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A través del diálogo se han consolidado 2.265 proyectos sociales en La Guajira

En 2023 realizaron inversiones sociales, obligatorias y voluntarias, por 105.000 millones de pesos.

Vicky Sierra es una líder y docente de la institución etnoeducativa Mapuain, la cual beneficia a niños de escasos recursos.

Vicky Sierra es una líder y docente de la institución etnoeducativa Mapuain, la cual beneficia a niños de escasos recursos. Foto: Manuel Benavides para EL TIEMPO

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Este departamento es testigo de que una empresa privada (que ocupa el cuatro por ciento del territorio guajiro) puede aportar entre el 50 y el 60 por ciento del PIB a La Guajira y hacer inversiones sociales superiores a los 105.000 millones de pesos —en el último año —en las comunidades indígenas del territorio. Sin perder de vista que esas inversiones, tanto obligatorias como voluntarias, han sido priorizadas por los propios wayúu.
¿Cómo se ha logrado?
El diálogo es una herramienta fundamental en la cultura wayúu. Para ellos la palabra tiene poder y los compromisos que se adquieren tienen valor porque hubo una conversación de por medio.
Por eso, en la línea con esa ferviente creencia en la palabra y atendiendo a las necesidades culturales de los wayúu, la minera de carbón Cerrejón ha entablado un relacionamiento marcado por el diálogo con 456 comunidades del área de influencia de la mina.
Este ejercicio de construir acuerdos entre las comunidades y la empresa minera, les ha permitido consolidar de manera exitosa 2.265 proyectos de inversión social en comunidades de Uribia, Maicao, Barrancas, Albania, Manaure y Hato Nuevo, en La Guajira.
Para Claudia Bejarano, presidenta de Cerrejón, la clave para lograr consolidar estos proyectos ha sido una conversación de doble vía en donde las comunidades han sido partícipes en la decisión, planeación, diseño y ejecución de los proyectos sociales. “Esto es muy importante pues estamos generando capacidades en ellos que les permitan tener ingresos hoy y en el futuro”, destacó Bejarano.
Esta inversión social abarca proyectos que la minera hace tanto de forma obligatoria como voluntaria en su compromiso por contribuir al desarrollo de las comunidades ubicadas desde el municipio de Barrancas, donde empieza la actividad minera, a lo largo de los 150 kilómetros de la línea férrea, hasta llegar a Puerto Bolívar que es el punto donde exportan el carbón. 
Valentina Pérez, pertenece a la comunidad de Chinay, dedicada a la producción agropecuaria.

Valentina Pérez, pertenece a la comunidad de Chinay, dedicada a la producción agropecuaria. Foto:Manuel Benavides para EL TIEMPO

Culminar consultas previas de manera exitosa es posible
456 comunidades fueron identificadas como objeto de consulta bajo la Sentencia T-704 de 2016, la cual ordenó a la empresa a cumplir con un plan de mitigación para las comunidades del área de influencia y consultar con ellas las compensaciones que fueran necesarias.
Cerrejón ha visto este mandato como una oportunidad mediante la cual ha formalizado exitosamente la protocolización de acuerdos con 374 comunidades, todo ello con el acompañamiento de la Dirección de Consulta Previa del Ministerio del Interior. 313 de estas comunidades han cumplido y cerrado con éxito su proceso, el cual incluye la ejecución de 2.265 iniciativas sociales que las comunidades definen y ejecutan de manera autónoma.
De hecho, Cerrejón es la empresa con el proceso consultivo más grande del país. Así lo confirmaron desde el Ministerio del Interior al revelar que en los últimos años han adelantado 986 consultas previas (al sumar lo hecho en las Sentencias T-704, T-56 y CE Roche y Bruno).
La presidenta de Cerrejón aseguró que liderar este proceso va en línea con la estrategia social que se planteó la empresa, basada en cuatro pilares. “Nuestro propósito es ser un operador responsable, tener un relacionamiento significativo con nuestros grupos de interés, promover comunidades resilientes e integrar la responsabilidad social en la organización”, explicó Bejarano.
Por ello, desde la minera de carbón explicaron que para ellos estos procesos consultivos van mucho más allá de dar cumplimiento a lo ordenado en las sentencias o de adelantar un plan de mitigación, de la mano con las comunidades indígenas, para compensar los posibles impactos que la operación minera hubiese podido generar en el territorio. “Para nosotros se traduce en una oportunidad para relacionarnos con las comunidades aledañas. La idea no es solo atender legalmente una sentencia sino generar un desarrollo a largo plazo en beneficio de la calidad de vida de las comunidades”, precisó Bejarano. 
Los wayúu han decidido
De esta forma, los diálogos sociales están en el ADN de la empresa porque entre sus objetivos está ser un buen vecino para poder relacionarse adecuadamente con ellas. Al respecto, Raúl Roys, gerente de diálogo social del Cerrejón, destacó: “Nosotros no llegamos a transformar sus creencias y tradiciones; por el contrario, nos adaptamos a esos usos y costumbres lo que ha permitido hacer viables los proyectos que ellos nos han pedido y que necesitan con su cultura y objetivos”.
En el marco de ese proceso de consulta previa, que básicamente es un proceso consultivo, son las mismas comunidades las que priorizan los proyectos que quieren desarrollar, y desde Cerrejón los financian y los acompañan hasta que queden materializados.
Es decir, no es la empresa la que define qué proyectos son los que necesita la comunidad, sino que, atendiendo a las necesidades que tiene cada una de ellas, las orientan. Incluso, se creó un modelo de autogestión para que sean los mismos de la comunidad los que pongan la mano de obra, lo que también les genera empleo e ingresos.
Roys añadió que para Cerrejón las comunidades son un actor fundamental dentro de su operación, “nosotros entendemos que no podemos avanzar dentro de nuestra operación ni tener la licencia social para operar si no tenemos un buen relacionamiento con las comunidades”, enfatiza. 
50.000 beneficiados
Juan Carlos García, gerente de asuntos sociales del Cerrejón, aseguró que por lo menos 50.000 personas que hacen parte del área de influencia se ven beneficiadas de manera directa con los proyectos de inversión social de la minera. “Esta inversión se materializa en obras y actividades que desarrollamos directamente con las comunidades, generando un poder transformador enorme”, recalca García. Entre los proyectos priorizados por la comunidad están las obras de infraestructura, fortalecimiento institucional, obras comunitarias, educativas y de a agua potable.
También se destaca el Tren del Agua, una iniciativa que comenzó en 2014, durante una fuerte sequía en el departamento, en la que más de 164 comunidades de la Alta Guajira reciben agua potable de manera periódica. Solo el año pasado entregaron más de 60 millones de litros.
En impuestos y regalías el aporte en 2023 fue de 10.6 billones de pesos, casi la mitad de la última reforma tributaria adelantada en el país. “Lo que se entrega a la Nación correspondería a 8 veces el funcionamiento de todo el departamento de La Guajira”, precisa García.
Entre las comunidades beneficiadas están Mapuain y Chinay, visitadas por EL TIEMPO, en las que se pudo evidenciar cómo gracias a estos diálogos hoy una institución etnoeducativa en Mapuain cuenta con mejores espacios para beneficiar a más de 1.400 estudiantes de escasos recursos. Y cómo la comunidad Chinay pudo fortalecer su proyecto de elaboración de productos lácteos, como quesos, y comercializarlos en distintos puntos de La Guajira. Estas son sus historias.

En Chinay se proyectan como una despensa proteica

Son 23 familias y casi 100  de la comunidad de Chinay los que dependen de esta actividad de transformación de lácteos.

Son 23 familias y casi 100 de la comunidad de Chinay los que dependen de esta actividad de transformación de lácteos. Foto:Manuel Benavides para EL TIEMPO

Al llegar a Chinay los sonidos de los animales se apoderan del lugar. Hay cabras, chivos, gallinas, vacas y toros, entre otros. Allí funciona una planta para la transformación de lácteos, especialmente de quesos, entre los que se destacan el picante y de hierbas, que empiezan a comercializar en ciudades como Medellín.
El proceso de producción se desarrolla dentro de la comunidad, desde la extracción de la leche, manual o mecánica, hasta la comercialización del producto, ya que en la entrada está habilitado un punto de venta.
Son 23 familias y casi 100 los que dependen de esta actividad. “El pueblo wayúu no es solo artesano, también hay pescadores, pastores, criadores. Nosotros nos fuimos por el pastoreo”, aclara Josefa Robles, líder de la comunidad de Moloconosir, a la que pertenece Chinay y otras cuatro comunidades más.
Chinay se encuentra ubicado en el municipio de Albania. Allí el paisaje es diferente, es una parte de la Guajira verde donde predomina el bosque seco y las condiciones del suelo, y su cercanía al río Ranchería, permiten desarrollar proyectos agropecuarios que han ido pasando de generación en generación.
“Para mi madre no existía la palabra imposible. Era una mujer con mucha visión, queríamos formar empresa pero sin desarraigarnos de nuestro territorio”, aclara Josefa.
La educación, según relata Josefa, fue clave en el proceso. Ella fue la única de su generación que pudo asistir a una Universidad. Culminó Derecho y eso le permitió tener una visión diferente de la vida y la economía. “Me llamaba la atención cómo en otras partes podían ser exitosos siendo ganaderos porque los wayúu tienen una economía de subsistencia. Teníamos que buscar la forma de ser más productivos para vivir bien de lo que sabemos hacer”, añade Josefa.
Investigaron, visitaron fincas exitosas y conocieron el sistema productivo de rotaciones que consiste en hacer varios potreros pequeños y cercarlos de manera perimetral, el cual les ha funcionado para ser más productivos.
“Crear empresa no ha sido fácil, sobre todo porque no teníamos el capital para hacerlo de una vez. Hasta que Dios nos bendijo con la Sentencia T-704 y las compensaciones las hemos solicitado para fortalecer lo que tenemos. No nos inventamos proyectos nuevos, esto es lo que sabemos hacer”, explica Josefa.
El empujón para crecer
Ese ‘empujoncito’ que necesitaban para hacer crecer su empresa agropecuaria y que les dio el Cerrejón a través de las consultas previas consistió en tres proyectos. El primero fue la compra de 25 vacas y 2 toros de alta genética para aumentar la calidad y el número del ganado.
El segundo fue la implementación de una sala de ordeño mecánica con la que aumentaron el número de litros de leche extraídos al día, pasando de 3 a 5 litros a tener 28 litros. El segundo proyecto también incluyó el mejoramiento de algunos caminos y puentes artesanales que les facilitan transportar la leche (en mulas) hasta la sala de transformación, sobre todo en invierno, donde les resultaba ‘imposible transportarla’.
Y el tercero fue la construcción de un punto de venta, ubicado junto a la sala donde transforman la leche en quesos.
Ahora se ven a sí mismos como una despensa proteica de La Guajira. “Yo creo que es la única comunidad wayúu en implementar ese sistema y tener un punto de elaboración de quesos”, explica Nubis Camargo, del clan Jusayú, autoridad tradicional de la comunidad de Moloconosir, y añade: “Este proyecto es un sueño hecho realidad y una seguridad para la comunidad. Vale la pena trazarse una meta”.
Además de producir diferentes quesos, yogures y natas, producen huevos, pollos y carne ovina, caprina y porcícola. Constantemente están en capacitaciones para mejorar la calidad de sus productos. “De lo que producimos sacamos un 5 por ciento para el consumo de la comunidad y lo demás lo comercializamos”, destaca Josefa. Hoy venden sus productos en Manaure, Uribia, Riohacha y Maicao. En abril de este año participaron en MinExpo, en Medellín, abriéndoles las puertas para vender en la ciudad.
“Con Cerrejón venimos trabajando de la mano hace 10 años. Es una empresa que se da a la comunidad, le tiende la mano y está muy pendiente de tener un canal de comunicación directo con las comunidades. Sin intermediarios”, asevera Josefa.
Su comunidad está a solo 200 metros de la línea férrea por donde pasa el tren que lleva el carbón de la mina hasta Puerto Bolívar, pero nunca han sentido la necesidad de bloquearlo para pedir algo. “Nunca hemos bloqueado el ferrocarril. Como wayúu creemos que todo se puede arreglar y conciliar a través del diálogo. Por eso nuestros ancestros nos regalaron la palabra porque así podemos reorganizar todas las situaciones que de alguna manera alteren nuestro entorno”, concluye.

Comunidad wayúu prioriza la educación como motor de cambio

Un grupo de estudiantes de la institución etnoeducativa. Atrás está la enramada, uno de los lugares más importantes en las comunidades wayúu.

Un grupo de estudiantes de la institución etnoeducativa. Atrás está la enramada, uno de los lugares más importantes en las comunidades wayúu. Foto:Manuel Benavides para EL TIEMPO

Un grupo de niñas que camina sobre coloridas waireñas, el calzado típico de los wayúu, y uniformadas con mantas color beige, prendas que por momentos parecieran que se camuflaran con el color de la arena del lugar, se van formando en filas en una de las canchas de la Institución Etnoeducativa Integral Rural Mapuain. Junto a ellas, también se van formando los niños vestidos con camiseta beige y jean.
Los estudiantes dan la bienvenida a su colegio, ubicado en el municipio de Uribia, en La Guajira, y que beneficia a más de 1.400 estudiantes. Junto a ellos hay una enramada wayúu que invita a protegerse del sol que se apodera del lugar, faltan pocos minutos para el mediodía.
Allí está Vicky Sierra, líder y profesora de la institución, quien explica que la enramada es fundamental en la cultura wayúu. “Es la presentación de una familia. Es lo primero que se construye dentro de una comunidad porque allí se reciben las visitas, se arreglan las situaciones más difíciles y se vela a los difuntos”, explica Vicky y agrega que para la institución es el espacio donde se realizan los actos cívicos. De hecho, hace tres años inauguraron la enramada con los grados de la primera promoción de la institución etnoeducativa. “No contábamos con un espacio para hacer actividades, lo necesitábamos por la cantidad de niños que hay y por este sol tan inclemente”, añade Vicky.
Por ello, esta fue una de las obras priorizadas por la comunidad para hacer realidad a través de los diálogos sociales que entablaron con Cerrejón, en el marco de la Sentencia T-704. También, la comunidad eligió hacer los pisos de los centros artesanales, los baños y un cementerio para la comunidad.
En uno de esos salones artesanales se sienta Obeth Epieyú, estudiante de último grado y personero de la institución. Con sus manos entrelaza un hilo negro que va ubicando entre los ganchos de una máquina manejada por un pedal y que le permite dar forma a unas wuaireñas. Todos los uniformes, tanto las mantas, las camisas, como las wuaireñas son tejidas en la institución.
Obeth disfruta de la actividad, “las wuaireñas son el calzado que utilizamos que puede ser negro o de los colores institucionales (rojo, amarillo y verde)”, dice. Un calzado muy resistente y que puede durar varios años porque su suela está hecha con el caucho de la llanta.
Él es uno de los 350 estudiantes de la modalidad de internado de la institución, la cual le brinda la oportunidad a estudiantes desde prejardín hasta grado once y de zonas alejadas y de escasos recursos, como los de la alta Guajira, de acceder a la educación. También los orientan en sus deberes académicos y les enseñan diferentes tipos de tejidos.
Ese también es el caso de Hasai Guzmán, del clan Ipuana, quien confiesa en su lugar favorito del colegio: el centro artesanal, que antes de ingresar a la institución no le llamada la atención la cultura wayúu. “Yo no sabía nada sobre la cultura, no hablaba wayuunaiki; aquí aprendí a hablarlo, también a tejer y conocí los bailes tradicionales. Me quedó gustando y ahora, a través del tejido y el baile, puedo preservar la cultura”, explica mientras teje una mochila de colores azul, blanca y roja. “Con el tejido me concentro y me inspiro en lo que veo en la naturaleza”, agrega la estudiante quien sueña con ser odontóloga o policía.
Esta comunidad fue una de las primeras en cerrar los proyectos de la Sentencia T-704 y es considerada un ejemplo en La Guajira por su organización y visión. Para Sierra ha sido clave el diálogo constante y abierto con la minera. “Sí se puede trabajar en conjunto con las empresas e instituciones siempre y cuando haya una mentalidad progresista”, concluye Vicky.
MÁS CONTENIDO*. Un proyecto de Contenidos Editoriales Especiales de EL TIEMPO con el auspicio de Cerrejón.

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