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Noticia
El show debe continuar… ¿a qué costo?... (Opinión)
Cada día despertamos con nuevas anomalías que volvemos paisaje.
Hizo carrera que en Colombia nada es suficientemente grave, que pasa tanto que no pasa nada y que el escándalo de hoy siempre termina ahogado por el de mañana. Y el fútbol ni es ajeno ni es mejor.
Cada día despertamos con nuevas anomalías que volvemos paisaje, que normalizamos so pena de ser señalados después por los protagonistas de ‘enemigos de la industria’, de ‘hipócritas que viven de esto y aún así lo atacan’, de viudas y viudos, víctimas del ‘nuevo periodismo’. La cruda realidad es que ya nadie quiere saber, que solo les interesa ahora coincidir. Y el desafío, entonces, es la terquedad de lo primero y no la ligereza de lo segundo.
Carlos Mario Zuluaga, nuevo prsidente de Dimayor Foto:EL TIEMPO
La culpa es nuestra
Somos responsables de fingir sorpresa cuando la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) nos prueba lo que todos sabemos, a ciencia cierta, desde hace décadas: la existencia de un ‘pacto de caballeros’ en la Dimayor para impedir que los futbolistas cambien de equipo en busca de mejores condiciones laborales o acudan ante la justicia para hacer valer sus derechos, una violación flagrante a sus derechos que resulta, al menos, intolerable.
“Les recuerdo que el jugador profesional Agustín Vuletich (…) incumplió su compromiso con nuestra institución (…) Por tal razón les agradezco su solidaridad frente a este tema”, dice José Fernando Salazar, dueño de Águilas Doradas, en el ya tristemente célebre chat G-36, en el que los dirigentes acuerdan los vetos. ¿Hace cuánto sabemos que así funciona? Es tan descarado todo que hasta Carlos Mario Zuluaga, hoy presidente de Dimayor y ex Equidad, les advierte abiertamente a sus actuales jefes que los pueden acusar de “cartelización del derecho al trabajo”. ¡Porque es eso lo que están haciendo!
América vs. Deportivo Cali Foto:Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO
Somos tan idiotas útiles que vemos cómo despilfarran, malgastan y se apropian los recursos de un Deportivo Cali en quiebra, que debe más de 25 millones de dólares (¡de dólares!) e ignoramos a Mario Yepes cuando denuncia que el club está al borde de la desaparición porque su “principal problema está adentro”, porque él mismo vio vender a seis jugadores cuando fue DT y nunca entendió por qué la plata no volvió a la cantera. Preferimos, irrespetuosamente, culpar a los jugadores, a quienes pasan meses sin pagarles los salarios a los que tienen legítimo derecho, que apuntar a la raíz… a esa le ofrecemos micrófonos para hacerse propaganda y posar de víctima.
El fútbol que merecemos
Lo lamentable es que, como en los malos matrimonios, aquí no hay inocentes. Ni los jugadores, porque ya Boyacá Chicó y Unión Magdalena han denunciado ante la Fiscalía a las manzanas podridas que participan en amaño de partidos, gestadas por apostadores ilegales que vienen de Asia, que pasan por México, que amenazan e intimidan al mejor estilo de la mafia que son. Elegimos llamar loco a Pimentel por denunciarlo, resulta más cómodo.
Igual que cuando olvidamos que en este mismo show de nuestro fútbol ocurrió el escándalo de la reventa de boletería para partidos de la Selección Colombia en el Mundial 2018, que se gestó en la propia Federación Colombiana de Fútbol (FCF) y que acabó en una irrisoria multa de 18.000 millones de pesos -caja menor para la FCF- tras una ardua investigación de la SIC, la misma que puso contra las cuerdas a todos los del comité ejecutivo, del presidente Jesurún para abajo, pero los vio a todos exonerados por Francisco Barbosa, quien, increíblemente, no encontró el ‘dolo’ por el que se pagó la citada multa.
Ramón Jesurún Foto:Vanexa Romero/El Tiempo
Y así vamos por la vida normalizando todo, casi mereciendo que un troglodita como Eduardo Dávila, dueño del Unión, destruya el esfuerzo del fútbol femenino, ya no mandándonos a cocinar, como hacen tantos de sus congéneres, sino “a jugar dominó”.
Somos nosotros, en esta terquedad de obligar a que el show continúe a pesar de todo y de todos, los que encumbramos esos adefesios directivos en nuestro fútbol. Y será así mientras insistamos en no hablar de las miserias en bien del espectáculo. Si al final, como dicen los futurólogos, el periodismo se extingue, habremos puesto todo de nuestra parte para sepultarlo. Pero si aún respira, está en nuestras manos seguir haciendo el ruido incómodo que fue siempre el génesis del oficio. De eso aún se puede vivir.