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Por un parto respetado

Foto:Ilustración: María José Porras.

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Violencia obstétrica: qué hace falta para tener partos respetados en Colombia

Personal médico ha cuestionado prácticas en atención y buscan alternativas.

Valeria Urán Sierra. 

Ilustración: María José Porras.

Desde el 2010, una parte del personal médico empezó a cuestionar algunas de las prácticas que solían implementar durante la atención al parto y empezaron a buscar alternativas que estuvieran encaminadas a favorecer el bienestar no solo del bebé, sino también de la madre.
Una de ellas es la doula y ginecóloga Susana Bueno, quien después de realizar un proceso de “desaprendizaje y reconocimiento” del poder que tiene el personal médico y “lo dañino que pueden ser ciertos procesos”, decidió escuchar a las mujeres.
Estos conocimientos los empezó a compartir con otros colegas dentro del gremio de la ginecología y la obstetricia, en las principales ciudades del país. Pero no fue fácil al principio porque recibió malos comentarios. “Era como si los hubiera traicionado y estuviera contra ellos”, señala.
Un camino similar tomó Elisa Jojoa, quien no solo se dedica a la enfermería y a impartir clases en la Universidad del Cauca. También está en la partería. Ella trabaja en pro del parto respetad y aboga por una atención en parto intercultural. “Los conocimientos y las prácticas de los pueblos indígenas deben ser tenidas en cuenta por la medicina occidental a la hora de atender un parto”, considera desde su experticia.
Elisa Jojoa, enfermera y partera

Elisa Jojoa, enfermera y partera

Foto:Valeria Urán Sierra

La lucha de Elisa inició en 2016 en los escenarios académicos, con el propósito de que “estos conocimientos sean tomados en cuenta por lo menos en los pénsums de enfermería. Sobretodo en el Cauca, donde la mayoría de sus habitantes pertenecen a pueblos indígenas”.
En la actualidad, imparte a través de una de sus clases conocimientos sobre atención en enfermería, con enfoque intercultural y diferencial, a los estudiantes que estén interesados en adquirir estos conocimientos. Después se trasladó a los hospitales, con el fin de que “el personal de salud empiece a revisar la manera como acompaña la gestación, el parto y el postparto. Si tú le tomas la mano a una mujer y le preguntas ¿cómo se encuentra?, eso ya hace la diferencia”, explica.
Pero, los resultados hasta ahora no han sido los esperados. “No quieren cambiar, se niegan. A la academia no le gusta que le digan que lo está haciendo mal, menos a la ciencia”, dice.
Aunque Elisa no está del todo sola en el Cauca. Ha hecho equipo con Silvio Fernández, ginecólogo y obstetra del Hospital Universitario San José de Popayán, quien también cree firmemente en que “una manera de nacer amorosamente cambia el futuro de nuestra sociedad”. Por eso, considera que es importante que como gremio empiecen a “reconocer que ejercemos violencia en algunos casos y que se hace de manera rutinaria, pero que hoy por hoy, esos tratos son interpretados como violencia obstétrica”, destaca.

Parto intercultural: también se da a luz de pie y en maloka

Elisa, desde hace 7 años, se mueve entre la medicina occidental y la tradicional, “en medio de las dos caras de la moneda”, como dice ella. Por un lado, enseña a sus estudiantes qué prácticas no permiten una experiencia del parto positiva como, por ejemplo, que “no se respeten sus creencias, sus decisiones ni se les informe de los procedimientos médicos que se le van a practicar” y, por otro lado, les recuerda la importancia que tiene para las comunidades indígenas “no desconocer las prácticas ancestrales, para de esta manera conectar con la parte física, emocional y espiritual de quien va a parir”, agrega.

Hemos olvidado los procesos humanos, psicológicos, sociales, sexuales, de intimidad, de confianza, que son tan necesarios para el momento del parto

Silvio Fernández, ginecobstetra. 

Aunque reconoce que todavía falta. “En Colombia y en la mayoría de los países de América Latina, el sistema de salud clínico, con sus avances metodológicos y en la atención al parto, apuntan a la optimización de los procesos médicos, a la comodidad del personal, pero nunca a la de las mujeres, más si pertenecen a una comunidad indígena o afro”, explica.
Planteamiento con el que coincide el ginecobstetra Silvio Fernández, quien durante los últimos años, junto a Elisa, ha estado abogando por el parto respetado en esa zona del país. “Sabemos que la formación de los médicos en Colombia no incluye la humanización como una de sus asignaturas, todo es tecnocrático”, señala.
Por eso cree que es muy difícil para algunos de sus colegas abrirse a nuevas formas de nacer en el país, “porque nos enseñaron a ver a los cuerpos como una máquina que tiene fallas y la función del médico es repararlas. Entonces cuando aplicamos este modelo, que es así tan mecánico, olvidamos la integralidad del ser humano”, plantea Fernández.
Es por este motivo que defiende la idea que hablar de parto respetado o humanizado desde la clínica y la academia no es un capricho ni una redundancia. “Hemos olvidado los procesos humanos, psicológicos, sociales, sexuales, de intimidad, de confianza, que son tan necesarios para el momento del parto”.
Parto en casa

Parto en casa

Foto:Valeria Urán Sierra

Por eso ahora, que se encuentra liderando el área de ginecología y obstetricia del Hospital Universitario San José de Popayán, se encuentra trabajando para adaptar las salas de parto y los servicios maternos, para que estos se lleven a cabo con un enfoque intercultural, a través de una experiencia multidisciplinar, donde ginecólogo, obstetra, partera o doula estén en una misma sala de partos y ninguno vea al otro como enemigo, sino que respeta y reconoce su conocimiento en pro de quien pare y del bebé.
El proyecto ya cuenta con el visto bueno de las directivas del hospital, pero antes de llevar a cabo cualquier propuesta, primero desarrollarán una serie de mesas de trabajo con médicos tradicionales y parteras, para identificar la manera cómo serán vinculados a la prestación y acompañamiento de algunos de los servicios.
“La Secretaría de Salud ya nos reconoce como un hospital que apuesta por el parto humanizado y respetado, pero ahora falta que la atención sea mucho más integral y con un enfoque intercultural”, dice Fernández.
En la actualidad, gracias a las gestiones de este médico y los planteamientos de Elisa, la sala de parto cuenta con “un gancho industrial, donde se puede poner a manera de liana o de chumbe, una cuerda donde la mujer se pueda suspender durante el trabajo de parto y así garantizarle mientras pare, una posición distinta a la litotomía, es decir, acostada en la camilla”, explica.
Conocimientos que espera puedan llegar a ser compartidos con los estudiantes de medicina, que están a punto de ingresar a realizar sus prácticas profesionales.

Los partos, según la cultura

También espera condicionar los servicios de atención materna, para cuidar del puerperio de las mujeres indígenas que lleguen a parir al hospital. “Ellas consumen alimentos y bebidas calientes antes y después del parto y no se bañan con agua fría al siguiente día, sino que esperan un poco más. No creen que su cuerpo esté sucio”, dice. También harán entrega de la placenta a la madre que la solicite y garantizarán el o piel con piel inmediatamente nazca.
“Aquí tenemos el pueblo Misak, Paéz y comunidad afro hacia la región Pacífica, estoy hablando de López de Micay, Timbiquí, Guapi, municipios retirados y que según tenemos conocimiento, son los que presentan las mayores complicaciones perinatales”, señala el doctor, por lo que será de suma importancia y un gran reto, que la atención llegue hasta esas zonas del departamento. Su deseo es que, a través de la teleconsulta, puedan empezar a acompañar a las madres gestantes en estos municipios, especialmente a quienes se encuentran lejos de las zonas urbanas. “Tenemos como referente a la Fundación Valle de Lili en Cali y su programa de telemedicina con la comunidad Misak”.
El 85 por ciento del departamento del Cauca es habitado por comunidades indígenas, como los yanaconas, los ingas, los kokonuko, los totoroes, los paéces, los guambianos, los esperara y los siapidara, según datos del Sistema Nacional de Información Cultural (SINIC) y cada comunidad ha desarrollado un sistema propio de medicina ancestral e intercultural.
Las parteras en el Litoral colombiano ascenderían a unas 1.600.

Las parteras en el Litoral colombiano ascenderían a unas 1.600.

Foto:EL TIEMPO

Municipios como Inzá, cuentan con los servicios de la E.S.E. Tierradentro, un hospital público que busca mezclar los saberes de médicos ancestrales y las parteras, con la medicina occidental; y la Institución Prestadora de Servicio Indígena (IPS-I), Juan Tama. Una entidad que presta una función similar a la de una Entidad Prestadora de Salud (EPS) y a través de la que el sistema vincula a los médicos tradicionales y las parteras, al sistema en salud. Para el caso del municipio de Silvia, allí reciben atención a través de la IPS-I Totoguampa, que cuenta con servicio de maloka para la atención del parto, acompañado por parteras y personal médico; y el hospital de primer nivel para el pueblo Misak, Hospital Mamá Dominga.
La existencia de estos centros en salud o Sistema Indígena en Salud Propia (SISPI) se empezó a fortalecer con la expedición del Decreto 1848 de 2017. Una directriz que reconoce la creación de sus propias EPS Indígenas, con condiciones “istrativas, científicas, técnicas, culturales y financieras, para garantizar el a los servicios de salud con un enfoque diferencial a sus afiliados, atendiendo a las particularidades socioculturales y geográficas de los pueblos indígenas”, según la legislación.
Para Ingrid Johana Agredo, enfermera en la Asociación de Cabildos Genaro Sánchez, es necesario preguntarse si la interculturalidad de los partos es lo único que necesitan las comunidades indígenas, o si más bien, “se requiere de escenarios de inclusión, del derribamiento de prejuicios y estigmas hacia las prácticas de los pueblos indígenas en el Cauca y del país”, señala.
Ingrid Johana Agredo, enfermera en la Asociación de Cabildos Genaro Sánchez

Ingrid Johana Agredo, enfermera en la Asociación de Cabildos Genaro Sánchez

Foto:Valeria Urán Sierra

También dice haberse dado cuenta, en estos últimos años, ejerciendo como enfermera, tanto para el sistema de salud occidental y el indígena, que existe “cierto recelo por la medicina tradicional de los pueblos originarios. Siempre la han catalogado de inferior y con menor relevancia científica, en especial cuando se trata del parto”.
Ingrid Johana también es reconocida por su labor en el Cauca. “Primero trabajé con el hospital Tierradentro, luego la Asociación de Cabildos Indígenas Çxhãçxha—palabra nasa que al español traduce “fuerza nasa” o “fuerza páez”—. He tenido la oportunidad de estar en los dos campos, una es desde la occidentalidad en donde preocupan las mortalidades maternas y perinatales y la otra mezclando esta medicina que aprendí en la universidad con la de nuestras comunidades indígenas”, dice con orgullo.
Así que cada que tiene la oportunidad de dirigirse a sus colegas y estudiantes en enfermería, les dice convencida que recuerden lo importante “que es que la salud sea una sola para el Cauca, que seamos un solo pueblo, porque la medicina debería ser una sola, sin exclusión, color ni origen. Además, no es lo mismo uno metido en un hospital esperando a que venga la señora, a cuando estás en terreno y tienes que desplazarte para ir hasta donde ella está y sacarla en camilla por una trocha o a caballo, eso nos enseña que tan comprometidos estamos con la labor”.
Palabras en las que también se recoge Elisa, quien sueña con que algún día el personal de salud pueda articularse con la comunidad, la alcaldía, las organizaciones sociales y los cabildos indígenas. “Me gustaría que trabajemos como una sola familia y que hagamos del nacimiento de la humanidad, una experiencia en amor”, concluye.

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