Si se revisa la historia de Colombia del siglo XX se encuentran varias situaciones muy complejas; verdaderos puntos de inflexión de difícil solución, los cuales, sin embargo, se enfrentaron exitosamente por parte los dirigentes políticos, dejando atrás el pasado y abriéndole camino al futuro.
El país recibió el siglo XX en la más devastadora de las guerras civiles. La de los Mil Días, que concluyó en noviembre de 1902 con la firma de un tratado de paz entre el Gobierno y el jefe del ejército en rebeldía, general Benjamín Herrera, en un barco de la Marina de los Estados Unidos anclado en la bahía de Panamá. Un año más tarde, en 1903, se protocolizaba la separación de Panamá de la República de Colombia. En 1904 se eligió a Rafel Reyes como presidente, quien propuso que el país viviera en paz: "Menos política y más istración" fue uno de sus lemas. Lo logró. Se avanzó hacia el futuro y quedaron atrás las guerras civiles del siglo XIX. La economía creció, impulsada por la expansión de la actividad cafetera, surgieron algunas empresas industriales y Colombia progresó.
La Violencia partidista entre 1948 y 1958 amenazó, de nuevo, el curso de la Nación. Se quebró la frágil democracia colombiana. El Congreso estuvo cerrado desde 1949. En 1953 tuvo lugar el golpe de Estado que llevó a un jefe militar a la presidencia hasta 1957. Alberto Lleras y Laureano Gómez se la jugaron toda por el retorno a la democracia. En 1958 se reabrió el Congreso y se inició el gobierno del primer presidente bajo el mecanismo del Frente Nacional, que pactó la alternación de los dos partidos en la presidencia hasta 1974. La Violencia partidista quedó en el pasado. El país se enrumbó hacia la estabilidad institucional y el progreso económico y social, si bien en los sesenta apareció la guerrilla y en los setenta el narcotráfico.
1989 fue uno de los años más violentos del siglo. Esta vez, el narcotráfico quiso apoderarse del Estado y lo desafió a muerte. Tres candidatos presidenciales fueron asesinados inmisericordemente junto con jueces, periodistas y policías. Barco y Gaviria lo enfrentaron con fuerza. En 1990 el presidente Gaviria nos dio la bienvenida al futuro. En 1991 se expidió una nueva Constitución que profundizó el sistema democrático y permitió desarrollos en nuevos campos a la iniciativa privada.
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Es necesario llamar a un liderazgo audaz y sensato para evitar el naufragio.
Aunque no es posible comparar la situación actual de Colombia con las del recuento anterior, sí se puede decir que está marcada por un punto de inflexión. Su superación puede conducir a un futuro promisorio, o hundirnos en el caos y en la toma del poder por los grupos criminales y la corrupción desmedida.
En Colombia no hay gobierno. Hizo implosión el martes 4 de febrero. El gabinete ministerial continúa en interinidad.
La geografía nacional está atravesada por el enfrentamiento armado entre bandas criminales, con el consecuente sufrimiento de la población en más del 70 % de los municipios del país, de acuerdo con la Defensoría del Pueblo.
Hay un cuestionamiento a la capacidad de las Fuerzas Armadas y la Policía para controlar el territorio. El Presidente nombró un ministro de Defensa militar, reversó 33 años de historia, y traumatizó la estructura de las Fuerzas, poniendo en riesgo, todavía más, la seguridad nacional.
Los problemas públicos se agudizan día por día. La sostenibilidad fiscal está en duda. Los servicios de salud se deterioran rápidamente. Las autoridades desconocen, además, las amenazas que se ciernen sobre la disponibilidad de energía eléctrica y de gas natural en los hogares colombianos.
Juzguen ustedes si el futuro está o no comprometido. Y pregúntense si no es necesario llamar a un liderazgo audaz y sensato para evitar el naufragio.