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Guadalupe Nettel: 'La literatura era y sigue siendo un club de Toby'
Con su novela 'La hija única', la mexicana fue nominada al International Booker Prize. Entrevista
Es la segunda mujer en 88 años de historia en dirigir la reconocida Revista de la Universidad de México Foto: Mely Ávila
La primera vez que la escritora mexicana Guadalupe Nettel encontró refugio en la literatura fue gracias al personaje garciamarquiano de La increíble y triste historia de la cándida Erendira y su abuela desalmada. “Fue la primera vez que me identifiqué con un personaje de ficción y sentí que ese personaje me comprendía”.
Su obra está atravesada por asuntos como el dolor, la ferocidad animal, la enfermedad y la fragilidad humana como una condición que despierta la mirada a otra forma más clarividente de acceder a la realidad. Tras una infancia marcada por un padecimiento ocular que le costó abuso en la escuela y la severidad de una figura de autoridad, las letras fueron el lugar donde Nettel aprendió que ser diferente y anómalo era posible.
La ceguera fue protagonista en su primera novela, El huésped (2006); la mirada animal y su reflejo humano fueron claves en el cuento El matrimonio de los peces rojos (2013); su autoficción de una memoria corporal y visceral en El cuerpo en que nací (2011) le dio un gran reconocimiento; también fue la enfermedad y el sentimiento del extranjero en Después del invierno (2014), y en los últimos años fue la reflexión sobre la maternidad y sus implicaciones en los cuerpos femeninos durante su cuarta novela, La hija única (2020).
Están muy equivocados los que piensan que en Colombia solo se escribe realismo mágico
Gracias a esta obra, la mexicana es la única representante latinoamericana en las nominaciones del prestigioso premio británico International Booker Prize, cuyos finalistas serán anunciados el próximo 18 de abril y el ganador se conocerá el 23 de mayo. “Yo apelaba de inmediato a la sobrepoblación de la Tierra (...) para que no me tachara de amargada o, peor aún, de egoísta, como suelen llamarnos a las que hemos decidido escapar al papel histórico de nuestro sexo”, dice Laura, la protagonista de su celebrada novela.
Nettel (49 años) nació en Ciudad de México. Fue finalista del Premio Herralde 2005, ganadora del Premio Nacional de Narrativa Gilberto Owen 2007, entre otros. Ha sido traducida a dieciocho lenguas, fue seleccionada en 2007 como una de las autoras de Bogotá 39 por el Hay Festival y desde el 2017 es la segunda mujer en 88 años de historia en dirigir la reconocida Revista de la Universidad de México. Es una de las grandes escritoras de Iberoamérica y estará en la Feria del Libro de Bogotá.
En esta versión de la Filbo hay una búsqueda por entender esa hermandad literaria entre México y Colombia. Por eso quisiera recordar su primera experiencia lectora, ¿por qué fue tan influyente la lectura de la Cándida Eréndira?
En ese momento yo también vivía con mi abuela y tenía enfrentamientos y choques de carácter con ella. Desde su punto de vista yo era excesivamente rebelde e ingobernable y, desde mi punto de vista, ella era demasiado severa. La novela de Gabriel García Márquez era una metáfora elocuente de aquello que yo sentía y no podía decirle a nadie. También recuerdo que me maravillaban las descripciones del desierto y del trópico, los diferentes lugares por los que iban pasando Eréndira y su abuela y el despertar de Eréndida al erotismo y al amor. García Márquez tuvo también una influencia importante en el inicio de mi carrera como cuentista pues yo escribí mis primeros relatos justo en la época en la que él publicó Doce cuentos peregrinos y en ese libro encontré algunos cuentos magistrales.
Octavio Paz, de quien usted ha estudiado ampliamente su obra, ha hablado de la identidad mexicana y del ‘ser hijo de la chingada’. ¿Es una sensación que también puede atravesar a Colombia y su literatura?
Somos el producto de una mezcla maravillosa. Sin embargo esa mezcla no se produjo siempre de forma indolora. Hubo y sigue habiendo muchos abusos en estas tierras. Con “hijos de la chingada”, Octavio Paz quería decir que los mexicanos somos el fruto de una violación, tanto en el sentido figurado como en el literal, y de ahí vienen muchas de nuestras heridas y complejos que compartimos con todos los pueblos colonizados. Además de eso, a México y Colombia los unen muchas cosas positivas: la lengua, el gusto por la música, lo ceremoniosos y respetuosos que somos al dirigirnos a los demás. el sentido del humor. Me encanta el amor por la literatura que he visto en algunas ciudades Colombia tan diferentes como pueden ser Bogotá, Medellín o Cartagena, donde tuve oportunidad de visitar algunas escuelas. En una de ellas tenían murales con los personajes de Cien años de soledad y en todas bibliotecas con las que yo hubiera soñado cuando estaba en secundaria. También hay una diversidad de estilos y temas literarios muy impresionantes en sus escritores. Están muy equivocados los que piensan que en Colombia solo se escribe realismo mágico.
Los invito a leer “ Los divagantes”, un libro de cuentos que saldrá en el mes de septiembre
En su propia obra, el dolor y la fragilidad tienen un papel clave. ¿Cuál es la relación entre dolor, sufrimiento y literatura?
Creo como los budistas que el dolor permea toda la experiencia humana. Los eventos que nos hacen sufrir son también aquellos que muchas veces nos hacen madurar. Como dice el refrán: “lo que no mata engorda”. Por eso siempre me ha interesado como motor de transformación y crecimiento. Es posible trazar toda una línea de la literatura que habla de las experiencias más dolorosas que puede atravesar un ser humano como las novelas de los sobrevivientes a los campos de exterminio en la Segunda Guerra Mundial, los libros de luto o duelo, las crónicas de enfermedades muy dolorosas, ya sean físicas o mentales. Ese tipo de libros siempre me han llamado la atención porque despiertan en mí una gran empatía y me dan la sensación de aprender de la experiencia de sus narradores.
La reciente nobel de literatura Annie Ernaux habla de las ‘autosociobiografías’: un yo en el que cabe un colectivo y que pone su mirada en la cotidianidad. ¿Cómo entiende la autoficción y la memoria en su obra?
El cuerpo en que nací (2011) Foto:Anagrama
Solo he escrito un libro autobiográfico: El cuerpo en que nací, en el que hablo también del contexto sociopolítico de esa época, en particular la revolución de costumbres que trajeron los movimientos de 1968 para la clase media de mi país, así como el exilio sudamericano provocado por las dictaduras. En ese sentido, me parece que ese libro entra en el concepto de “autosociografía”, de Annie Ernaux que por otro lado es una escritora a la que iro muchísimo. Pero la memoria juega un papel muy importante en mi obra y también la autoficción. Por ejemplo en Después del Invierno utilizo elementos autobiográficos o experiencias vividas para inventar el personaje de Cecilia, que obviamente no soy yo porque lleva otro nombre, tiene otra historia y es oaxaqueña. Sin embargo la parte de su vida que aborda la mayoría de la novela, sí comparte muchas cosas con un periodo de mi vida: mi llegada a París, la época en que estudiaba en la EHESS, el barrio y hasta la calle en el que viví durante esos años. Muchas de sus reflexiones las tomé del diario que llevaba en aquel entonces. El huésped tampoco es un libro autobiográfico, pero parte de mi miedo a la ceguera y a la amenaza que esta siempre ha representado en mi vida.
Su interés por los personajes ‘anómalos’ y la ceguera en El huesped recuerda a la obra de Sabato, donde la ceguera se puede entender como al mundo del inconsciente, a un más allá. ¿Por qué le interesan estos personajes?
Porque se parecen a mí. Porque veo en ellos algo revolucionario. Roger Caillois, el sociólogo francés, decía que la figura del monstruo es involuntariamente subversiva porque pone en cuestión las categorías preconcebidas de belleza y de “normalidad” y denuncia todos nuestros prejuicios. Yo estoy de acuerdo con él y creo que este tipo de personajes me permiten demostrar que la belleza puede tomar formas muy diversas.
También la animalidad trasciende su obra. “Son como un espejo que refleja emociones o comportamientos subterráneos que no nos atrevemos a ver”, dice en El matrimonio de los peces rojos. ¿Qué nos pueden enseñar los animales y que nos cueste entender como humanidad?
Para mí observar la vida animal es la mayor lección de diversidad que podemos tener. En el mundo animal cabe cualquier comportamiento y modelo de socialización. Encontramos machos que empollan huevos y crían a sus hijos, por ejemplo, animales que viajan kilómetros para participar en grandes orgías, homosexualidad, monogamia que dura toda la vida. Animales que viven en manada y tienen jerarquías casi militares y animales solitarios que no forman familias. Los animales nos enseñan entre otras cosas a escuchar nuestro instinto y también que esas etapas de la vida que tanto nos conflictúan —como la reproducción y la muerte— se pueden vivir con mayor naturalidad y aceptación.
Hay una sensación que dejan las reflexiones sobre la maternidad en su más reciente novela ‘La hija única’ y es la impotencia o fragilidad humana. ¿Ser madre es también un descubrimiento de la inevitable enfermedad que implica la existencia humana: la fragilidad?
Sí, esa fragilidad que implica adquirir la conciencia de la muerte y de la incertidumbre de ese momento. La fragilidad de saber que nuestras vidas, por más estables y seguras que parezcan, pueden dar un vuelco en cualquier momento.
El derecho a no ser madre es uno de los puntos más potentes de esta novela. ¿Cree que todavía es un tema que incomoda a los lectores? ¿Cuáles son las respuestas que ha recibido de poner en cuestionamiento esas dinámicas de los roles femeninos?
En la época en la que Annie Ernaux publicó El acontecimiento era todavía más difícil abordar estos temas. Poco a poco diferentes escritoras han abierto una brecha que otras hemos seguido. El tema de la maternidad es muy complejo, es un cruce de caminos de cuestiones políticas, económicas, legales y sociales y por lo tanto puede abordarse desde muy distintos enfoques. Cada experiencia es muy distinta. Hay tantas maneras de ser madre como mujeres hay en el mundo, entonces no sé si realmente se agotarán los libros sobre maternidad.
Usted es la segunda mujer a cargo en 88 años de historia de la Revista de la Universidad de México.
Tiene razón. Julieta Campos fue la primera. Por eso me he esforzado en que en el índice de cada mes haya una cantidad proporcional de hombres y mujeres. No siempre es fácil. El algorítmo de Google fue hecho por un hombre blanco así que es eso lo que nos arroja en cada búsqueda, pero con un poquito de esfuerzo es posible encontrarlas. El resultado es un grupo de colaboradores muy ecléctico y de gran calidad, y una forma original de abordar estos temas tan diferentes como los que abarca la revista. Por cierto, el contenido integro de la publicación está en línea y de forma gratuita. Así que si alguien quiere leerla, no tiene ni que pedirla ni comprarla.
¿Qué filtros o presiones se les dan a las mujeres escritoras en Latinoamérica?
Es más difícil sobresalir como mujer por eso que las feministas llaman “el pacto patriarcal” y consiste en una solidaridad tácita pero inquebrantable entre varones. Sobre todo que “escribir” es una profesión que históricamente se ha considerado masculina, a diferencia de enfermería o magisterio . Basta con mirar el Boom Latinoamericano para darse cuenta: ¿usted cree que no había grandes escritoras en esa época? Tan solo en México estaba Elena Garro que, por si fuera poco, escribía realismo mágico. Los recuerdos del porvenir se publicó en 1963. Es una novela magnífica que mucha gente leyó y sentó las bases del realismo mágico. También estaba Rosario Castellanos, Josefina Vicens, Nelly Campobello y muchas otras. ¿Por qué no fueron incluidas en este Boom? La literatura era y sigue siendo un club de Toby. Si las cosas han mejorado ha sido gracias al trabajo consciente y a la militancia de las mujeres que están en este medio.
¿Está trabajando actualmente en otra novela?
Así es, pero todavía estoy arrancando. Mientras los invito a leer Los divagantes, un libro de cuentos que saldrá en el mes de septiembre. Se trata de una nueva colección de cuentos. Los albatros divagantes son aquellos que se salen de las rutas que habitualmente siguen los de su especie. Me gustó esta analogía porque los personajes de este libro son hombres, mujeres y adolescentes que han perdido el norte y tratan de arreglar su vida sin saber exactamente en qué dirección los lleva el viento.