Te miras al espejo, mueves ligeramente la cabeza de arriba abajo, como si estuvieras dando una aprobación, haces un gesto un tanto arrogante como los que has aprendido en algunas de esas series de las que has visto decenas de temporadas, y sientes por un momento que has conquistado el universo. Pero muy pronto te asaltan las dudas... incluso antes de que el espejo deje de proyectar tu imagen.
¿Cuál es tu medida del éxito? ¿Los millones que tienes en las cuentas bancarias, los que has comprometido en inversiones prometedoras que crees que están a punto de dar sus frutos, los fajos de billetes que has camuflado debajo del colchón?
¿Cuál es tu medida del éxito? ¿El número de seguidores en las redes sociales, la cantidad de likes que recibes cada vez que dices algo que te suena inteligente o cada que vez que te esfuerzas por parecer divertido?
¿Acaso mides el éxito –y así te gusta revelarlo– con los cocodrilos de las camisetas, las coronas de los relojes y las estrellas de los automóviles?
¿Haces memoria y crees que el éxito está en el listado inmenso de lugares que has conocido, en la felicidad que te han propiciado tantas ciudades en las que has pasado momentos gratos y unos cuantos paisajes inolvidables que has tenido ante tus ojos?
¿Eres de aquellos que llevan cuentas pretenciosas y encuentran el éxito en las cifras que atañen más a las sábanas que al corazón, o te sientes afortunado por haber encontrado a la persona con la que soñabas compartir la vida y saber que has logrado conservarla a tu lado?
¿Crees que el éxito está, sencillamente, en gozar de buena salud, en conservar una memoria envidiable, en haber logrado hacerles el quite, hasta la hora presente, a las enfermedades y a los achaques que hacen de la edad madura una pesadilla?
¿Sientes que alcanzaste la cima del éxito cuando lees los títulos pomposos y los cargos ostentosos en tus tarjetas de presentación?
¿Cuál es tu medida del éxito? ¿Los conocimientos que has sumado, los idiomas que dominas, las sonatas para piano que reconoces por sus primeros acordes y que no han dejado de emocionarte?
¿Está tu felicidad en la felicidad de los otros, y a eso le apuntas desde hace un tiempo, sin que te importe si es aquella otra de las formas del éxito?
¿Acaso lo que te da esa envidiable serenidad es, precisamente, el desdén por las medidas del éxito?