Después de las 11:36 de la mañana del 31 de marzo terminó para la chilena Ilse Amory Ojeda la historia de amor que la había traído a Colombia 16 días antes.
A las 11:36 a. m. de ese día, las cámaras del peaje que hay entre Bucaramanga y Rionegro, Santander, registraron el paso del vehículo conducido por su novio y hoy acusado de matarla, Juan Guillermo Valderrama, con ella a bordo en la silla del copiloto.
Casi una hora después, a las 12:40 de la tarde, las cámaras del peaje registraron el regreso del vehículo a Bucaramanga, pero ya Valderrama viajaba solo en el carro que le había comprado días antes la chilena.
Según la investigación de la Policía y la Fiscalía, ese día la extranjera habría sido llevada con engaños por su pareja hasta la zona rural de Rionegro en la que fue asesinada e incinerada.
El hallazgo de sus restos y su plena identificación, el martes, pusieron fin a la incertidumbre sobre su paradero y sobre la responsabilidad de su pareja, que posaba de víctima y daba entrevistas pidiendo que ella apareciera. Según las autoridades, el día del crimen Valderrama salió en la noche a festejar con amigos a un sitio de rumba en Bucaramanga.
La alerta sobre la desaparición de Ilse Amory no se dio por una denuncia de Valderrama, sino por un requerimiento de la familia de la víctima en Chile.
En la denuncia, conocida por este diario, la familia de la ciudadana chilena señala que ella no les dio aviso del viaje a Colombia porque la familia no iba a estar de acuerdo.
“Nosotros como familia no aprobábamos su relación”, dice la denuncia, y agrega que ella lo dejó todo, su trabajo en Carabineros de Chile y a sus seres queridos, cumpliendo una “promesa” que le hizo a su pareja de dejarlo todo “para irse con él a Colombia”.
En la denuncia contaban que desde el 29 de marzo Ilse Amory no se comunicaba con la familia y que al preguntarle a Valderrama por ella, él negó que tuvieran una relación. Sostuvo que “eran socios comerciales” y que no sabía nada de ella desde el 5 de abril, cuando supuestamente discutieron y ella se fue con sus cosas y 10.000 dólares en efectivo.
En el documento, la familia de la chilena contaba que ella tenía “una fijación de titanio en el brazo”. Fue esto lo que dio las primeras pistas sobre la identidad de los restos hallados, que se confirmó con muestras de ADN tomadas a sus familiares.
Según los investigadores, tras el asesinato, el cuerpo no fue sepultado, y por estar en una zona de ladera, el agua y los animales dispersaron los restos por varios sitios, por lo que hallaron partes del cuerpo en cinco puntos. Hasta el lugar del crimen llegaron gracias a un ciudadano que se dedica a pedir dinero a cambio de cubrir huecos en las vías.
El hombre se presentó ante la Policía tras observar las imágenes de los medios de comunicación en los que se hablaba de la desaparición de la chilena. Dijo que fue contratado por Valderrama para quemar una res que había muerto en su finca. Y sostuvo que nunca vio el cadáver de la chilena porque la supuesta res que debía ayudar a incinerar estaba en medio de hojas y leña.
Le dijo a la Policía que fue por eso que, al ver las noticias, comenzó a dudar de lo que le había dicho Valderrama. Dio la ubicación del sitio en el que compraron la gasolina y la madera usada para prender el fuego.
En el sitio en el que fue asesinada la ciudadana chilena encontraron restos óseos que, en la inspección inicial, no evidenciaban signos de violencia, y un zapato de una marca de ese país que se había observado en una de las fotos que ella se tomó durante su permanencia en Colombia junto a Valderrama, quien ahora está preso, a la espera del juicio.
REDACCIÓN JUSTICIA