'Temporal', la obra reunida de Ramón Cote Baraibar

Leí por primera vez la poesía de Ramón Cote Baraibar muchos años antes de conocerlo y de contar con el privilegio de su amistad y su conversación cercana. Fue por allá a finales de los años 80, cuando su nombre cerraba algunas de las antologías de poesía colombiana que se publicaban por la época. Para entonces él ya había publicado su primer libro, Poemas para una fosa común, y su voz no parecía la de un poeta joven sino la de un autor cuya manera de traducir el mundo en la palabra poética revelaba una mirada aguda y llena de experiencia. Pero el autor de esos poemas tenía en el momento de la edición de su ópera prima 21 años y toda la curiosidad por comprender la fragilidad de la vida y sus misterios y de cómo el paso del tiempo lo podía transformar en postales cotidianas o en retratos que fijan en la memoria imágenes indelebles.

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Desde entonces han pasado casi cuatro décadas. Una jornada que justifica una dedicación honesta al oficio y que, con justicia, se recopila en el libro Temporal. Obra reunida, que recientemente editó el Fondo de Cultura Económica. En este volumen nos reencontraremos con los diferentes tránsitos y búsquedas particulares a través de los cuales Ramón Cote ha sabido descifrar sus preocupaciones y afectos en unos registros donde el lenguaje alcanza una limpieza y una claridad y en el que la verdad humana se llena de verdad poética. Están reunidos ocho libros y un capítulo final de poemas que fueron publicados en revistas y suplementos y que nunca habían encontrado un nicho en algunos de los títulos anteriores y que, sin embargo, conversan desde el tono con toda la obra y los diferentes momentos de cada libro.

El prólogo de William Ospina es un testimonio de iración y generosidad. Es el mejor pórtico para que el lector entre a esta obra como a una casa y vaya descubriendo sus rincones, a sus moradores y fantasmas, sus sótanos y recovecos donde siempre habrá belleza y asombro. Porque eso ha sido siempre la poesía de Ramón Cote: un testimonio permanente de que la belleza conmueve desde su luz o su derrumbe, pero que siempre nos maravilla con su forma de sorprendernos desde lo más sublime hasta el detalle más cotidiano. Y es que esa belleza se puede encontrar en antiguos retenes o en el cementerio de Suba, en una mina de carbón o en un cuadro de Paolo Uccello, en los puentes amarillos o en las cerezas que se confunden con el granizo. No importa cuál sea el pretexto o el motivo porque siempre se perseguirá el esplendor hasta en la sombra o la ruina.

Cada libro incluido en Temporal. Obra reunida contiene un universo y un relato propio, pero en conjunto se puede leer como un libro de viajes donde las ciudades no son un escenario de las emociones, sino protagonistas del hecho poético. Pero no solo las ciudades, es también el viaje a los recuerdos y las nostalgias, a los lugares que se pierden y recuperan, a los libros que se releen y se subrayan y a las pinturas que nos habitan. Así, cada poema podría ser un cuadro de algún museo donde encontraremos en la imagen un recurso constante de comunicación con el lector. De tal forma, cada asunto, lugar o tema propuesto tendrá su propia geografía, sus relieves, sus formas definidas para la mirada o el tacto.

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Celebro, entre tantas cosas, que aparezca en este libro el conmovedor texto Escrito en el poste de la luz, que, como una suerte de arte poética, nos describe un destino y un credo personal. Así mismo festejo que al final se incluyan unas breves biografías de cada libro, porque así podremos hacer el itinerario completo de una vocación y de un recorrido total donde la poesía es el destino de todos los puntos cardinales.

FEDERICO DÍAZ-GRANADOS