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Juguetona carta del autor chileno Pedro Lemebel a la diva Liz Taylor
Hace parte de 'Loco afán', uno de los cuatro suyos que Seix Barral pone en librerías colombianas.
Lemebel participó en el Carnaval de las Artes de Barranquilla, en una presentación memorable. Foto: Archivo EL TIEMPO
Querida Liz, sin saber si esta carta irá a ser leída por el calipso de tus ojos, y más aún, conociendo tu apretada agenda, me permito sumarme a la gran cantidad de sidosos que te escriben para solicitarte algo. Tal vez un rizo de tu pelo, un autógrafo, una blonda de tu enagua. No sé, cualquier cosa que permita morir sabiendo que tú recibiste el mensaje. El caso es que yo no quiero morir, ni recibir un autógrafo impreso, ni siquiera una foto tuya con Montgomery Clift en El árbol de la vida. Nada de eso, solamente una esmeralda de tu corona de Cleopatra, que usaste en el filme, que según supe eran verdaderas. Tan auténticas, que una sola podría alargarme la vida por unos años más, a puro AZT.
No quiero presionarte con lágrimas de maricocodrilo moribundo, tampoco despojarte de algo tan querido. Quizás, liberarte de esas gemas que cargan la maldición faraónica y a la larga traen mala suerte, incitan a los ladrones a saquear tu casa. Y no es broma. Tú recuerdas lo de Sharon Tate, no fue nada de gracioso. Además, los pelambres del ambiente, las víboras diciendo que las joyas se te pierden en las arrugas. Que ya no te queda cuello con tanta zarandaja. Que una reina debe ser sobria, que a tu edad el esplendor de los rubíes compiten con la celulitis. En fin, habiendo tanto hambriento, tú te paseas de alhaja en alhaja. Que Julio Iglesias quedó turnio con tanto brillo. Que los cheques para la causa AIDS, que tú regalas con tanta devoción, se quedan enredados en los dedos que trafican la plaga. Y dicen que, fíjate tú, esa piedad es pura pantalla, nada más que promoción, fíjate, como el símbolo para la campaña. Esa cintita roja que los maricas pobres la usan de plástico, seguro que fabricadas en Taiwán. Y las ricas de oro con rubíes, que más parece una horca, el lacito ése. Un detector para saber quién tiene el premio, tú sabes, la gente es tan peladora. Hasta han dicho que tú estás contagiada, por eso la baja de peso. Basta mirar las fotos de hace algunos años, no había modelito que te entrara. Y ahora, tanto amor con los homosexuales sidosos. Tanto cariño por ese Jackson, el Cristo pop que canta “dejad que los niños vengan a mí”. Mira tú, de dónde tanta adhesión. Tanto amor con los maricas, como la Liza Minnelli, la Barbra Streisand y la María Félix. Todas esas estrellas que amamantan a las locas como perritos regalones. Como si las maricas fueran adornos de uso coqueto. Como si fueran la joya del Nilo o el último fulgor de una Atlántida sumergida. Mira tú, y sin embargo con las lesbianas ni pío. Cuando debiera ser al revés, dicen ellas. Primero la solidaridad por casa, y luego las locas. Hasta les tienen un apodo en New York a las ricas y famosas que andan para arriba y para abajo con sus modistos y peluqueros.
Yo creo, Liz, que es pura pica, nada más que envidia. Además, los colas tenemos corazón de estrella y alma de platino, por eso la cercanía. Por eso la confianza que tengo contigo para pedirte este favor. Si es que tú quieres, si no te importa mucho. Te estaré eternamente agradesida. Acuérdate, una esmeralda chiquitita, de pocos quilates, que no se note mucho cuando la saquen de la corona. Total, tú tienes esas turquesas para mirar que opacan cualquier resplandor. Yo soy de Chile, mándamela a la dirección del remitente. Tú no conoces este país, dicen que hay mucha plata, pero no se ve por ningún lado.
Tu irador, for ever.
Seix Barral publica cuatro de sus libros. Foto:Archivo particular
PEDRO LEMEBEL*
Escritor Chileno/ Cortesía Editorial Planeta Colombia