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Entrevista
‘El chavismo mata todas las formas de expresión humana’: Rodrigo Blanco, escritor venezolano
El escritor venezolano, ganador del Premio Bienal de Novela Vargas Llosa, define a Maduro como ‘un psicópata, un cínico como toda persona con ese nivel de poder’.
Manifestantes en defensa del régimen de Maduro, en Venezuela, el pasado 23 de agosto. Foto: AFP
La fecha de su arribo a París está tatuada en su memoria: 23 de noviembre de 2015. “Todo aquel que emigra recuerda el día definitivo en el que su vida cambia para siempre”, asegura. Abandonó definitivamente Caracas y se instaló en Europa. Primero en París. Actualmente está radicado en España, en Málaga. Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981) es el autor de The Night, ganadora del Premio de la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en 2019, de la Crítica en Venezuela y del Premio Rive Gauche en Francia. Allí narra los años de asfixia en una Caracas azotada por la crisis energética durante el régimen de Hugo Chávez. También fue finalista del Premio Internacional Booker, por Simpatía, y con Los terneros resultó finalista del V Premio Narrativa Breve Ribera del Duero en 2017.
Blanco Calderón, colaborador del diario español ABC, impulsó diversos proyectos culturales durante los regímenes de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro. Junto con unos amigos creó una editorial en Caracas, Lugar Común, que luego abrió una librería homónima ubicada en la zona de Altamira, las coordenadas donde se llevaron a cabo las sangrientas protestas de 2014. Aquel sitio se convirtió en un espacio de resistencia. Blanco Calderón es uno de los autores venezolanos que, desde el exilio, junto con Karina Sainz Borgo y Juan Carlos Méndez Guedes, claman por el regreso de la democracia: “No he publicado una sola página que no esté atravesada por las balas de Venezuela”.
En estos días cortaron el suministro eléctrico en la residencia de la embajada de Argentina en Caracas, con seis asilados del equipo de campaña de María Corina Machado dentro. Es imposible no pensar en The Night, signada por los apagones. ¿En qué contexto la escribió?
Escribí la novela entre los años 2010 y 2013, en el contexto de la crisis energética en Venezuela. Fueron unos años particularmente difíciles dentro de la ya difícil historia venezolana porque la crisis energética marcó un antes y un después: se pasó de una situación conflictiva, política, social y económicamente difícil, a una situación ya verdaderamente crítica, dramática, horrorosa y oscura. Esos tres años en los que escribí la novela van desde la declaración de la crisis hasta el anuncio de la muerte de Chávez. Es decir, en la transición de lo malo al horror.
¿Tenía esperanza en el cambio de era en la elección del pasado 28 de julio?
El escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón, que dejó su país y vive en Málaga, España. Foto:Archivo particular
Por un lado, estaba y sigo estando muy impresionado con el proceso de cambio que está liderando María Corina Machado. Creo que es, sin menoscabo de los otros, la líder política que estábamos necesitando y esperando desde hace mucho tiempo, con unos objetivos claros para llevarnos entre todos a esta posición de unidad política que no se había visto en 25 años. Este trabajo se ha traducido en una fuerza de voto que es el gran valor que tenemos ahorita, lo incontestable de la victoria de Edmundo González que ha puesto totalmente contra las cuerdas al chavismo y lo ha obligado a hacer un fraude. Por otro lado, una fuerza pesimista porque yo estaba seguro de que Maduro no iba a reconocer los resultados, que iba a cometer fraude y que iba a empezar el proceso de represión, persecución y asesinato de la disidencia. Extrañamente, no me he sentido abatido. Más bien muy optimista porque siento que se están moviendo cosas de fondo en Venezuela a nivel social y político que son distintas.
¿Cómo fue esa experiencia de emprender un proyecto cultural de esa magnitud en Caracas, con sus valores, en ese contexto tan adverso y enemigo del diálogo?
Entre 2005 y 2015 hice incansablemente trabajos de gestión cultural de manera independiente. Esa actividad, en ese contexto, fue muy sobrecogedora, y, por supuesto, estuvo cargada de un sentido político tremendo. Quienes la hacíamos y quienes la siguen haciendo realizan actos de resistencia frente a un Estado totalitario y panfletario, que mata todas las maneras de expresión humana. Crear una editorial, tener programas de radio, hacer eventos culturales y haber estado vinculado a esta librería se recargaba de una serie de emociones que va más allá de una mirada literaria. Yo creo que en Venezuela nos acostumbramos a crear comunidad con una conciencia de resistencia.
Hubo intelectuales y profesores que respaldaron el régimen. ¿Todavía hay intelectuales que lo apoyan?
Creo que la mal llamada Revolución bolivariana tuvo una edad de oro, vinculada a la buena estrella que en algún momento tuvo Hugo Chávez, que era un psicópata carismático que, además, tenía mucho dinero. Tuvo los mayores ingresos de la historia petrolera venezolana y los despilfarró. Eso sirve para comprar voluntades. En Venezuela debo decir que fueron escritores no demasiado representativos ni en calidad ni en cantidad y que, además, con la llegada del chavismo aparcaron su obra creativa porque prácticamente no produjeron nada más. Hoy es difícil encontrar un escritor de cierta importancia que todavía ponga las manos en el fuego por la dictadura de Nicolás Maduro.
¿Cómo considera que estos 25 años de régimen han afectado o impactado la literatura venezolana, con la censura, las persecuciones y el exilio?
Hay que estudiarlo por bloques de tiempo. Hay una diferencia de carisma, pero no de método, entre Nicolás Maduro y Hugo Chávez. Dentro del reinado de Chávez, hasta 2006, fue un período de luna de miel, y a partir de ese momento empezó a resquebrajarse todo. Al principio, Chávez fue un fenómeno global que atrajo mucha atención internacional hacia Venezuela. Esto permitió que transnacionales del libro se instalaran en el país y empezaran a publicar muchas obras para tratar de entender el fenómeno de Chávez y, por extensión, se publicó mucha literatura venezolana. Cuando la luna de miel y el dinero del chavismo se empezó a acabar, hacia 2010, comienza la crisis de papel. El control de cambio volvió imposible que las empresas pudieran sacar los dividendos de los libros que vendían en Venezuela, se fueron las transnacionales y el mercado del libro se empezó a resquebrajar. Hoy son muy pocas las editoriales independientes. Ha habido un deterioro brutal de la producción editorial y esto afecta la escritura. No es lo mismo un joven escritor, como lo fui yo, que escribía sabiendo que había un sistema de premios y concursos que me permitiría quizás publicar, que un joven de ahora que no tiene para comer ni estímulo para la creatividad.
¿Y qué ocurre con aquellos escritores que emigraron, como es su caso?
Para ellos ha sido terrible porque el poco capital cultural que tenían en Venezuela lo perdieron por completo. Porque literariamente no son nadie fuera de Venezuela y se hace muy difícil abrirse un camino.
¿Existe una voluntad política para que no se publiquen sus libros en Venezuela?
A mí me encantaría poder decir que no me publican en Venezuela porque mis libros son incómodos. Pero hay algo que entender de la dictadura chavista: es una dictadura iletrada. Es una dictadura del siglo XXI a la que solo le interesan TikTok, las redes sociales y el reguetón. Maduro, aunque parezca un dinosaurio, es un dictador mucho más moderno que Daniel Ortega, quien sigue el modelo de dictador a la manera de Castro, que persigue intelectuales, prohíbe libros y declara apátridas a Gioconda Belli, a Sergio Ramírez y a 92 intelectuales más. Maduro quiebra la industria del libro como ha quebrado la industria petrolera. Simplemente no hay modo de que los libros en general, cualquiera que sea, lleguen allá. Es una política de asfixia.
¿Piensa que realmente Maduro cree lo que expresa? ¿Es un cínico que se cree su propia mentira?
He dedicado muchas horas a reflexionar sobre eso. Es la reflexión sobre el mal: cómo puede existir una persona o un grupo de personas, una estructura de poder, que pueda mentir tan descaradamente, que sea capaz de organizar un país para que la gente se muera literalmente de hambre mientras ellos se dan la gran vida. Maduro es un psicópata, un cínico como toda persona con ese nivel de poder, pero llega un punto en el que se crea una comunidad psicopatógena y por eso es tan peligroso.
¿Entiende el progresismo español o europeo a las dictaduras y populismos latinoamericanos? Hay referentes políticos que respaldan o son benévolos con su mirada hacia el régimen venezolano.
El caso de la dictadura chavista no se entiende en España. No me refiero a militantes de la izquierda más obtusa, con quienes no hay diálogo posible. Me refiero a amigos, a gente que te pregunta, y empiezo a contarles el 0,1 % de todo, y no lo entienden. En España hay una serie de prejuicios y de ideas sobre América Latina y en lo que tiene que ver con las dictaduras. Están marcados, por supuesto, por la experiencia del franquismo, y es comprensible, y por las dictaduras, sobre todo, del Cono Sur en América Latina en los años setenta. Da la impresión de que ese es el único modelo de dictadura. Hay que entender que la dictadura es un mecanismo que se actualiza.
¿En qué sentido lo dice?
El mal se actualiza, así como se actualiza la tecnología. Y las dictaduras del siglo XXI son dictaduras de sincretismo ideológico delirante que ha utilizado los mecanismos democráticos para instalar regímenes autoritarios. El modelo del golpe de Estado con tanques, con militares tomando el Palacio de la Moneda, eso ya pasó. Ahora se llega al poder por la vía electoral y democrática y desde ahí se convoca una asamblea constituyente para que permita reelecciones indefinidas, se empieza a cooptar los tribunales supremos y los medios de comunicación.
¿Hay una salida posible a este laberinto que han construido en Venezuela?
Imagino un escenario como el que tenemos ahora, pero llevado a su máxima consecuencia. Los venezolanos nos organizamos alrededor de nuestros líderes políticos, fuimos masivamente a votar y fue un resultado abrumador al que ni siquiera el chavismo pudo hacerle trampa de forma verosímil. Ahora nos toca demostrarlo y defenderlo. Es importante ver que hay respaldo de la comunidad internacional y es estimulante ver que una serie de países no reconocen los resultados. Lo importante sería que esa presión viniera de sus propios aliados, de Gustavo Petro y de Lula, sobre todo. El problema es que mientras más tiempo pasa, la dictadura está reprimiendo, asesinando.
Era joven cuando el chavismo llegó al poder. ¿En qué momento o a partir de qué hecho advirtió que aquel gobierno era peligroso y dañino?
Desde el minuto uno. Me crie en una casa con valores democráticos y no nos gustó lo que vimos. Pero fue un proceso gradual. Prácticamente todos mis amigos de la universidad terminaron trabajando para el chavismo. Era muy fuerte ver amigos que apoyaban a grupos paramilitares que disparaban a una marcha donde yo estaba. Mi momento de hartazgo fue en 2013, cuando Maduro ganó su primera elección contra Henrique Capriles. Todavía en aquel momento la dirigencia política no entendía con quién lidiaba.