SEÑOR DIRECTOR:
El hecho de que haya sido una mujer sacerdote de una iglesia cristiana protestante quien ofició la misa de celebración de posesión del presidente Trump nos demuestra la gran importancia del papel de las mujeres en el mundo actual.
Una Semana Santa me encontraba en Washington y quise ir a la celebración del Jueves Santo en la Catedral Nacional de Estados Unidos, la misma en la que se realizó la misa de investidura de Trump. En mi caso, la actitud femenina, generosa y amable de la celebrante, que considero podría ser la misma del actual evento, produjo en mí una sensación de paz y de cercanía con Dios que me llevó a pensar en lo conveniente de que la jerarquía protestante hubiera tomado la decisión de abrir a las mujeres ese campo vetado por siglos. En la Iglesia católica, hace un par de días se hizo el nombramiento de la religiosa Simona Brambilla en la dirección del Dicasterio de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica por parte del papa Francisco, un cargo muy importante. Estas novedades llevan a pensar en una posible renovación de la Iglesia católica al aceptar la importancia de reconocer la equidad en todos los ámbitos del desarrollo de los seres humanos, comenzando por el aspecto espiritual.
Claudia Fadul
SEÑOR DIRECTOR:
Mientras a Cauca, Catatumbo, Chocó, Valle, etc., los desmorona la violencia criminal; mientras miles y miles de personas huyen buscando protección en las ciudades capitales porque para salvar sus vidas tienen que dejar sus hogares, sus sembrados, todo, el interés del Presidente está puesto en opinar y exigir paz para países distantes y permanece mudo ante uno de los más graves factores que todos conocemos: Venezuela es refugio de los narcoasesinos de colombianos, allí tienen protección. No hay pronunciamiento ni exigencias del Gobierno. Y mientras tanto, desperdicia redes, pantallas y micrófonos, no para convocarnos a la fraternidad, a unirnos en torno a la verdadera paz, sino a todo lo contrario. ¿Qué hacer?
Ilse Bartels L.
SEÑOR DIRECTOR:
La inseguridad continúa. Son miles las víctimas cada día, no solo en Bogotá, sino en todo el país; ciudades y campos. La Policía hace su trabajo, caen bandas y hampones de toda laya, pero no hay justicia. Esta falla, pues hay muchas rendijas, las cuales conocen los delincuentes, y estos se ríen de los jueces y de nosotros los ciudadanos.
Ahora que arranca el Congreso, sería bueno que alguno de los padres de la patria arme un proyecto en el sentido de evitar esta desgracia. ¿Por qué no establecer que todo delincuente, así sea por robo de menor cuantía, no quede en libertad a menos que pague una fianza, y tenga obligación de buen comportamiento y presentaciones continuas? Aunque el ideal es que pague tras las rejas por sus delitos, eso los pondría a pensar. Eso sí, se necesita construir nuevas prisiones, o que sean llevados a colonias agrícolas, donde, además, aprenden algo productivo. Y, por favor, que sigan las pesquisas dentro de las cárceles, que de allí parte mucha extorsión.
Ángel María Aguilar