Señor Procurador:
Con respeto me dirijo a usted para exhortarlo a que asuma con todo entusiasmo y dedicación sus competencias como Procurador General de la Nación para cortar, de una vez por todas, esta sensación de desamparo ciudadano e impunidad ante los abusos istrativos de tantos funcionarios públicos en tantas dependencias y en tantos niveles jerárquicos y territoriales de la istración.
Es como si una epidemia colectiva de desacato a los principios del buen actuar de los funcionarios públicos recorriera el país y como si sintieran que son intocables e inalcanzables o como si les asistiera la certeza de que pueden correr todos los límites y abusar de su poder y de sus cargos sin que nada les pase.
Y le escribo con la mayor consideración porque de su parte solo he recibido hacia mí trato respetuoso y respuestas eficaces dentro del marco de sus funciones cuando se desempeñó como secretario general del Senado.
Su cargo –usted lo sabe mejor que yo– tiene una particularidad. Es que usted no tiene ni puede tener patrones. Ni siquiera el jefe de Estado. A los únicos que a los que usted debe responderles –respondernos– es a los ciudadanos en la protección de nuestros derechos fundamentales y en su condición de cabeza del Ministerio Público.
Si usted ha decidido asumir liderazgos silenciosos para articular soluciones en algunos de los flancos de crisis en el país, es claro que sus frutos deberán ser reconocidos cuando surtan efectos sus tareas, y ojalá sea así, pero no por ello puede permitir que se diluya su ejercicio como máxima autoridad disciplinaria.
Porque lo conozco, señor Procurador, tengo claro que usted no querrá pasar a la historia como un Procurador de bolsillo del gobierno de turno. Usted ha trabajado muy duro toda la vida como para permitir que haga carrera la imagen de un Procurador que se tapa los ojos ante los desafueros de los funcionarios o que se limita a validar las acciones del Gobierno o a conceptuar a su favor ante las altas cortes.
Su Procuraduría apenas comienza. Tiene toda la faena por delante. Usted ha de ser un guardián de todas las horas de la transparencia, del buen uso de los recursos públicos, del respeto por las competencias de cada cual, de la prohibición de intervenciones en política de los funcionarios de la Rama Ejecutiva, del decoro y el buen obrar, de la diligencia y la eficiencia, de la eficacia y la devoción por resolver los problemas ciudadanos y, en toda circunstancia, de la prevalencia del bien común.
Si usted ha decidido asumir liderazgos silenciosos para articular soluciones en algunos de los flancos de crisis en el país, es claro que sus frutos deberán ser reconocidos cuando surtan efectos sus tareas
El Gobierno –nacional, departamental, municipal– no puede premiar o castigar presupuestalmente regiones dependiendo de la filiación política del Presidente, los alcaldes o los gobernadores.
Los funcionarios del Gobierno no pueden subirse a tarimas proselitistas ni participar en actos políticos.
Los bienes y los recursos de las entidades públicas no pueden usarse para favorecer candidatos ni campañas, ni para promocionar, promover, estimular o facilitar movilizaciones políticas.
Los recursos públicos son sagrados.
La inoperancia, la desidia, el desgreño, la ineficacia, la negligencia son inaceptables y deben ser sancionadas.
Colombia necesita un Procurador firme. Actuante. Comprometido. Vigilante. Decidido. Oportuno. Valiente. Independiente, caiga quien caiga.
Que su trato siempre amable y comedido no se lo interpreten como debilidad o tolerancia con lo intolerable.
Que Dios lo acompañe, señor Procurador.
JUAN LOZANO