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Los posibles duros efectos del próximo fenómeno de El Niño| análisis de Ricardo Ávila
Aparece la duda de si el Gobierno enfrentará bien el desafío de mitigar su impacto.
La probabilidad de un fenómeno de El Niño fuerte en el país subió a un rango entre 75 y 85 por ciento. Foto: Óscar Berrocal. Archivo EL TIEMPO
Cuando hace unos días la directora del Ideam, Ghisliane Echeverry, reportó que la probabilidad de un fenómeno de El Niño fuerte en el territorio nacional subió a un rango entre 75 y 85 por ciento, las reacciones no se hicieron esperar.
El motivo es que el calentamiento anormal de las aguas superficiales del océano Pacífico, que ocurre de manera periódica e incide sobre el agua que cae en vastas áreas de Suramérica, ha hecho muchos estragos en épocas pasadas.
Tras haber ignorado las alertas que aparecieron desde marzo, la actitud del Gobierno es otra. Por ejemplo, esta semana en su cuenta de X –conocida antes como Twitter– Gustavo Petro destacó el uso de “estadística de las probabilidades para tomar medidas”, al tiempo que invitó a la población a “recolectar toda el agua que se pueda”.
Adicionalmente, el mandatario hizo otras recomendaciones y envió instrucciones, algunas no muy claras. “La ampliación de la producción de es solares para uso doméstico, municipal o industrial debe derogarse de inmediato”, señaló. También solicitó “a las juntas de acción comunal y a las organizaciones populares reunirse para establecer los planes de abastecimiento alimentario y de construcción de las comunidades energéticas”.
No habló, en cambio, del proceso puesto en marcha por la istración a su cargo. La conformación de un Comité Nacional Ampliado que viene de reunirse por primera vez, junto con el lanzamiento de la campaña “El Niño no es un juego”, muestran que dentro del Ejecutivo las alertas están encendidas.
Más de 50 hectáreas de vegatación quemadas y decenas de animales y reptiles muertos, es el saldo de un gran incendio forestal en el sector Los Limones, en zona rural de Cali, que 50 Bomberos Voluntarios de Cali han tratado de controlar durante siete horas, pero pese al gran esfuerzo, los fuertes vientos, la vegetación seca y la toporafía de este cañón, no ha permitido la extinción de este incendio en medio de la sequía que empieza a producirse por el fenómeno del niño. A las 9:30p.m. se suspendieron las labores debido al peligro que corrían los bomberos, pero las labores se iniciarán mañana viernes a las 5a.m. Foto:Juan Pablo Rueda Bustamante / El Tiempo
Según lo ha informado la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, se destinarán 2,2 billones de pesos para enfrentar la emergencia. De estos, 1,7 billones irán a la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo y el resto a diferentes sectores con énfasis en las etapas de alistamiento y prevención, para mitigar los peligros de una situación anómala que se prolongaría hasta mayo de 2024.
Que ya se notan las alteraciones, es innegable. La misma funcionaria afirma que el número de incendios forestales detectados se ha multiplicado por tres, aunque la respuesta rápida de las autoridades logró que las hectáreas devastadas sean menos que el año pasado. La creación de 80 brigadas, que integrarán más de mil personas en 24 departamentos, ayudará en los meses que vienen a contener los episodios que se presenten.
Sin embargo, no hay duda de que se acercan épocas difíciles. En el ámbito global los científicos advierten que las temperaturas al alza muestran una aceleración que ya era preocupante en un planeta que se ha venido calentando. Para citar un caso, los termómetros en el hemisferio norte llegaron en septiembre a los mismos registros promedio que en julio, a pesar del arranque del otoño.
Y en el caso colombiano la sequía apunta a ser la constante en buena parte de las costas Atlántica y Pacífica y de la zona Andina. Solo los Llanos Orientales, cuyos regímenes de lluvias dependen más del escudo guyanés, mostrarían un comportamiento distinto.
Lo anterior no quiere decir que los aguaceros desaparecerán, sino que serán menos frecuentes. Por cuenta de esa circunstancia, dos sectores en particular comienzan a verse afectados: la producción de alimentos y la generación de energía en un país que depende mayoritariamente de la hidroelectricidad. Dentro de un escenario más extremo, la navegación fluvial se vería alterada.
Imagen de referencia. Foto:iStock
Efecto sobre el bolsillo
En lo que atañe a la comida, una menor pluviosidad se traduce en el rendimiento de las cosechas o el crecimiento de los pastos que alimentan el ganado y determinan la disponibilidad de carne y leche. Si bien hay algunos distritos de riego que sirven para compensar la falta de agua y a nivel local se está apoyando la construcción de jagüeyes, eventualmente aparecerán cuellos de botella en el abastecimiento.
Puesto de otra manera, vendría aquello que los expertos conocen como choques de oferta. De acuerdo con el ministerio de Agricultura, eventos previos que podrían asimilarse al que ahora está en marcha han afectado la producción de fique, yuca, palma africana, cebada, arroz, papa, maíz, algodón, caña era, plátano, cacao y fríjol. Igualmente, el hato bovino gana menos peso, mientras la captura de especies marinas como pargo, atún o corvina se reduce.
¿De cuánto puede ser el coletazo? Los trabajos de varios economistas dejan en claro que todo depende. Si El Niño es débil o moderado la repercusión sobre los precios es casi imperceptible. Pero si es fuerte –con temperaturas promedio que suben entre 1,5 y 2 grados centígrados– o superfuerte –por encima de los 2 grados– las cosas se complican.
Un documento de Davinson Abril y otros técnicos, publicado por el Banco de la República, estimó que la inflación total podría subir entre 0,26 y 0,62 puntos porcentuales si el fenómeno es fuerte. A su vez, Valeria Bejarano junto a varios colegas calculó que el incremento oscilaría entre más de un punto porcentual y casi cuatro puntos, según lo señala otro texto también editado por el Emisor.
Incendio en el corregimiento de Juan Mina. Foto:Vanexa Romero/El Tiempo
Por lo tanto, hay que cruzar los dedos para que El Niño ya confirmado no se convierta en un Super Niño, nombre que recibe la categoría más extrema. Si eso sucede o no, es algo que solo se sabrá en los meses que vienen, pero no hay duda de que los temores son más notorios.
La razón es que Colombia no ha conseguido solucionar su problema inflacionario todavía. Como es sabido, el dato de septiembre se ubicó apenas por debajo del 11 por ciento anual, muy por encima de los guarismos de Perú, Chile o Brasil. A pesar de que la tendencia es descendente falta mucho antes de volver a la meta de largo plazo, un rango definido entre el 2 y el 4 por ciento anual.
Y ese camino será todavía más tortuoso si los precios de la comida vuelven a repuntar de manera significativa. Pensar en una rebaja sustancial de las tasas de interés que han actuado como un lastre sobre el crecimiento de la economía será irreal, en caso de que la canasta familiar se encarezca mucho.
A lo anterior se agregaría el descontento de la población y lo que suceda sobre el poder adquisitivo de los ingresos. No hay que olvidar que los colombianos de menores recursos dedican una proporción más alta de lo que ganan a alimentarse, con lo cual serían las víctimas directas de las malas jugadas del clima.
Las mujeres que viven en la ruralidad tienen más a los productos financieros que los hombres, según el Reporte de Inclusión Financiera 2022. Foto:El Tiempo / cortesía
Como si la anterior advertencia no fuera suficiente, la suerte del sector eléctrico no pinta bien. Es bien sabido que más de dos terceras partes de la capacidad de generación instalada en el país corresponde a plantas movidas por agua y si bien existe un margen de maniobra por cuenta de otras opciones, hay limitaciones.
Debido a ello los ceños fruncidos son la norma entre quienes le toman el pulso a la actividad. Para comenzar, porque lo sucedido en septiembre muestra que las afectaciones están en curso. Según XM los aportes hídricos en ese mes fueron el 55,7 por ciento de la norma histórica.
Al respecto, no faltará quien diga que para eso existen los embalses cuya función es la de acumular líquido para poderlo gastar cuando falte. Y si bien eso es cierto, expertos como el exministro Amylkar Acosta recuerdan que, con excepción del que existe en el área del Peñol en Antioquia cuya capacidad de regulación es de más de un año, la de los demás se mide en meses.
Dicho de otra forma, el tamaño de la alcancía es relativamente reducido. Así lo comprueba que en los últimos 30 días el nivel de las reservas hídricas pasó del 78 al 71 por ciento. A pesar de que el número es elevado todavía, la caída se ve fuerte, sobre todo cuando la parte más dura de la sequía se proyecta para comienzos del año que viene.
Quienes saben del asunto insisten en que los riesgos todavía son manejables, pero que el margen para cometer errores es reducido. Las experiencias de situaciones similares dejaron lecciones valiosas que deberían ponerse en práctica en la presente ocasión.
Gecelca Foto:Gecelca
De lo que se trata es de saber maximizar el uso de los recursos existentes. La lógica indica que hay que cuidar el agua que se logró ahorrar y preparar a las plantas termoeléctricas –que pueden llegar a cubrir casi la mitad de la demanda– para que tomen la posta.
Algo de eso ha venido ocurriendo, pero con obstáculos. Sin duda, lo más grave es que la emergencia tiene lugar cuando aparece un verdadero desbarajuste institucional y financiero, cuyo manejo ya sería difícil en épocas normales.
Aparte de que la Comisión de Regulación de Energía y Gas se encuentra en interinidad y no cuenta ni siquiera con quorum decisorio, hay problemas billonarios que ponen en riesgo la viabilidad de las empresas comercializadoras.
Para colmo de males, el Gobierno subraya que no dejará que los s asuman un mayor valor en la factura, ya sea para recuperar los pagos atrasados o para reconocer que existe una generación más costosa, apoyada en combustibles fósiles.
Uno de los caballitos de batalla más usados por la Casa de Nariño es que el precio del kilovatio en el mercado de corto plazo se ha disparado. Ello es consecuencia de los mecanismos existentes, que reflejan en determinados momentos la escasez o abundancia de agua.
No obstante, para el Gobierno ese referente es calificado como el síntoma de un ánimo de lucro desproporcionado que debe terminar. En último término, aparece el sesgo ideológico de cuestionar la presencia del sector privado en una actividad que desde el punto de vista del Pacto Histórico debería estar en manos públicas. Tal manera de mirar la realidad, y de buscar de manera soterrada cambios en la propiedad de las compañías, equivale a jugar con fuego cuando hay amenaza de incendio.
Mientras eso sucede, la lista de obstáculos crece. Fuera de que más de una planta que debería estar funcionando se encuentra apagada por razones técnicas, el abastecimiento de gas es un enorme dolor de cabeza. Tal como van las cosas, dentro de muy poco tiempo sería necesario importar el combustible para abastecer a las térmicas, pero eso cuesta mucho más.
Quién acabará pagando las sumas extras, es algo que está por verse. En el entretanto, el Ministerio de Minas –en donde aparte de calificar el esquema actual como fruto del neoliberalismo sigue vacante el viceministerio de Energía– saca resoluciones que aumentan la tensión entre los eslabones de la cadena, en lugar de capitanear una nave que ya se bambolea en medio de la tormenta.
Y eso no es todo. Cuando quede atrás el fenómeno señalado seguirá pendiente la expansión de la capacidad actual, algo que quedará en veremos si las señales para los inversionistas no son las indicadas.
Al respecto, alguien involucrado con el sector hace una afirmación tajante: “Si nos apagamos en pleno Niño –que no deberíamos– será por falta de pericia y exceso de ideología”. Amylkar Acosta, a su vez, dice que “no hay riesgo de apagón si y solo si el sistema interconectado nacional opera y funciona con la precisión de un reloj suizo”.
Pero algo así exige conocimiento, liderazgo y habilidad para construir acuerdos. Ya está anunciado que El Niño será muy travieso, ante lo cual una parte del Gobierno comienza a reaccionar de forma adecuada. La duda está en que otras áreas de la istración, con el Presidente de la República a la cabeza, impidan que este infante climático haga pilatunas sin control, cuyo costo acabaría siendo asumido por todos los colombianos.