La historia se repite dos veces, decía Karl Marx: la primera como tragedia y la segunda como farsa. Una de sus tantas equivocaciones, pues en cuestión de guerras los tiempos vuelven a nosotros con diferentes protagonistas, pero con resultados trágicos que ya conocemos. Todos reales.
El conflicto entre Rusia y Ucrania nos lleva a recordar el pasado; momentos con condiciones similares que producen, por lo menos, curiosidad y nos llevan a revisar libros y mapas escondidos.
Dicen que el nombre de las bombas molotov tiene su origen en la guerra de invierno que enfrentó a la Unión Soviética y a Finlandia, una guerra dispareja en Europa oriental con similitudes a la actual en Ucrania.
Cuando el diplomático ruso Viacheslav Molotov les decía a los finlandeses que sus tropas no estaban bombardeando sino que “les daba comida vía aérea”, la resistencia finlandesa llamó a sus bombas artesanales cocteles molotov diciendo: “Si Molotov ponía la comida, ellos pondrían los cocteles”.
La de 1939 fue una contienda dispar y cruel. Más de 500.000 rusos atacaron a una defensa de 120.000 finlandeses; un país de 170 millones de personas frente a otro de 3,7 millones; una potencia militar contra su antigua región autónoma que ya se había independizado a comienzos del siglo.
La guerra que hoy nos tiene mirando al oriente de Europa no tiene una salida fácil que los internacionalistas puedan descifrar; mucho menos los historiadores.
Como decía, la historia se repite:
· Finlandia se independizó de Rusia aprovechando el caos de la Revolución y su posterior guerra civil. Ucrania lo hizo poco después de la caída del muro de Berlín, fructificando la derrota de la URSS.
· Buscando seguridad y respaldo, Finlandia decide ingresar a la Sociedad de las Naciones, algo parecido a lo que ha buscado Ucrania con la Otán.
· Luego de su independencia, en Finlandia se produce una guerra civil entre la guardia blanca (conservadores) y la guardia roja (prorrusos). Parecido a lo sucedido recientemente en las regiones de Lugansk y Donetsk.
· En 1939, el Gobierno soviético exigió alejar la frontera del istmo de Karelia y permitir bases militares en territorio finlandés. Ante la negativa, se inicia el conflicto.
· Jared Diamond, en su libro Upheaval, dice que Finlandia no tuvo el apoyo necesario de los países de Occidente. Los apoyaron moralmente, pero los dejaron solos. Pareciera por ahora ser un escenario semejante al del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky.
Lo que pasa al final del conflicto finlandés aún no se puede comparar con el presente. Después de la guerra, y de una sorprendente resistencia, Finlandia toma lo que para Diamond fue la mejor decisión, teniendo en cuenta la supremacía del rival.
Deciden firmar un tratado de paz y ejecutar una estrategia para desarrollar una relación de confianza, convirtiéndose en el socio comercial más importante de la Unión Soviética. A partir de allí, y evitando conflictos sobrevinientes, Finlandia logra tener una economía altamente industrializada con desarrollo tecnológico, minero y de ingeniería.
Para otros analistas, esta salida no es un ejemplo para tener en cuenta en las relaciones internaciones, pues se basa en la rendición y en ceder a los intereses nacionales; en darle una prioridad excesiva al realismo político y flexibilizar en exceso las necesidades.
La guerra que hoy nos tiene mirando al oriente de Europa no tiene una salida fácil que los internacionalistas puedan descifrar; mucho menos los historiadores. En muchos años se podrá desatar un conflicto similar y alguien recordará lo que hoy sucede en Kiev. Es como esa serie alemana llamada Dark, en la que las desgracias vuelven a aparecer al sonido de un reloj viejo: tictac, tictac.
Así es este mundo que inspiró a Maquiavelo a decir que todos los tiempos se repiten y los hombres parecen siempre ser los mismos.
ALEJANDRO RIVEROS GONZÁLEZ