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Juan Cárdenas: el artista que fue encarcelado por mezclar cocaína con el escudo de Colombia
Juan Cárdenas habló con EL TIEMPO de García Márquez, Duchamp y las maravillas de la pintura.
Juan Cárdenas es uno de los grandes pintores colombianos; en los años 60 fue apresado por hacer una caricatura en la que denunciaba el impacto de la cocaína en la política colombiana. Foto: Archivo particular

DIRECTOR DE REVISTA BOCAS Y LECTURAS. EDITOR DE CULTURA DE EL TIEMPOActualizado:
Juan Cárdenas (Bogotá, 1939) no es un artista visible; su nombre se repite en todas partes, es un mito y un referente permanente, pero ver una obra suya no es tan fácil. Sus galerías estaban en Nueva York y París y solo en 2001 el Museo del Banco de la República le hizo una gran retrospectiva. Y Villegas Editores –como el gran guardián del arte colombiano– también hizo un libro antológico.
Las pinturas de Juan Cárdenas tienen una serie de criaturas sorprendentes y mezcla hábilmente la figuración y la abstracción. Foto:FERNANDO GÓMEZ E.
¿Cómo fue la historia de su encarcelamiento por una caricatura?
Fui caricaturista político y terminé encarcelado por criticar, en una caricatura, con el escudo nacional, el inicio del contrabando de cocaína en Colombia. Fui detenido por lesa patria, por irrespetar el escudo. Al Gobierno le pareció más importante el ultraje al escudo que la denuncia que expresaba la caricatura y, desde luego, más importante que la libertad de expresión. Estuve preso en la cárcel del antiguo DAS por setenta y dos horas, tirado en el piso de cemento con un grupo de guerrilleros que, cuando supieron que yo era caricaturista político, me pidieron que les hiciera una caricatura. De alguna parte sacaron una hoja de papel y un lápiz y los dibujé jugando naipe. Al ver la caricatura se mataron de la risa y llamaron al guardia para mostrársela. Pero cuando el guardia la vio y se enteró que estaban jugando naipe, dijo que eso estaba prohibido y se los confiscó. Al día siguiente rendí indagatoria y salí libre, pues era intolerable para la prensa, que pusieran preso a un periodista, aunque fuera un muchachito ingenuo de veintidós años. De allí seguí mi carrera de caricaturista por algunos años hasta que conseguí un puesto de profesor de anatomía en la escuela de bellas artes de la Universidad de los Andes.
Autorretrato del artista Foto:FERNANDO GÓMEZ E.
La Autopsia habla del ser humano y la curiosidad que lo lleva a investigarse a sí mismo, pero todavía estamos muy lejos de saberlo. Hace por lo menos dos mil años que venimos averiguando quiénes somos y qué somos. Nuestra autopsia no ha dado resultado. En el curso de anatomía que dicté en la Universidad de los Andes, hace unos cincuenta años, llevaba a mis alumnos a disecar cadáveres en la Universidad Javeriana a petición de Antonio Roda, director de la Escuela de Bellas Artes. La idea no era solamente estudiar el cuerpo humano sino enfrentarse a la realidad de la muerte que, para un artista serio, es una experiencia obligatoria. No duró mucho tiempo porque las alumnas se desmayaban.
Autopsia, de Juan Cárdenas. Foto:FERNANDO GÓMEZ E.
Mi esposa Mónica y yo, iniciamos una amistad cercana con Gabriel García Márquez y su esposa, Mercedes. Vivíamos en el Polo Club y yo pintaba de noche, pero en el apartamento de arriba los habitantes hacían un ruido espantoso toda la noche bailando la sardana española, cuando subí a quejarme me invitaron a tomar un trago y a bailar la sardana. Allí estaba Gabriel y esa noche trabamos una amistad que duró hasta su muerte. Años después, cuando yo tenía mi taller de pintura en Nueva York, Gabriel venía a posar para su retrato. El presidente Clinton le había concedido una visa que anteriormente le habían negado. Un día, estando allí, me pidió que le prestara mi maquina de escribir portátil Olivetti porque, según decía, no se acostumbraba a escribir en computador y la maquina de escribir le hacía falta. De noche íbamos a ir a comer en algún restaurante, pero era la noche de Acción de gracias y era imposible conseguir una mesa. Gabriel le dijo a Mónica que llamara a su restaurante preferido y dijera que la mesa era para García Márquez. Era un restaurante famoso donde no había cupo, pero por arte de magia, el apellido de García Márquez hizo aparecer una mesa, la mejor del restaurante. Tuvimos muchas conversaciones íntimas e interesantes, pues siendo yo pintor y no escritor, Gabriel sentía que yo no era competencia. No obstante, nunca compartimos sus ideas socialistas que fueron motivo de varias discusiones.
La exposición de 2001 en la Biblioteca Luis Ángel Arango ha sido una de las más importantes –o la más importante- que se ha hecho hasta ahora sobre su obra, ha pasado casi un cuarto de siglo y su producción sigue en marcha, ¿es hora de otra exposición?
Por las circunstancias de la vida, mi carrera artística se desarrolló más en Europa y Nueva York que en Colombia. Me vinculé con una galería de arte parisina con la que permanecí muchos años. Con el paso del tiempo, Miguel Urrutia, que era gerente del Banco de la República, me ofreció una exhibición en la Biblioteca Luis Angel Arango en 2001, que es de las pocas exhibiciones que he tenido en Colombia. Quizá porque la pintura figurativa no estaba de moda y prácticamente había caído en el olvido. No ha habido quién la enseñe seriamente. Es probable que esa sea la razón por la que hoy hay pocos pintores.
La exposición tiene la presencia constante de su esposa y sus autorretratos, pero también la de unas criaturas bastante extrañas, tenebrosas, Clotho, Lachelis y Atropos, ¿por qué están ahí?
Entre los personajes en mis pinturas, suele aparecer y reaparecer mi esposa, Mónica. Ella, para mí, simboliza el ser humano y la utilizo porque no tolero la presencia de modelos extraños en mi taller mientras pinto. Pero de tanto en tanto se filtran otros personajes extraños en mis cuadros como Clotho, Lachesis y Atropos, tres mujeres grotescas, hijas del dios griego, Zeus, según la mitología griega. Ellas eran encargadas de la vida de los seres humanos: Clotho desenrolla el hilo de la vida, Lachesis mide su longitud y Atropos la corta con sus tijeras.
"Clotho, Lachesis y Atropos, tres mujeres grotescas, hijas del dios griego, Zeus, según la mitología griega. Ellas eran encargadas de la vida de los seres humanos: Clotho desenrolla el hilo de la vida, Lachesis mide su longitud y Atropos la corta con sus tijeras". Detalle del cuadro. Foto:FERNANDO GÓMEZ E.
El arte de la pintura, que es el arte de colocar marcas sobre una superficie, es una extraña facultad genética del ser humano que se ha manifestado desde la remota antigüedad en las cuevas de Altamira y que, junto con la escritura y la música, constituye la mejor manera de comentar sus inquietudes y vivencias de su paso por este mundo. Ningún otro organismo en este planeta posee estas aptitudes y, con el paso del tiempo, el hombre la ha desarrollado a niveles excepcionales que le han merecido el calificativo de “arte”. Allí se pueden apreciar en los museos del mundo. En tiempos modernos, ha habido un intento de desprestigiar y anular el ejercicio de la pintura, como si fuera posible eliminar una facultad genética programada en el organismo humano. Se le ha acusado de arcaica, vetusta, retrograda y anticuada e incapaz de decirle algo importante al hombre moderno. Eso argumentaron el movimiento Dadá, Marcel Duchamp y el teórico alemán, Walter Benjamin, entre otros. Pero no hay otra técnica que ofrezca un mas directo al cerebro humano ni que le permita más posibilidades, amplitud y riqueza para comentar sus vivencias que el arte de la pintura. La tradición artística europea (que no es lo mismo que la academia) ha reconocido, irado y privilegiado al pintor original, que haya plasmado una visión propia, importante y cautivante con su arte, y no al que sigue las modas y tendencias del momento que los teóricos del hemisferio norte nos mandan y nos obligan a acatar so pena de desaparecer como artista por no obedecer y seguir la corriente. La moda es una manifestación del gusto de la masa y es el antítesis del buen arte. Es un engendro, un invento de los teóricos y los historiadores de arte.
¿Duchamp o Picasso?
Toda la obra de Duchamp esta motivada por el sexo y por el erotismo desde su juventud, cuando estaba secretamente y eróticamente enamorado de su hermana, pasando por su orinal y el dibujo con su propio semen que le mando a su novia, hasta su obra culminante, “The Large Glass”, en la que alude a una novia y sus muchos mancebos. Aparentemente se le dificultaba diferenciar entre el sexo y el intelecto. Y, como si fuera poco, entre sus abundantes declaraciones ridículas, declaró que él había visitado la cuarta dimensión, pues era la época en que la teoría de relatividad de Einstein estaba en boga. Una sandez de ese calibre no se puede tomar en serio. Duchamp siempre se burló de la ciencia sin jamas haberla estudiado. En cuanto a Picasso, aunque era buen pintor, era humanamente abyecto. Su nieto se suicidó y sus esposas hablaron pestes de él. Entre Duchamp y Picasso me quedo con Van Gogh, que tampoco era un angelito, pero le abrió las puertas al subconsciente antes que los surrealistas.
¿Por qué artista le gustaría ser retratado?
Mi esposa Mónica ya comenzó mi retrato. Parece que va muy bien; no me lo deja ver, pero la veo muerta de la risa detrás del caballete. Y, dicho sea de paso, ella es el artista que más iro en Colombia, porque ha estado pintando a mi lado hace cincuenta años y me consta que pinta muy bien. Obviamente, también la considero la artista más importante del mundo.
¿Ha llorado frente a alguna obra de arte?
Yo nunca lloro, y solo una vez lloré en frente de una obra de Duchamp, pero por mala.
Dibujo de Juan Cárdenas en La Cometa. Foto:FERNANDO G.
No. Yo sigo el ejemplo de Miguel Ángel Buonarroti, que quemó sus dibujos malos para que la posteridad no lo juzgara por ellos.
¿Qué obra de arte universal le gustaría tener en la sala de su casa?
Hay varias, pero son muy costosas. Hace cincuenta años que vengo depositando monedas en mi marranito de cerámica; uno nunca pierde la esperanza.
¿Los NFT y el arte digital son el futuro?
Quizá lo será para los que siguen las modas, pero no para mí. Nunca tuve mucho respeto por los seguidores que acatan las órdenes de los teóricos nórdicos. Yo prefiero el artista genial que tiene una personalidad única y un talento desbordante, imposible de imitar.
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