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Análisis

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El ‘autoentrampamiento’ de la ‘paz total’ / Análisis

En este proceso hay una falta de reglas claras y el valor para hacerlas cumplir.

ablo Beltrán (izq.) e Iván Cepeda (der.) estrechando manos frente a Otty Patiño, jefe de la delegación
del Gobierno en la negociación con el Eln.

Pablo Beltrán (izq.) e Iván Cepeda (der.) estrechando manos frente a Otty Patiño, jefe de la delegación del Gobierno en la negociación con el Eln. Foto: Federico Parra. AFP

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Una de las estrategias más utilizadas por los políticos –los malos políticos– es la de repetir, una y otra vez y a contra evidencia, su versión acomodada de la verdad. La fórmula incluye reforzar esa versión con palabras y términos puntuales y llamativos que, a fuerza de repetición, logran su cometido de convencer a incautos y desinformados.
La semana pasada, el país entero vio el episodio cuando menos polémico –para algunos, incluso ilegal– de altos funcionarios del Gobierno Nacional tratando de impedir que el CTI de la Fiscalía ejecutara una orden legítimamente expedida en contra de alias Araña, otro narco de las disidencias que sigue campante en el negocio y en el crimen, a pesar de que, supuestamente, está negociando la ‘paz total’.
“Es un ataque contra la paz, absolutamente pensado para atacar a este Gobierno” –dijo el comisionado de Paz, Otty Patiño–. A los agentes que estaban realizando la captura los señaló de perpetrar lo que llamó “un entrampamiento” en contra del proceso de paz con las disidencias, en referencia al famoso caso de ‘Jesús Santrich’, uno de los jefes de las Farc que traicionaron, ellos sí, el proceso de paz de 2016. Esa versión del supuesto entrampamiento ha sido promovida por el gobierno Petro incluso en Naciones Unidas, a donde el polémico excanciller Álvaro Leyva fue a pedir la famosa comisión de investigación que, en contra de la actual versión oficial, nunca concluyó que ‘Santrich’ hubiera sido víctima de un montaje de la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez, si bien pidió investigar lo que llamó “una obstaculización” de la Fiscalía a la JEP para decidir acertadamente en ese caso.
‘Jesús Santich’ le dijo sí a un negocio de coca que le ofrecieron supuestos enviados del capo Ramón Caro Quintero, quienes resultaron ser en verdad agentes encubiertos de la DEA. Nadie lo forzó a aceptarlo y ese mecanismo, el de los agentes encubiertos, es legítimo y ha sido utilizado decenas de veces en todo el mundo. En la investigación gringa ya había pistas de que tanto ‘Santrich’ como su socio de siempre, alias Iván Márquez, seguían traficando coca a pesar de haber firmado la paz.
Dar por sentado y como algo natural, resignada y cínicamente, que mientras está sentado a la mesa de la paz un jefe ilegal puede seguir delinquiendo no es lo que el país espera del jefe del equipo de paz del Gobierno.
Esa falta de reglas claras y el valor para hacerlas cumplir, por el lado oficial, y el aprovechamiento al máximo de cada chance de sacar provecho de la improvisación de la contraparte, por el lado de los criminales, representan la verdadera trampa –por lo demás, autoimpuesta por el Gobierno– que sirve para entender el largo rosario de fracasos de la ‘paz total’.
JHON TORRES
Editor de EL TIEMPO
En X: @JhonTorresET

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