La regulación de la marihuana va dando pasos agigantados en el Congreso, pero va muy tarde. Cada vez son más los reportes de colegios en los que los jóvenes han empezado a consumir sustancias guiados por las series y películas, la búsqueda de nuevas experiencias y la necesidad de escapar de problemas intrafamiliares. En las universidades existen espacios donde se ha normalizado el consumo de marihuana; por ejemplo, al pasar cerca de la estatua de la Pola es común encontrarse uno o varios grupos de estudiantes consumiendo; en la Nacional, en el Jardín de Freud, es común también encontrar estudiantes fumando marihuana a pesar de los esfuerzos de la istración por controlar la situación.
Hoy quiero sumarme a la voz de algunos jóvenes que en redes han demostrado su desacuerdo con sus congéneres sobre el uso desmedido que hacen de algunas sustancias, incluidas las legales. Son cada vez más los que no solo consumen, sino que, además, mezclan y se exceden hasta que el uso deja de ser recreativo y empieza a tener repercusiones negativas a nivel biopsicosocial, afectando sus estudios y sus vidas. Con la marihuana es más difícil darse cuenta de un problema de adicción, pues no genera efectos inmediatamente negativos, como lo ha advertido el Dr. Efrén Martínez. Por este motivo, muchos afirman que tiene daños menores que el alcohol, aunque no esté plenamente confirmado, pues los estudios son muy escasos.
Las universidades han desplegado algunas ayudas de psicoeducación. Conozco varias que han dictado cátedras que invitan a una conciencia sobre el consumo. Otros programas de diferentes fundaciones van un poco más allá e invitan a estudiantes de colegios y universidades a trabajar en sus proyectos de vida, de modo que tengan la capacidad de negarse a las drogas. Pero la cultura que consumimos de Estados Unidos, en sus películas y series, y lo que ven los estudiantes al salir de las aulas es otra realidad muy diferente, que va en contravía de una negación rotunda al consumo.
En Estados Unidos o Uruguay, la marihuana se legalizó bajo los principios de libertad de expresión y libre desarrollo de la personalidad. Estos son los mismos principios que guían la propuesta de ley en Colombia. Sin embargo, según Juan Carlos Losada, proponente de la ley, será muy distinto a los casos de otros países, pues afirma que legalizar sin control puede traer más problemas para nuestros jóvenes y adultos.
Por este motivo ha mencionado que se restringirá la venta a menores de edad, se creará un mercado con privados que ya están en este negocio con la marihuana medicinal, lo que reducirá las ventas ilegales. Por otro lado, mencionan que con los impuestos se financian programas de prevención y ayuda para adictos, que no detalla cómo serán porque competerán a Mineducación y Minsalud respectivamente, pero ya es ir un paso más allá que otros países.
Sin embargo, los jóvenes no hemos entendido que la libertad tiene que venir con una responsabilidad en doble vía: individual y con los pares. Individual, porque es necesario tener una conciencia propia del cuerpo y su historia filial para prevenir temas de salud mental graves. Con los pares, para tener la fortaleza de advertirles a los amigos cuando su consumo es problemático. Este no es un llamado para que modifiquemos la ley, para buscar algo arriba que guíe nuestra conducta, es un llamado a la juventud para que nos hagamos preguntas que hemos evadido: ¿de dónde viene nuestra necesidad de consumo y escape de la realidad?, ¿cuáles son nuestros motivos?, ¿podemos controlar y disfrutar de la vida sin ese consumo (incluidas las sustancias legales)?
Si no nos hacemos esas preguntas y ese cambio cultural no empieza, vamos a tener una ley como nuestra Constitución: muy bonita en el papel y con muchos problemas en la realidad.
ALEJANDRO HIGUERA SOTOMAYOR