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El río Magdalena, según Wade Davis
Se publica en español Magdalena, Historias de Colombia, del antropólogo canadiense Wade Davis.
El río Magdalena atraviesa Colombia de sur a norte y en su recorrido se llena de significados representativos para la economía, la cultura, la política, la historia y los conflictos de este país. Muchos de esos significados están reunidos en los relatos que Wade Davis narra en su libro más reciente, Magdalena, historias de Colombia, filtrados a través de una mirada profunda y crítica a este territorio, pero también propositiva y esperanzada en las posibilidades futuras que para el autor se abren de manera especial tras el acuerdo de finalización del conflicto que se firmó entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc en 2016.
La estructura del libro está construida como un recorrido geográfico desde el nacimiento del río en el suroeste, fluye en su ascenso por los departamentos que atraviesa el Magdalena Medio y desemboca en el mar Caribe. Sin embargo, ni las narraciones son lineales en su cronología ni el recorrido se limita a la geografía que atraviesa el río. Durante cinco años, el autor realizó diferentes viajes por el territorio, el primero de ellos como parte del proyecto Savia Botánica, al que fue invitado por sus amigos Héctor Rincón y Ana María Cano, pero que pronto se convirtió en un cubrimiento más amplio y detallado y en los viajes posteriores que permitieron la creación de este libro.
Davis es un antropólogo y etnobotánico canadiense, pero sobre todo es un narrador, que conoció este país cuando tenía 14 años y se enamoró desde el primer momento de lo que encontró. Ya en uno de sus anteriores libros, El río, había dado cuenta de su amplio conocimiento de nuestro entorno, centrado esa vez en las exploraciones junto a su mentor Richard Edward Schultes en la región del Amazonas. Para este recorrido del Magdalena, Wade Davis se centra en los habitantes, en las vidas cruzadas tanto por las riquezas naturales del territorio como por las construcciones sociales propias de la cultura y las dificultades relacionadas con un prolongado conflicto armado del que apenas estamos saliendo.
Portada de Magdalena. Historias de Colombia, que en español es editado por Crítica (editorial Planeta). Foto:Archivo particular
Con el Magdalena como hilo narrativo, el autor construye relatos a partir de diálogos con colombianos de las poblaciones que visita, que conversan con él de una manera cercana, amigable y abierta, y en el desarrollo interrelaciona estas voces con una construcción bien documentada de la historia y los antecedentes significativos que determinan la realidad actual.
Esta mirada amplia, desde la geografía más allá del recorrido del río y desde la cronología más allá del momento presente, abre la puerta para que entren en la narración acontecimientos determinantes; por ejemplo, tragedias naturales como la destrucción de Armero por la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que desde la mirada del autor, sin dejar de lamentar el desastre, se complementa con una historia de esperanza imposible que ocurría al tiempo en la población de Murillo, ubicada también en el área de riesgo de la erupción. Así mismo, el análisis que el texto hace del fenómeno del narcoterrorismo que caracterizó a Medellín en los años ochenta es para Davis la oportunidad para referirse a estos hechos como un cliché del pasado que se debe actualizar; superar la asociación del país con violencia y drogas, y mostrar su contenido de “colores y cariño”, las características que para él definen con precisión a Colombia.
A medida que el recorrido va llegando a su desembocadura, el relato se empieza a llenar de ritmo y calor, porque en ese segmento que se ocupa de la región norte desde que el río entra en El Banco hasta que toca el mar Caribe, las conversaciones con los habitantes y conocedores giran alrededor de la cultura, de su manifestación en ritmos musicales, instrumentos e intérpretes que caracterizan esa región del país. Y también fluye por su literatura; en concreto, por la relación del autor más representativo de la zona y del país, Gabriel García Márquez, con el río a través de su obra.
Narrar, para Wade Davis, parece ser una función ineludible, de manera que tras el final de su recorrido por el país, la parte de los agradecimientos y la bibliografía, que suelen ser casi requisitos académicos o formales en otras publicaciones, en este caso aparecen como entretenidos ensayos en los que el autor da cuenta no solo de los nombres de las personas por quienes siente agradecimiento, o cada material bibliográfico consultado para la construcción de sus relatos, sino que detalla con precisión el papel que cada parte representó dentro de su proyecto, su acercamiento y la materialización de su aporte.
En la introducción del libro, Davis cita una frase de Jorge Luis Borges que aparece en su cuento Ulrica, en el que a un profesor le preguntan qué significa ser colombiano y su respuesta es: “Un acto de fe”. A lo largo del recorrido por el Magdalena, la fe colombiana en la existencia se manifiesta de diferentes formas, desde la devoción religiosa hasta la resiliencia ante dificultades prolongadas, sin olvidar la solidaridad para hacer frente a las desgracias y el ánimo festivo para celebrar juntos. Pero, probablemente, el acto de fe más tangible en este relato venga del mismo autor, en su intención decidida de ver en este país y divulgar a través de sus palabras una realidad diferente no solo a la que el mundo ha imaginado sobre Colombia, sino a la que los mismos habitantes alcanzamos a percibir y recorrer desde adentro.