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'El movimiento en la crisálida', un desafío a la familia hegemónica
Reseña de la nueva novela de la autora Catalina Navas, que sorprende por su construcción literaria.
La novela de Navas contiene una crítica a los cimientos heteronormativos que aún definen a buena parte de la sociedad. Foto: Jimena Cortés
Pocas novelas desafían al lector desde la forma misma, más allá de su experimentación con el lenguaje. En el caso de 'El movimiento en la crisálida', de la bogotana Catalina Navas (1984), publicada recientemente por la editorial Alfaguara y que se consolidó como una de las novelas indispensables de la pasada Feria del Libro de Bogotá, la forma es desafiada, principalmente, por un vaivén de 'collages' hechos por la autora a partir de su archivo familiar y por la factura con que el narrador, que también es el protagonista, describe fotografías que se relacionan con su historia afectiva.
Si, para Mariana Hirsch, en 'Marcos familiares: fotografía, narrativa y posmemoria', la familia, después del siglo XX, se vuelve un objeto de intenso escrutinio social y cultural, y la fotografía se convierte en un vehículo por medio del cual se exhiben ideologías hegemónicas, para Navas, una vuelta de tuerca sobre la manera en que pensamos nuestras constituciones familiares y entendemos nuestras imágenes cotidianas podría llevarnos hacia un futuro alejado de las categorías prejuiciosas con que nos organizamos socialmente –por ejemplo, el género y la clase–.
El movimiento en la crisálida. Catalina Navas. Alfaguara.
192 páginas. $ 52.000 Foto:Archivo particular
La autora hace esta crítica revisitando, en paralelo, una historia de la domesticidad colombiana, una historia social y política de la crisis de salud pública que desató el VIHen centros mundiales como Nueva York, y apoyándose en el “tiempo raro de la memoria” del personaje principal, Pedro. En los primeros apartados del libro, Pedro nos relata una infancia en la que creció en un barrio de clase media o media baja en Bogotá, cerca de la cárcel Distrital, con su hermana menor, Gabriela, una niña “llorona y quejetas”, y su madre, Alba Rosa, con quien se resiente por haber aceptado vivir en un ambiguo trato con el padre, quien tiene otro hogar en un barrio de clase alta, y quien solo los visita los domingos. En medio de esta transgresión de sus padres, Pedro –religioso como ninguno– no entiende por qué no son aceptados sus impulsos de vestirse como mujer, y, específicamente, de utilizar un traje de seda azul de su hermana que le recuerda a uno de los atuendos con que ha sido perpetuada la Virgen María.
Además de la construcción y temática de esta obra, hay que resaltar la delicadeza y poder con los que la autora maneja el relato
Para este tiempo del libro, las preguntas que el narrador se hace con respecto a su constitución familiar e identitaria contrastan con delicados 'collages' en donde mitad del cuerpo de una mariposa se yuxtapone a la imagen de un niño sonriente en un columpio, o con descripciones de fotografías en las que “Gabriela tiene un overol y está peinada con colitas. Parece que estuviera de mal genio, pero es el sol que le da de frente y la hace fruncir el ceño”. Para el lector es difícil compaginar la desolación y abandono que llega a sentir el narrador de parte de sus allegados con aquello que podría interpretarse como imágenes o descripciones comunes (incluso felices) de cualquier familia de clase media en Bogotá. Navas, aquí, pareciera estar insinuando que la gracia del relato está precisamente en la contradicción, y que desde la contradicción debemos entrar a reflexionar sobre nuestras configuraciones íntimas y sociales. Los relatos no siempre son lineales ni tienen finales felices, como sí parecen tenerlos con frecuencia las mariposas, insectos que obsesionan al protagonista en su capacidad de transformarse hacia la belleza.
De hecho, es por la obsesión del personaje principal con las mariposas y demás insectos que nos adentramos a la segunda parte del relato, cuando este gana una beca como estudiante de entomología de una prestigiosa universidad en Nueva York, ciudad en la que sus sueños se truncan o, más bien, se transforman. Los sueños se truncan porque la enfermedad del VIH detiene la posibilidad de un futuro lineal para el protagonista, quien, curiosamente, antes de recibir el doloroso parte médico, rememora un episodio de su infancia en que, por querer ver cómo un insecto escapaba de su crisálida, lo captura en un vaso de vidrio y frena su crecimiento: “La polilla entumecida empezó su tránsito a ninguna parte; se fue despacio con su cadencia desequilibrada y reptante. Me senté a verla arrastrar su monstruosidad, irse a un lugar donde no conocería el vuelo”.
'El movimiento en la crisálida' es, por tanto, un libro necesario en una sociedad en la que los discursos de odio no han cesado
Al mismo tiempo, los sueños se transforman porque, en el momento en que el protagonista acepta su enfermedad, enuncia asimismo un deseo hacia la vida y abre un espacio político para pensar la dificultad desde la empatía. Con esto, el relato de la familia normativa que nos mostraban los 'collages' y narrativas visuales se rompe, debido a que la necesidad del protagonista por llegar a una realización personal y tener una voz propia es inminente. Así, uno de los 'collages' muestra, hacia el final de la novela, a un hombre frente a una casa en ruinas; y uno de los fragmentos fotográficos señala la belleza de una relación que era, para la época, tabú: “Una instantánea. Mark y yo nos besamos. Solo se ve mi mandíbula porque tengo la cara echada hacia atrás”. Se nos cuenta, entonces, la transformación de un individuo y, sin embargo, por la sabiduría con que Navas maneja las contradicciones, este individuo mantiene elementos que lo han definido a pesar de considerarse hegemónicos, como la religión. Navas, por ende, hace una apuesta por entender al ser humano desde su originalidad, su creatividad, y desatado de bandos fijos.
Además de la construcción y temática de esta obra, hay que resaltar la delicadeza y poder con los que la autora maneja el relato. La prosa de Navas es álgida y al tiempo reflexiva, invita al lector a permanecer en la novela, pero también a movilizarsedentro del mundo, busca con gracia la ternura en lo oscuro, quizá para que como sociedad aprendamos a despedirnos de nuestros vicios más disparatados, con la guía de la literatura. 'El movimiento en la crisálida' es, por tanto, un libro necesario en una sociedad en la que los discursos de odio no han cesado y que necesita repensarse, ya que, como bien demostró la pandemia del covid, estamos vulnerables como nunca y en la necesidad de hallar nuevos caminos, guiados por la solidaridad y la empatía.