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¿Quién puede frenar la guerra entre Israel y Hamás en Medio Oriente?

Aunque Gustavo Petro dijo que EE. UU. podía parar la violencia, hay otros países mejor posicionados.

El secretario de Estado estadounidense Antony Blinken (izq.) se reúne con el presidente palestino Mahmoud Abás.

El secretario de Estado estadounidense Antony Blinken (izq.) se reúne con el presidente palestino Mahmoud Abás. Foto: AFP

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“El Gobierno de Estados Unidos tiene el poder de parar la masacre”, posteó hace pocos días el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en sus redes sociales. Lo hizo como parte de una serie de casi cien trinos en la red X, en los que nunca condenó la salvaje embestida terrorista del grupo islamista radical Hamás, que llegó a asesinar, en Israel, a ancianos, mujeres y niños, algunos –según denuncias de Tel Aviv– por la vía de la decapitación.
La Franja de Gaza, una pequeña región al suroeste de Israel de 41 kilómetros de largo por 11 de ancho y donde viven dos millones de palestinos, fue comparada por Petro con el campo de concentración y muerte –con cámaras de gas– de Auschwitz, creado por los nazis durante la II Guerra Mundial en su programa macabro de exterminio y donde murieron más de un millón de judíos.
Aunque pocos discuten que muchos de los ataques israelíes contra Gaza han matado civiles inocentes, la desproporción de la comparación produjo una durísima reacción de la embajadora especial de la Casa Blanca para el combate del antisemitismo, la historiadora y catedrática Deborah Lipstadt.
“Estuve en el campo de concentración de Auschwitz, y ahora lo veo calcado en Gaza”, había trinado Petro. La respuesta de la embajadora Lipstadt fue tajante: “Nos sorprendió ver al presidente Petro comparar al Gobierno israelí con el régimen genocida de Hitler. Condenamos enérgicamente las declaraciones del presidente Petro y le pedimos que condene a Hamás, una organización designada como terrorista, por su bárbaro asesinato de hombres, mujeres y niños israelíes”, señaló.
Deborah Lipstadt y el presidente Gustavo Petro.

Deborah Lipstadt y el presidente Gustavo Petro. Foto:Gobierno de EE. UU. Presidencia.

La extensa secuencia de posteos de Petro –con muy discutibles referencias históricas– produjo una crisis en las relaciones de Colombia con Israel, y una andanada de críticas en el país y en el exterior.
Los cancilleres que trabajaron con los seis presidentes que lo antecedieron firmaron una declaración en la que cuestionaron la diplomacia de trinos de Petro: “Los mensajes del Presidente de la República y de la Cancillería colombiana se separan de manera radical de la tradición de nuestro país por el respeto al derecho internacional y al multilateralismo”, dijeron.
“Su contenido y alcance alejan las posibilidades de lograr una política de consenso en los asuntos internacionales y debilitan la institucionalidad de nuestra diplomacia”, agregaron los excancilleres.

Un margen muy limitado

Pero, más allá de ese álgido debate, vale la pena preguntarse si Petro tiene razón cuando sostiene que el gobierno de Joe Biden puede parar la escalada de violencia en la región, en especial si se tiene en cuenta su alineamiento de décadas del lado de Israel.
Aunque en tiempos de Bill Clinton, la Casa Blanca fue un impulsor clave de los acuerdos de Oslo –firmados hace 30 años–, lo cierto es que no han sido puestos en práctica ni han evolucionado, como se suponía, hacia la creación de un Estado palestino.
Dicho fracaso se debe al menos a dos causas: la oposición de la derecha israelí más radical (hoy presente en el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu) y, de manera muy especial, la oposición de Hamás.
Los líderes de Israel y Estados Unidos, Benjamin Netanyahu y Joe Biden.

Los líderes de Israel y Estados Unidos, Benjamin Netanyahu y Joe Biden. Foto:Jim WATSON / AFP

Desde hace más de una década, esta organización armada –que rechaza los acuerdos de Oslo y ha llegado a desconocer el derecho de Israel a existir– impuso en Gaza un régimen de terror contra los demás grupos políticos. De modo que, tras los bestiales ataques de Hamás contra civiles en su incursión lanzada el sábado 7 de octubre, poco o nada puede hacer Washington frente a la respuesta armada de Netanyahu.
Y en cuanto a Hamás, sus líderes solo sienten desconfianza hacia la Casa Blanca. En 2018, en una entrevista con la afamada revista sa Politique Internationale, el líder del grupo, Ismail Haniyeh, dejó en claro su rechazo a cualquier rol como árbitro por parte de Washington.
Tras subrayar “la constante hipocresía de Estados Unidos”, explicó que ese país ha intentado siempre “presentarse como un mediador imparcial decidido a hacer progresar el pretendido proceso de paz, pero, en realidad, todo el tiempo ha apoyado sistemáticamente la ocupación israelí”.
EE. UU. ha intentado siempre “presentarse como un mediador imparcial (...) pero, en realidad, todo el tiempo ha apoyado sistemáticamente la ocupación israelí
El apoyo de Biden a Israel no es sólo retórico sino tangible con el envío de portaaviones y todo tipo de ayuda militar. La prueba más reciente de ello es su sorpresivo viaje a Tel Aviv, a donde arribará este miércoles con una agenda propia -y muy delicada- que conciernen tanto a la política doméstica como a los intereses estratégicos de EE. UU. en el tablero internacional. El objetivo, como se lo describieron a este diario fuentes de la Casa Blanca, es multifacético y contempla cinco puntas.
Además de resaltar el apoyo ineludible a Israel, la otra prioridad inmediata del presidente es velar por la seguridad de los estadounidenses que se encuentran en la zona y promover la creación de un corredor humanitario para permitir el flujo de la ayuda humanitaria a Gaza.
Y es que el otro gran objetivo de Biden es convencer a Netanyahu de que la respuesta de Israel, si bien justificada, debe ser cautelosa y limitar al máximo las bajas de civiles.
Varios hombres retiran un cadáver del lugar donde se produjo un ataque israelí al oeste de la ciudad de Gaza.

Varios hombres retiran un cadáver del lugar donde se produjo un ataque israelí al oeste de la ciudad de Gaza. Foto:EFE

Biden dijo el domingo en una entrevista de televisión que respalda a Netanyahu en su reacción frente al feroz ataque, y que comparte con ese gobierno el objetivo de “eliminar a Hamás”. Aclaró, eso sí, que “sería un error ocupar Gaza” con tropas israelíes.
“Más que estar en capacidad de parar a Israel, Washington se ha concentrado en evitar que lo ocurrido se escale más allá de Gaza, y se convierta en un conflicto bélico extendido a buena parte del Medio Oriente”, le explicó a EL TIEMPO, en París, un diplomático europeo que pidió reserva de su nombre.
“Esa es la tarea del secretario de Estado, Antony Blinken, en su gira por varias capitales de la región: él sabe que frenar a Israel en su durísima reacción armada –que la mayoría de sus ciudadanos justifica– es muy difícil”, concluyó el diplomático.

Si no es EE. UU., ¿quién?

Aparte de su reunión con Netanyahu en Tel Aviv, en unas cuantas horas Blinken visitó Jordania, Catar, Baréin, Arabia Saudita y Egipto, en un esfuerzo con dos objetivos, uno de corto plazo y otro de un horizonte más largo. Ninguno incluye frenar a Israel en su reacción, más allá de la advertencia de Biden sobre lo equivocado que sería una ocupación militar permanente de Gaza.
El primer objetivo es evitar que el conflicto escale. El lunes, el régimen de los ayatolás en Irán lanzó amenazas contra Israel.
De visita en Beirut, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Hossein Amir Abdollahian, vaticinó que Israel podría sufrir “un gran terremoto” si persistía en sus ataques a Gaza, y aseguró que su país puede intervenir en la guerra si las tropas de Tel Aviv penetran ese enclave palestino.
El líder supremo iraní Ayatollha Ali Jamenei advirtió a Israel de que detenga el ataque contra Gaza.

El líder supremo iraní Ayatollha Ali Jamenei advirtió a Israel de que detenga el ataque contra Gaza. Foto:EFE

Arabia Saudita, que por años ha mantenido distancia con Irán en el curso de una dura confrontación por la influencia en la región, protagonizó este año un histórico acercamiento con los ayatolás de Teherán. De ahí que Blinken haya buscado en su visita al régimen saudí que use su nueva relación con Irán para evitar la escalada.
El segundo objetivo es que, una vez se cierre el círculo de la violenta crisis actual –cuyo saldo, en 11 días, ronda los 5.000 muertos–, sea posible volver a trabajar en la reactivación de un proceso de paz cierto y creíble.
La lista de países que podrían contribuir a esa reactivación debería encabezarla la Unión Europea. El problema es que no hay un consenso entre los 27 países que la integran. Las divisiones se reflejan en la cúpula misma de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE), y así es imposible jugar un rol mediador.
De un lado, su presidenta, Úrsula von der Leyen, viajó a Tel Aviv para brindar su apoyo casi incondicional a Israel, y sostuvo que las acciones de Hamás este mes constituyen “el peor ataque contra los judíos desde el Holocausto”. En una orilla diferente parece estar el representante de la UE para la Política Exterior, Josep Borrell, quien, si bien ha condenado a Hamás, también ha cuestionado los ataques de Israel contra la población civil en Gaza.
Pocos países como Arabia Saudita podrían jugar un papel tan trascendental
El otro candidato es China, cuyo régimen ha protagonizado un acercamiento significativo a los países árabes, incluido Irán, y que a la vez había tejido estrechas relaciones comerciales con Israel en la década pasada, en torno a la compra de material tecnológico, incluido el militar.
Pero, tras las limitaciones impuestas por Biden a la venta de ese tipo de equipos a China, y el pedido a aliados como Israel de hacer lo propio, las relaciones entre Pekín y Tel Aviv se enfriaron. La pregunta es si ese enfriamiento es tal que impediría a China jugar el papel de mediador en la crisis actual.
Otros candidatos son Catar, Jordania, Egipto, Arabia Saudita e incluso Turquía. Entre ellos se destaca el régimen saudí, que controla el siempre controvertido príncipe heredero Mohamed bin Salmán.
El designado sucesor del rey Salmán bin Abdulaziz ha desatado en tiempos recientes una frenética actividad diplomática que lo ha acercado a China, pero también a Irán e Israel. Su empeño en superar las históricas diferencias con los ayatolás de Teherán fue consagrado por el anuncio, en marzo, del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Teherán y Riad tras años de conflicto.
Pero, al mismo tiempo, el príncipe heredero avanzó en negociaciones con el gobierno de Netanyahu. Y aunque por ahora el intento está congelado y nadie ha hablado aún de relaciones diplomáticas formales, hasta fines de septiembre, los dos regímenes enviaron señales de acercamiento con el objetivo de establecer lo que el primer ministro israelí llamó “una paz histórica” entre ellos.
Encuentro entre Joe Biden y Mohamed Bin Salmán

Encuentro entre Joe Biden y Mohamed Bin Salmán Foto:EFE/EPA/BANDAR ALJALOUD

Esos os inquietaron tanto a Irán que muchos analistas coinciden en que el ataque de Hamás –grupo patrocinado por los ayatolás– buscaba dañar la distensión entre Israel y Arabia Saudita, cuyo gobierno, de hecho, congeló los os con Tel Aviv tras el estallido del conflicto la semana pasada.
Aun así, pocos países como Arabia Saudita podrían jugar un papel tan trascendental. El tiempo lo dirá porque, por ahora, toda la atención se centra en la ofensiva de Israel sobre Gaza, y en los riesgos de un escalamiento pues, aparte de las amenazas de Irán, el grupo terrorista Hezbolá, basado en Líbano, ha lanzado ataques a territorio israelí que Tel Aviv ha respondido con misiles.
La mayoría de analistas coincide en que Israel persistirá en destruir a Hamás, un objetivo nada sencillo. La operación durará semanas, véanse meses, y no estará exenta de controversias y denuncias en el campo de los derechos humanos. Pero, aun si Netanyahu consigue ese propósito, la gran pregunta es qué vendrá después y si, reducido Hamás a una mínima expresión, la paz volverá a tener una oportunidad en el Medio Oriente.
MAURICIO VARGAS LINARES
ANALISTA EL TIEMPO

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