Las cifras son elocuentes. De acuerdo con el FMI, tras una contracción de 3,2 por ciento en 2020 –la peor en tiempos de paz, desde la época de la gran depresión en la década de los 30 del siglo pasado–, ahora se observa una expansión que debería llegar al 6 por ciento este año y a 4,9 por ciento en 2022.
Una mirada a las gráficas muestra claramente la forma de una 'V', similar a la que anhelaron los expertos en los momentos más difíciles de la crisis. Puesto en palabras, tras una caída profunda llegó una reactivación vigorosa que amortigua el impacto de lo sucedido.
Lo ocurrido es consecuencia de dos factores. De un lado, los apoyos fiscales que, en mayor o menor grado, han impulsado los diferentes gobiernos sirvieron para aminorar el golpe sobre el empleo y la salud de las empresas, apoyando también el consumo. Los cálculos hablan de 16 billones de dólares, una suma que equivale al 17 por ciento del PIB mundial.
Por otra parte, la vacunación rinde sus frutos. Según el portal Our World In Data, casi una tercera parte de la población global ha sido inoculada y cerca de un 25 por ciento ya completó su respectivo esquema. Unos 5.000 millones de dosis se han distribuido hasta la fecha y 35 millones de inyecciones son aplicadas cada día.
Gracias a esa circunstancia, en numerosos lugares no se exige ni siquiera el tapabocas. Las escenas del verano europeo muestran playas llenas y multitudes andando por lugares que unos pocos meses atrás estaban desolados.
Guardia en alto
El parte positivo no debe ser entendido, sin embargo, como una señal de que las dificultades quedaron definitivamente atrás. Como lo dijo el propio Fondo Monetario, “una recuperación fluida y duradera no está asegurada, incluso en las regiones donde las infecciones parecen estar controladas”.
Que el horizonte muestra nubarrones es algo que los mercados evidenciaron la semana pasada. Según un índice accionario de carácter global que elabora el diario Financial Times, las acciones retrocedieron 1,8 por ciento entre lunes y viernes, su peor desempeño en los últimos dos meses.
Un testimonio entregado por el experto Olivier Marciot al matutino londinense resume el panorama. “Hace algún tiempo todos los planetas comenzaron a alinearse: teníamos un momento económico muy fuerte a nivel internacional, expectativas de que los bancos centrales no se moverían por un largo rato y buenas valoraciones en las bolsas”, afirmó. “Paso a paso, esos planetas se han desalineado y eso crea tensiones”, concluyó.
Las alertas son de diversa índole y combinan hechos con percepciones. Para usar la conocida figura, es como si más luces en el tablero de control comenzaran a titilar, algunas en amarillo y otras en naranja. De ahí que la incertidumbre muestra cierta tendencia al alza.
El equivalente del palo en la rueda es el mismo: el covid-19. Si bien la ciencia encontró una respuesta que sirvió para contener la amenaza, esta no desaparece por completo. La aparición de cepas más contagiosas, como la conocida variante delta, plantea interrogantes que se llegaron a creer superados.
En el caso de los países que optaron por la supresión del virus, el peligro de que las cosas se salgan de control es elevado, entre otras porque la vacunación se demoró. En
Nueva Zelanda o Australia han regresado las restricciones, junto con las críticas a los gobernantes que recibieron aplausos inicialmente.
Más complejo todavía es lo que sucede con China, que, si bien ha inoculado a centenares de millones de sus ciudadanos, combina esa campaña con una política estricta de extirpar cualquier foco que aparezca sin importar el costo. Cuando un trabajador en el puerto de Ningbo dio positivo en una prueba este mes, las autoridades no solo aislaron a 650 personas con las que tuvo o directo o indirecto, sino que cesaron las operaciones en la tercera zona de contenedores más ocupada del planeta.
Los impactos de dicha determinación sobre el comercio mundial han sido enormes. En términos prácticos se creó un gran atasco de embarcaciones que no pudieron cargar ni descargar en los tiempos previstos, algo que origina un efecto dominó que se siente a miles de kilómetros.
Adicionalmente, los precios de los fletes se dispararon. Llevar un contenedor de 40 pies de un lado al otro del Pacífico, hasta la costa occidental de Estados Unidos, vale ahora 16.000 dólares, diez veces más que antes del coronavirus y el doble que el mes pasado.
Son incontables las cadenas logísticas que se vieron afectadas. Los cuellos de botella en el transporte, por esta y otras razones, se convirtieron en un dolor de cabeza.
Para colmos, sobrevino una escasez inesperada de microprocesadores. Toyota, para solo citar un caso, dijo el jueves que recortará sus metas de fabricación en 40 por ciento durante septiembre, lo cual quiere decir que en lugar de 900.000 vehículos ensamblará tan solo 540.000.
Y eso no es lo único. La poderosa maquinaria productiva china da señales de haber perdido el ritmo, como lo indica una reducción en las inversiones en activos fijos registrada en julio. Como consecuencia, algunos analistas le apuntan a un crecimiento menor que el esperado, algo que influye en el comportamiento de las cotizaciones de diferentes bienes primarios.
A su vez, los consumidores estadounidenses muestran más cautela que la proyectada. Parte de ese comportamiento puede estar atado a la paulatina suspensión de ayudas federales en la medida en que el desempleo se mantiene abajo.
Pero lo que realmente está en la mira de los analistas es una eventual alza en las tasas de interés internacionales, debido a que la inflación está por encima de las metas fijadas por numerosos bancos centrales. Quienes se especializan en leer entre líneas concluyen que viene al menos una política menos expansiva, tras leer las minutas de las reuniones del Banco de la Reserva Federal en Washington.
Cartas en la mesa
¿Quiere decir lo anterior que las cosas pintan para peor? En absoluto. Si bien aparecen desequilibrios y presiones en múltiples frentes, los expertos subrayan que las autoridades guardan algunas cartas bajo la manga. Pekín, para citar un caso, muy posiblemente adoptará medidas de estímulo para darles recursos a los sectores que lo necesitan y así retomar el rumbo.
En último término, de lo que se trata es de no cruzarse de brazos y mejorar los sistemas de detección temprana de riesgos para reaccionar a tiempo. Mantener la guardia alta resulta clave cuando el objetivo es prolongar la reactivación observada tanto como se pueda.
En esa lista de cosas por hacer, el Fondo Monetario insiste en la vacunación. Aparte de que hay que completar la fase inicial de cubrir a la población objetivo, es indudable que los refuerzos –o terceras dosis– se convierten en un imperativo.
Si bien todavía hay discusión entre la comunidad médica, más estudios confirman que la protección que se obtiene a través de las inyecciones es temporal y tiende a disminuir con el paso de los meses. El debate es intenso respecto a si los compuestos de tipo mensajero del ácido ribonucleico –como los elaborados por Pfizer y Moderna– pierden efectividad más rápido que otros más tradicionales, del estilo de AstraZeneca.
Mientras la controversia se dirime es creciente el número de gobiernos –incluyendo el de Colombia– que se irán por la vía del pinchazo extra, algo que eventualmente seguirá pasando frente a un virus cuya desaparición se ve lejana. También es previsible que vendrán mayores presiones para que aquellos que por diferentes motivos se niegan al tratamiento lo acepten o, a cambio, se vean en problemas para entrar a ciertos sitios públicos o tomar un avión.
De vuelta a la economía, aquellos países que todavía tienen la posibilidad de hacerlo seguirán con sus programas de estímulo. Joe Biden sacó adelante hace poco un nuevo paquete que le ayudará a la economía estadounidense, lo cual debería impactar positivamente a sus socios comerciales.
No obstante, en este y otros asuntos es fundamental que Washington muestre que es capaz de liderar, sobre todo después de que la debacle de Afganistán –así sea del orden político y militar– ocasionara aprehensión entre sus aliados. Conseguir, además, que los países más pobres tengan a más vacunas no solo es un imperativo desde el punto de vista humanitario, sino de normalización económica y de manejo de riesgos.
Tampoco es menor el reto para que vuelvan los capitales a los países emergentes y el clima mejore, dando lugar a círculos virtuosos. Con razón el FMI habla de una recuperación dispar en la cual las naciones más poderosas salen más rápido del bache ocasionado por la pandemia que las de menor desarrollo relativo.
A este respecto, es notable la asignación de 650.000 millones de dólares en derechos especiales de giro decidida por el Fondo Monetario. De esa suma, unos 375.000 millones les corresponden a los Estados más ricos, que podrían canalizar recursos que no les son indispensables en beneficio de los más vulnerables.
Ejercer el liderazgo serviría igualmente para que no se olvide otra asignatura de marca mayor: la mitigación del cambio climático. Entre las urgencias de corto plazo, tomar medidas para evitar que el calentamiento global sea inexorable es algo que no se puede olvidar.
Conseguir el justo equilibrio cuando se juntan tantas variables y de tan diversa índole no será nada fácil. Hacer malabares para mantener la pandemia a raya, sin afectar la economía o los programas sociales, al tiempo que se aseguran la sostenibilidad fiscal y financiera, mientras se crea empleo y baja el uso de combustibles fósiles, requiere de mucho talento y una buena dosis de suerte.
Y así nadie tenga asegurado el resultado, no queda de otra que intentarlo. Porque la opción del inmovilismo es la peor, justo cuando las amenazas de todo orden siguen rondando por ahí.
La reactivación en el mundo es un hecho, pero el verdadero reto consiste en que no sea de corta duración. Eso solo se evitará si el ‘sálvese quien pueda’ de estos últimos meses le da paso a un escenario de mayor cooperación internacional que permita dejar atrás esta época oscura pronto y de una vez por todas.
RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO
@Ravilapinto
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