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En el atardecer de la dictadura

Son una dictadura que aceleradamente recorre sus últimos rayos de luz. Su decadencia es absoluta.

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El régimen venezolano demuestra a cada rato su naturaleza tiránica al utilizar la agresión como método político. Es una característica que trae desde el inicio de la barbarie. El Gobierno es un absolutismo que socavó las bases constitucionales. Su accionar es una constante agresión en contra de la dignidad de la persona humana.
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Sus múltiples ejemplos de actividades atroces son características propias de una dictadura de las peores que hayamos conocido. Con la violación sistemática de los derechos humanos han puesto a su istración en la lista de las peores calamidades que enfrenta el planeta. Son un amplio dosier de casos en el que se muestra su carácter criminal. Sus principales figuras están acusadas de numerosos hechos al margen de la ley. Sus delitos son múltiples y asociados a cuanta organización punible exista. Es un fundamento de su origen tumultuoso.
Más temprano que tarde caerán para ir a pagar tras las rejas. Ellos lo saben de sobra. Por ello, sus actividades internacionales se limitan a visitas a los santuarios del terrorismo internacional. Sus socios son los que les brindan solidaridad y abrigo. El mundo libre condena sus acciones vinculadas a tener un férreo control del Estado. Asfixiar hasta dejar sin vida cualquier expresión democrática. Un método primitivo en estos tiempos de interrelación universal. Desde las democracias se promueve el encuentro y jamás la temeridad. Quien se mueve bajo el instinto animal quedará aislado del concierto de las naciones.
Actúan impulsando la violencia al saberse minoría. Sus grupos extremistas ya son bueyes cansados que arrastran una carga de arbitrariedades que hicieron que el surco germine en las profundidades de la nada. En los barrios ya su poder convocante no goza del crédito inicial. La epopeya que dio origen a esta tenebrosa experiencia ya solo forma parte de una logia universal de mentecatos.
Nadie racionalmente equipado intelectualmente puede acompañar semejante desatino. Por supuesto, existen todavía algunas expresiones de respaldo, más por la acción clientelar que por una adhesión entusiasta de alguien que les cree. El ciudadano sabe que son una camarilla de rufianes, seres inescrupulosos que han asaltado el Estado venezolano hasta hacerlo rehén de sus delitos y pecados.
Son una dictadura que aceleradamente recorre sus últimos rayos de luz. Su decadencia es absoluta. Son cada día menos, el 90 por ciento de los venezolanos los rechaza. Sobreviven como un lagarto prehistórico en fase de extinción. Sus tretas ya no surten el efecto deseado. Su naturaleza tramposa es uno de los mecanismos que le quedan, pero sin la elasticidad del pasado. La caída de la dictadura está muy cerca.
ALEXÁNDER CAMBERO

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