Bastaron tres segundos –lo que dura una detonación controlada– para echar por tierra el edificio Mónaco, el búnker que en pleno corazón de El Poblado simbolizó desde los 80 el poder de Pablo Escobar y su desafío a las élites de Medellín.
En medio de una nube de polvo y transmitido en directo a todo el mundo, Mónaco cayó el viernes para dar paso a un parque que honrará la memoria de los miles de víctimas del narcoterrorismo.
Un destino sin duda legítimo para uno de los bienes emblemáticos de la mafia, pero que se decide 25 años después de la caída de Pablo Escobar y su imperio criminal. Y 31 años después de que un bombazo del cartel de Cali notificó al país quién era el dueño de la ostentosa edificación de 5.000 metros cuadrados que se levantó sobre lo que eran dos mansiones del exclusivo barrio Santa María de los Ángeles.
Algo pasa en el funcionamiento de nuestras instituciones, pero especialmente de nuestra justicia, cuando nos toma un cuarto de siglo o más cerrar el ciclo de las fortunas ilegales que el Estado les quita a los delincuentes. Que es en esencia lo que pasó con Mónaco, pero que ha tenido capítulos similares con Montecasino, la mansión de Carlos y Fidel Castaño también en El Poblado, y lo que amenaza con ocurrir con los bienes del polémico listado entregado por las Farc para reparar a las víctimas.
Un inventario, por cierto, precario, cuya ampliación hasta los verdaderos alcances del emporio que consolidó ese grupo gracias a la guerra es uno de los principales retos para la consolidación del proceso de paz.
En Montecasino funciona hoy la sede de TeleMedellín. Pero por más de una década, a pesar de que en los 90 fue ocupada para extinción de dominio, se le embolató al Estado y siguió en manos de testaferros de los jefes paramilitares. Eso a pesar de que se trataba de una mansión de varias manzanas en el corazón de la zona más exclusiva del área metropolitana y de que el sitio aparecía mencionado en decenas de expedientes judiciales como el lugar donde personalmente Carlos Castaño entrenó al sicario que mató en 1990 a Carlos Pizarro en un vuelo comercial.
De Montecasino solo volvimos a saber en 2008, cuando ‘Monoleche’ –uno de los jefes de las Auc– la enumeró entre los bienes que iba a entregar para la reparación de sus víctimas. De lo que pasó en este mientras tanto no se sabe nada, y menos del destino de las pinturas y otras obras de arte que Fidel Castaño tenía allí y que, según ‘Popeye’, el jefe de sicarios de Escobar que conoció la mansión en su época de esplendor, podían valer tres veces los 35 millones de dólares en los que estaba avaluada la propiedad.
En Colombia, no son pocos los procesos de extinción de dominio que duran 20 años o más sin una decisión definitiva, como pasó con la famosa Posada Alemana, de Carlos Lehder. Y cuando hay fallo en favor del Estado pueden pasar años para que lo incautado termine realmente utilizado en función de los intereses de toda la sociedad.
Identificar y expropiar las fortunas ilegales es una de las herramientas claves en la lucha contra el crimen. El Estado colombiano hace más o menos bien la primera parte de la tarea –el valor de los bienes ocupados o con extinción de dominio supera los 10 billones de pesos–, pero lo que pasa de allí en adelante suele ser una caja negra en la que pelecha a sus anchas la corrupción que históricamente ha rodeado el manejo de las propiedades incautadas a las mafias.
JHON TORRES
Editor de EL TIEMPO