseguridad.
De todos es sabido, sin embargo, que ninguno de los no sé cuántos candidatos que aspiran hoy a la presidencia de Colombia tiene plan alguno sobre ciberseguridad. De hecho, dudo siquiera que sea algo que hayan tratado alguna vez con sus equipos de trabajo. O en sus vidas.
Es un tema, no nos digamos mentiras, que hoy no suma votos, porque el colombiano anda en otra cosa y la sola palabra ‘cíber’ ya le suena a física cuántica.
Pero que aquí nos parezca más grave una borrachera de Petro, un lío de faldas de Char o un Rodolfo haciendo el paripé en las redes, entre tantas otras estupideces, no quiere decir que la ciberseguridad no sea un tema delicado y de la máxima importancia. Tan vital que, en pleno siglo XXI, debería ser una de las prioridades de aquellos que aspirasen a manejar las riendas del país.
En un mundo completamente digitalizado, en el que la mayoría de las industrias están soportadas por complejos sistemas informáticos interconectados entre sí, la protección de ese sistema es crítico.
Colombia es un país altamente vulnerable, porque no tiene una defensa robusta de sus sistemas. Y eso, en el nuevo orden internacional que se está configurando, es gravísimo.
¿Y por qué? Porque las amenazas que se ciernen hoy no son invasiones de tropas o cruentos enfrentamientos entre ejércitos, salvo excepciones. La gran amenaza que tienen los países en estos tiempos es la ciberguerra, que no es otra cosa que una guerra informática. El conflicto, tal y como lo conocíamos antes, se desplaza de lo terrestre al ciberespacio.
Un grupo de ‘hackers’ decidido a atacar nuestro país podría penetrar en los sistemas informáticos de nuestras industrias más sólidas, colapsar páginas institucionales e insertar programas malignos; podrían, además, afectar cadenas de suministros y golpear a nuestra red de hospitales, entre muchas otras cosas. No estamos preparados para una agresión así.
El caso de lo que está pasando en Ucrania es un ejemplo que nos debe servir para darle la relevancia que merece al tener un programa sólido de ciberseguridad. En lo que va corrido de año, una serie de ‘hackers’ han intervenido decenas de páginas gubernamentales en Kiev. Peor aún, colocaron programas malignos en varios sistemas. Eso es apenas un aviso.
“Pero eso está pasando en Ucrania, aquí no estamos en eso”, dirán algunos. El 18 de enero, la Agencia Estadounidense de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad advirtió a operadores de infraestructura crítica tomar “acciones urgentes” para protegerse de amenazas y ataques cibernéticos.
Colombia, pese a ser un actor insignificante a nivel global, se encuentra hoy con una Venezuela metida de lleno en una estrecha alianza con los rusos, amos y señores del juego sucio en el universo digital. Para los venezolanos, con ayuda rusa, sería muy fácil noquearnos sin necesidad de lanzar un misil o disparar una bala.
Nuestro Ejército cuenta con una tecnología avanzada en el campo militar, con sensores, inteligencia satelital y procesamiento de datos de inteligencia. Sin embargo, en ciberseguridad, nos faltan mayor presupuesto e interés.
El Grupo de Respuesta a Emergencias Cibernéticas de Colombia (colCERT) es la entidad colombiana encargada de proteger los activos del Estado de amenazas cibernéticas, pero se le debe dar la visibilidad que merece. Un país sin un sistema de ciberseguridad robusto es hoy un país que tiene pie y medio en un precipicio.
DIEGO SANTOS
Analista digital