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Guerra entre Israel y Hamás: ¿qué está en juego en nuevo conflicto que aterra al mundo?

Ataque de Hamás desató un conflicto extremo cuyas consecuencias pueden dejar profundas cicatrices.

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“Hoy en día, la región de Oriente Medio se encuentra en el estado más tranquilo de las últimas dos décadas”, decía optimista el pasado 27 de septiembre Jake Sullivan, el secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos en un evento organizado por la revista The Atlantic. Pero a renglón seguido ensombreció su expresión al explicar que solo dos temas podrían romper esa quietud: el programa nuclear iraní y el conflicto palestino-israelí.
Poco más de una semana después, y como si hubiera sido una premonición, Sullivan y el mundo en general constataron que el segundo de esos temores se había hecho realidad de la manera más inesperada y brutal.
Una incursión por tierra, mar y aire del movimiento islamista palestino Hamás, acompañada del lanzamiento de miles de cohetes, y la respuesta israelí, han provocado la muerte de al menos 3.500 personas (más de 1.300 israelíes y de otras nacionalidades, incluidos colombianos, y 2.200 palestinos), según cifras de los sistemas de salud de ambas partes. El sabbat (sábado, día sagrado judío) más sangriento de la historia de Israel.
Kfar Aza, Israel.

Kfar Aza, Israel. Foto:EFE/EPA/ATEF SAFADI

Muchas son las hipótesis que se han lanzado para explicar los factores que desataron semejante confrontación y que en todo o en parte dan luces sobre el escenario de muerte y devastación que se vive: desde las presiones de Irán sobre su aliado Hamás para hacer inviables los encaminados acuerdos entre Israel y los países árabes hasta el hecho de que las fracturas en la sociedad israelí provocadas por el intento del gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu de minar la autoridad de la Corte Suprema terminaron abriendo el resquicio que aprovechó Hamás.
O el más obvio: la dramática situación de los gazatíes, una olla a presión que tarde o temprano iba a explotar por el férreo bloqueo israelí y las humillaciones y violaciones a los derechos humanos que denuncian.
Gaza es una gran prisión que depende de Israel para alimentarse
Para el analista George Giacaman, de la Universidad de Birzeit en Cisjordania, la impotencia de Hamás ante la degradación de la situación en Gaza fue una de las razones que empujaron la ofensiva: “La vida en Gaza se había vuelto insoportable (...) Gaza es una gran prisión que depende de Israel para alimentarse y para ello los pasos fronterizos deben estar abiertos. La ira de la población contra Israel se transformó en ira contra el poder, es decir, contra Hamás”.
También apunta a supuestas provocaciones israelíes en la mezquita de Al Aqsa.
Buscan supervivientes en el lugar de un ataque israelí con cohetes en el campo de refugiados de Al-Shati, en el oeste de la ciudad de Gaza.

Buscan supervivientes en el lugar de un ataque israelí con cohetes en el campo de refugiados de Al-Shati, en el oeste de la ciudad de Gaza. Foto:EFE

Un ataque que nadie vio venir

Toda una tragedia que el mundo no vio venir y que va a terminar en una crisis humanitaria impredecible por el sitio impuesto sobre Gaza por el ejército israelí, que anunció el corte de suministros de agua, electricidad y alimentos; por la perentoria orden de evacuación lanzada el viernes para que los palestinos abandonen el norte de la Franja y que obliga a un éxodo interno sin precedentes; la ofensiva terrestre que se da como un hecho en los próximos días; la muy posible e ilegal –a la luz de la legislación internacional– reocupación del territorio que habían abandonado en 2005; la incierta suerte de los 150 secuestrados israelíes y de otras nacionalidades que tiene Hamás en su poder, y las denuncias de que las dos partes han cometido violaciones a los derechos humanos y crímenes de guerra.
Eso sin ahondar en la posibilidad de que haya un contagio regional por el accionar de movimientos aliados de Irán en el Líbano, el Hezbolá, o movimientos del ejército sirio. No por nada, Washington ordenó el despliegue de dos portaaviones para disuadir cualquier aventura bélica, en especial de Irán.
Aunque el mundo en general condenó a Hamás (Colombia no lo ha hecho) y reconoce el derecho de Israel a defenderse, países y organizaciones han hecho llamados a una respuesta proporcional y apegada a la legislación internacional y al respeto de los DD. HH.
Fuerzas israelíes se reúnen a largo de la frontera con Gaza. Todo parece indicar que preparan una operación terrestre en el enclave palestino.

Fuerzas israelíes se reúnen a largo de la frontera con Gaza. Todo parece indicar que preparan una operación terrestre en el enclave palestino. Foto:EFE

“Los cortes de suministros son el primer paso para una ofensiva más grande. El ejército israelí se está preparando, y sabemos que, una vez en funcionamiento, toda la maquinaria bélica puede ser muy potente y con unos resultados muy dolorosos. En Gaza viven dos millones de personas y es muy difícil separar a los civiles de los combatientes”, explica a EL TIEMPO el analista Adrian Mac Liman.
Para Israel, que equipara lo sucedido con el 11-S en alusión a los ataques contra Estados Unidos del 2001, será el capítulo más trascendente de la guerra contra el terrorismo, especialmente compleja porque su objetivo declarado es aplastar la capacidad militar de Hamás –que se camufla entre civiles y los usa como escudos– y descabezar su liderazgo.
En Gaza viven dos millones de personas y es muy difícil separar a los civiles de los combatientes
“Es el ataque más grave en la historia de Israel y la masacre más grande de judíos desde la Segunda Guerra: en un día murieron más de 1.300 civiles inocentes y secuestraron más de 150 personas”, pone en contexto para este diario Tal Mimran, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Para Hamás, que gobierna la Franja, es la esperada venganza por lo que denominan los “crímenes de la ocupación”, un pulso que nunca ha tenido en cuenta el daño a civiles inocentes, pero que revitaliza su influencia en la sociedad palestina y arrincona más, si se quiere, a los sectores moderados que vieron en un plan de paz con Israel, y en la solución de dos Estados, una salida que luce cada vez más lejana, algo en lo que el movimiento integrista nunca creyó y siempre combatió, pues su bandera es la aniquilación de Israel.
Protestas a favor de los palestinos. Para Hamás, que gobierna la Franja de Gaza, los ataques son una venganza por lo que denominan los “crímenes de la ocupación”.

Protestas a favor de los palestinos. Para Hamás, que gobierna la Franja de Gaza, los ataques son una venganza por lo que denominan los “crímenes de la ocupación”. Foto:EFE

Ataques como en el Yom Kipur

Los grandes servicios de inteligencia, incluidos los israelíes, considerados entre los mejores del mundo, no tenían indicios de lo que se estaba cocinando en la pequeña franja costera palestina vecina de Egipto. Tal como pasó en 1973 en la llamada guerra del Yom Kipur, cuando fuerzas egipcias y sirias sorprendieron a los israelíes confiados de su invencibilidad.
Netanyahu, que además es el líder de ese país que más tiempo ha estado en el poder, parecía tener todo bajo control. Respecto a Hamás ya no se le consideraba como una gran amenaza, al menos en lo inmediato, debido a que el grupo se había abstenido en los últimos meses de participar en el lanzamiento de cohetes, dejándole esa tarea a otro: la Yihad Islámica.
Confiaba ciegamente en la capacidad de sus más de diez agencias de seguridad de detectar cualquier movimiento y en la sistematizada y sofisticada valla de seguridad a lo largo de la frontera con Gaza que decían era capaz de detectar el aleteo de un ave. Más aún, sondeos de opinión indicaban que la cuestión palestina ya no estaba dentro de las principales preocupaciones de los israelíes.
Milicianos palestinos se tomaron a la fuerza los carros del ejército israelí.

Milicianos palestinos se tomaron a la fuerza los carros del ejército israelí. Foto:EFE

Por otra parte, y como líder de la coalición más inclinada a la derecha de la historia de Israel, su política de ampliar la colonización ilegal de los territorios y de absoluta intransigencia terminó minando los sectores moderados y al gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP, que controla partes de Cisjordania), condenándola al ostracismo.
En el plano diplomático, Netanyahu también parecía jugar con cartas ganadoras. Estaba expectante de las gestiones del presidente Joe Biden para convencer a Arabia Saudí de normalizar relaciones con Israel y fortalecer el Acuerdo de Abraham (2020), firmado con Emiratos Árabes Unidos y Baréin y al que luego se sumaron Marruecos y Sudán.
Presentado como el gran logro exterior de la istración de Donald Trump, este arreglo dejó por fuera de la escena la causa palestina, en el sentido de que la moneda de cambio de los países árabes para reconocer a Israel era que los reclamos palestinos fueran satisfechos. Con el acuerdo, Netanyahu se arreglaba con los árabes sin resolverles a los palestinos.
Varios analistas apuntan a la tesis de que la ofensiva de Hamás se habría precipitado para boicotear dicho acuerdo (Israel-Hamás)
Y precisamente por su enorme peso, el eventual ingreso de los saudíes podía ser una jugada maestra que patearía el tablero regional y podría impulsar que otros países árabes se sumaran. La normalización está “cada día más cerca”, había anticipado el príncipe heredero saudí y gobernante de facto, Mohamed bin Salmán. Un pacto de defensa con Estados Unidos y ayuda para desarrollar su propio programa nuclear civil eran las apuestas de Riad. Por otra parte, ‘Bibi’ golpeaba de frente a su archienemigo Irán, pues lo dejaba más aislado en la escena regional, aunque quedaban los palestinos a su merced.
Por eso, varios analistas apuntan a la tesis de que la ofensiva de Hamás se habría precipitado para boicotear dicho acuerdo. Según ellos, habría atacado con extrema violencia para desatar a su vez una brutal reacción israelí que impidiera que los saudíes, como guardianes del mundo árabe, culminaran dicho acercamiento.
Benjamin Netanyahu, en la visita de Blinken.

Benjamin Netanyahu, en la visita de Blinken. Foto:AFP

Los os con Irán

La versión de Sullivan de que no se percibía la inminencia de una escalada mayor se respaldaba, a su vez, en varios hechos concretos. Los discretos acercamientos de Biden con altos cargos iraníes para neutralizar el programa nuclear ya habían dado pequeños frutos con la liberación de cinco rehenes estadounidenses a cambio de transferir 6.000 millones de dólares en ingresos petroleros.
El mismo Sullivan, en el evento de The Atlantic, había resaltado que los ataques respaldados por Irán en Irak se habían detenido “de momento” y que avanzaba una tregua en Yemen, donde Teherán apoya a los hutíes.
Aparentes buenas noticias que no tuvieron en cuenta un elemento clave y que muestran las limitaciones del enfoque de Biden respecto al régimen de los ayatolas: la desescalada entre Teherán y Washington no cubrió “las tensiones Irán-Israel”, afirma Ali Vaez, de Crisis Group. Tampoco la exigencia a Teherán de cesar su apoyo a grupos considerados terroristas por Occidente, entre ellos Hamás.
El líder supremo Ayatollah Ali Khamenei llega a una videoconferencia.

El líder supremo Ayatollah Ali Khamenei llega a una videoconferencia. Foto:EFE

“No veo indicios de que los iraníes estuvieran realmente interesados en reducir la tensión”, apunta Ray Takeyh, del Consejo de Relaciones Exteriores. Lo que abre la pregunta de qué tanto tuvo que ver Irán en los ataques de ese sabbat trágico.
“Estados Unidos no tiene nada que demuestre que Irán estuvo directamente involucrado en este ataque, en su planificación o ejecución”, itió el encargado de la diplomacia, Antony Blinken. Pero añadió: “Hamás no sería Hamás sin el apoyo que ha recibido durante años de Irán”.
“Es razonable suponer que Hamás se entrenó meses para este ataque, pero no es inconcebible que el momento actual sea el resultado de la influencia o la presión iraní”, apunta Neomi Neumann, del Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo y exjefa de investigación de la agencia de seguridad interna de Israel Shin Bet, una de las más cuestionadas hoy. Involucrados o no, Irán celebró con aplausos y fuegos artificiales.
No es inconcebible que el momento actual sea el resultado de la influencia o la presión iraní
La gravedad de la declaración de ‘estado de guerra’ de Netanyahu y las cartas que aún tiene por jugar Hamás hacen presumir que el conflicto será largo y doloroso. En Israel hay claridad en que no habrá victoria sin incursión terrestre, pero la vida de los rehenes es un aspecto muy serio por considerar.
También hay que recordar que tras la guerra del 73, cinco años después Israel y Egipto firmaron los acuerdos de Camp David, que abrieron una esperanza de paz y cambiaron el escenario regional. Quizás llegó la hora, en esta historia de sangre y destrucción, de devolverles el aire a los moderados de los dos bandos.
EDUARD SOTO
EDITOR DE MESA CENTRAL
En X: @edusot
*Con reportería de Redacción Internacional, AFP-Efe

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