Que hay una radicalización creciente en ciertos sectores de la sociedad estadounidense no es una premisa nueva. De hecho, la violenta toma del Capitolio el pasado 6 de enero por una turba trumpista que quería impedir la victoria de Joe Biden fue un evento que dejó al desnudo esa realidad.
Hasta ahora, sin embargo, no existían elementos concretos para medir la profundidad de esta tendencia en un país que por décadas se ha considerado la democracia más sólida del mundo.
Sin embargo, una serie de encuestas recientes dejan claro que el fenómeno avanza y es sumamente explosivo, al menos entre los del partido del republicano que se denotan cada vez más inclinados a la violencia, profundamente desconfiados de su sistema electoral y con una visión muy negativa sobre los inmigrantes y la amenaza que, según ellos, plantean para el país.
En un sondeo del Instituto para la Investigación Pública Religiosa (Public Religion Research Institute, PRRI), a los estadounidenses se les pregunta si están de acuerdo con la siguiente premisa: “Las cosas van tan mal que los verdaderos patriotas tendrán que recurrir a la violencia para salvar el país”.
El 31 por ciento de los del Partido Republicano contestaron que sí, comparado con 11 por ciento de los demócratas y un 17 por ciento de los que se consideran independientes.
Si la pregunta solo se les hace a los que creen que a Trump le robaron las elecciones (una falacia demostrada ya en más de 40 cortes judiciales), el porcentaje sube al 39 por ciento.
Ya hay cierta distancia con ese evento, y uno pensaría que los ánimos se han calmado. Pero eso no es lo que vemos. Antes, lo que parece es que la gente se está afincando en sus posiciones
Extrapolando con el tamaño de la población de EE. UU., eso quiere decir que al menos 30 millones de adultos estadounidenses creen que la violencia podría ser necesaria en el futuro próximo si los resultados electorales no les favorecen.
Sumando a todos los grupos políticos (republicanos, demócratas e independientes), el 19 por ciento del país cree en la violencia para solucionar las diferencias, cifra que contrasta profundamente con las de años anteriores.
En esta misma muestra hace algunos años, ese porcentaje era del 11 por ciento. Y si bien en todos los grupos hay incremento, son las percepciones de los republicanos las que han empujado a esta nueva realidad.
“Son resultados alarmantes. Llevo haciendo este tipo de mediciones por décadas y no es el tipo de valoración que estamos acostumbrados a ver desde la perspectiva sociológica”, sostiene Robert Jones, uno de los autores del estudio y quien considera que este es una prueba que “ilustra la rápida y creciente polarización que se viene presentado en EE. UU.”.
De acuerdo con Jones, la tendencia es preocupante porque se creía que con el paso de los meses el malestar que provocó lo del 6 de enero tendería a disiparse.
“Ya hay cierta distancia con ese evento, y uno pensaría que los ánimos se han calmado. Pero eso no es lo que vemos. Antes, lo que parece es que la gente se está afincando en sus posiciones”, afirma.
Los resultados del PRRI van de la mano de otra tendencia, también medida en esta encuesta, y en otra muestra de NPR y Marista, sobre la confianza en el sistema electoral en el país.
En la de PRRI, el 68 por ciento de los republicanos creen que las elecciones del año pasado fueron fraudulentas, comparado con un 6 por ciento de demócratas y un 26 por ciento de independientes.
En la encuesta de NPR y Marista, el 67 por ciento de los republicanos afirman que no confían en las autoridades electorales y tampoco en los resultados que emerjan de los comicios del 2022 y el 2024.
En otras palabras, solo el 33 por ciento confía en el sistema. Entre demócratas, la cifra es del 82 por ciento, y de 68 entre independientes. Del lado contrario, los números se disparan entre personas que solo consumen noticias de medios de derecha, como Fox, y redes sociales: el 97 por ciento creen en la “Gran Mentira”, el nombre que se le ha dado a este fenómeno, propagado por Trump y políticos afines.
Aunque Biden ganó por más de 7 millones de votos y 74 asientos al Colegio Electoral (306 vs. 232), el expresidente se embarcó en una campaña de denuncias para impugnar los resultados.
Casi 50 demandas por fraude fueron elevadas antes las cortes, entre ellas la Corte Suprema, y todas fueron desechadas por falta de méritos. Las mismas autoridades federales, como la Fiscalía, que eran controladas por simpatizantes de Trump, declararon que no se habían producido irregularidades en los resultados. Aun así, la idea se afianzó entre sus seguidores gracias a la propagación de teorías de conspiración.
Según Daniel Cox, del American Survey Center, el clima de violencia y polarización actual es producto de la explotación con fines políticos de las diferencias culturales y sociales que siempre han existido en el país. “Lo que el 6 de enero demostró es que la violencia política ya no es un concepto teórico, sino real”, sostiene Cox, que ha realizado varios estudios al respecto.
Aunque una mayoría de estadounidenses (el 56 por ciento) creen que los inmigrantes fortalecen a EE. UU., en el caso de los republicanos estos son vistos como una amenaza para los valores y costumbres del país. Al menos el 70 por ciento así lo cree, y el número crece al 90 por ciento entre los que se informan solo a través de Fox y otros medios de extrema derecha.
Cox dice que el miedo a lo foráneo, sumado a los cambios demográficos (la población de blancos se ha reducido), ha sido explotado por los políticos con fines electorales, creando de paso la bomba de tiempo sobre la que yace EE. UU. y cuya primera detonación ya se escuchó hace seis meses.
SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON
@sergom68