SEÑOR DIRECTOR:
Cada vez más personas usan la ciclorruta en Bogotá. Sin embargo, otros que no están habilitados para hacerlo también lo hacen, como motos eléctricas, deportistas que trotan (frenando a los ciclistas), bicicletas con motores a dos tiempos (que hacen muchísimo ruido y contaminan) y patinetas eléctricas, que sobrepasan los límites de velocidad. Las mezcla de todos estos s en la misma vía ha generado accidentes.
La ciudad debería actuar con mayor acción. Me permito sugerirle a la Alcadía que:
1.Considerando que los infractores transitan frente a la policía de tránsito con toda impunidad, convendría impulsar mayor capacitación a los agentes de tránsito para que actúen ante la infracción.
2.Para los deportistas que corren usando la ciclorruta se debería permitir que la usen, pero en horarios no pico de tránsito de los ciclistas (de 6:30 a. m. a 8:30 a. m. y de 4:30 p. m. a 6:30 p. m.).
3.Frente a las bicicletas con motores de dos tiempos y considerando que muchos son repartidores de domicilios, la solución está en que la alcaldía le solicité a Rappi (y demás empresas similares) sancioné a sus repartidores si cometen la infracción.
Juan Camilo Guerrero
SEÑOR DIRECTOR:
Soy pensionado y veo desde hace años cómo el valor adquisitivo de mi mesada disminuye en relación inversa al aumento del salario mínimo. Es decir que mi poder de compra se reduce cuando los ajustes son mayores. Esto parece difícil de creer, pero es muy lógico si tenemos en cuenta que muchas empresas se han acostumbrado a ajustar sus precios de venta el doble que el ajuste del salario mínimo. Esto significa que si el ajuste del mínimo es, por ejemplo, de un 10 %, en los primeros meses del año los precios se ajustarán en un 20 % y mi poder adquisitivo se habrá reducido en un 10 %. En cambio, si el ajuste es de un 5 %, los precios subirán en un 10 % y el poder de compra de los asalariados y pensionados se reducirá ‘solo’ en un 5 %. Mientras no se cambie esta mala costumbre, seguiré temblando ante el previsible impacto del ajuste del salario mínimo.
Juan Manuel de Castells
SEÑOR DIRECTOR:
Una de las manifestaciones más notorias de la decadencia humana y cristiana de nuestra sociedad es la edad en que ahora se casan la gran mayoría de los que se llegan a casar. Nos encontramos con que la mayoría se casan con más de 30 años. Y hay muchos que ni siquiera se casan. Viven juntos, pero sin ningún compromiso. Obviamente, esto lleva consigo que no tienen hijos. Y si los tienen, nadie sabe qué será de ellos. Este es uno de los motivos más importantes del acusado descenso de la natalidad en nuestro país. Y entre los que se casan tarde, con frecuencia es por causas económicas.
Mantener una familia, comprar o alquilar una casa, vivir con cierta soltura, lleva consigo mucho gasto y, por lo tanto, es necesario que marido y mujer tengan un trabajo bien remunerado. Y esto no es fácil a las primeras de cambio. Así las cosas, cuando esos jóvenes deciden casarse no hay tiempo ya para tener hijos.
Jesús D Mez Madrid
Girona (España)