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El ‘multitasking’, según Pitágoras
Primer filósofo de la historia, quien supo conjugar su base científica al estudio del pensamiento.
Si le preguntamos ¿qué le viene a la cabeza cuando lee o escucha el nombre Pitágoras?, seguramente su primer referente será el teorema. Geometría básica. Pero le sorprenderá saber que de su prolífica relación con los números se desprenden audaces hipótesis en astronomía, en cuanto a teorías del movimiento de la Tierra en torno a un ‘fuego central’ (no el Sol) e inclusive, en el ámbito musical, como autor de las relaciones aritméticas que le dan forma a la escala musical.
Adicionalmente Pitágoras, el eterno del cuadrado de los catetos, fue el primer hombre de ciencia que se atribuyó, a sí mismo, el calificativo de “filósofo”. Algo equivalente haría varios siglos después el francés Paul Poiret, un costurero de oficio, artista y dibujante empírico que se autodefinió el primer diseñador de moda de la historia, precisamente, por manejar diferentes artes y oficios pero sin ser experto en uno en particular.
Precisamente, sobre la ‘tiranía’ de Pitágoras, al autoerigirse como el primer filósofo de la historia del pensamiento, existe un relato narrado por Cicerón en sus Disputaciones Tusculanas.
“Llegado Pitágoras a la ciudad de Fliunte en la Argólida, región del Peloponeso, tuvo ocasión de conversar sobre diversas cuestiones con el gobernante local Leonte, o León, según las traducciones, quien, estupefacto ante el saber de su interlocutor, vino a preguntarle indirectamente cuál era su oficio. El viajero habría respondido que no era experto en nada particular, sino que era ‘filósofo’”, escribe Víctor Gómez Pin en su libro 'Pitágoras. La infancia de la filosofía', de la colección Descubrir la Filosofía que circucada semana con EL TIEMPO.
El valor de la multitarea
El legado de Pitagoras Foto:Archivo particular
La narración continuó con la respuesta dada al gobernante local de Fliunte, para quien, era evidente que el término filósofo le era desconocido. Pitágoras acudió a una alegoría del contexto de las olimpiadas o las ferias de las ciudades griegas en donde las personas obtenían provecho comprando o vendiendo mercancías, exponiendo sus destrezas físicas y corporales o simplemente observando el acontecer.
“Pues bien, habría concluido el viajero, al igual que en la feria, también en la vida es un comportamiento más digno de elogio el ser observador desinteresado del transcurrir de las cosas, que el tener una actividad u oficio determinado por intereses prácticos”, añade Gómez quien destaca que de este diálogo floreció la definición del filósofo como una figura carente de oficio concreto, acuñada al propio Aristóteles quien la inmortalizó en su Metafísica.
“Concebimos al filósofo en primer lugar como el que es capaz de conocer el conjunto de todas las cosas, en la medida en que ello es posible, pero sin tener la ciencia particular de cada una de ellas.”
Con ello, no solo se forjó nuestro culto al ‘toderismo’, sino que empezó a verse con buenos ojos que un hombre de ciencia, como el sabio y atractivo Pitágoras, fuera filósofo aun cuando la palabra ni siquiera existiera entre el lenguaje de la sociedad o cuando no quepa en la cabeza de muchos la respuesta a la cuestión ¿qué le aportaría a un científico como Pitágoras la condición de filósofo como alguien que tendría un conocimiento del conjunto de saberes sin ser experto en cada ámbito que conoce?
La respuesta la da el escritor Víctor Gómez Pin al afirmar que al ser hija de la ciencia, “la filosofía recurrirá a ella cuando sea necesario, pero sin subordinarse nunca, y los expedientes que la ciencia le proporcione no dejarán de ser eso, expedientes, instrumentos cuyo valor se juzga por su grado de utilidad para la causa que sirven”.
Un genio muchas caras
Debido a su autoerigido carácter como filósofo (por ende, multitareas), Pitágoras puede ser definido según el oficio o la profesión de la persona que hable de él.
Un músico, en plena etapa de conservatorio referirá a él como colega, en tanto lo conocerá a partir de la escala pitagórica.
Por su parte, un esotérico lo señalará como físico y político (se ocupan de mecánica geografía, meteorología, medicina, gramática y poesía), o como matemático al haber accedido al conocimiento mediante símbolos articulados en fórmulas codificadas y centran su reflexión en la aritmética, la música, la geometría y la astronomía.
Un historiador de la cosmología lo verá como cosmólogo, al estudiar su hipótesis de la Tierra girando en torno a un fuego central que no era el Sol.
Una leyenda. Desde su nombre se basa en una narración mágica. Se dice que su padre, un comerciante de Samos consultó al oráculo (la Pitia) y este le anunció el nacimiento de un hijo que sería celebre por su sabiduría y su belleza; por ello, su padre lo bautizó ‘Anunciado por el Oráculo’.
Un maestro. Su escuela pitagórica estaba reservada para tratar temas de calado con sus iniciados o pitagóricos (como Pitágoras enseñaba temas generales en público, a sus oyentes no iniciados los llamada pitagoristas). Allí, las reglas eran muy claras y algunas eran razonables y otras, estaban guiadas por la superstición.
Por ejemplo, se debía calzar primero el pie derecho, pero descalzar primero al izquierdo; debían ser vegetarianos pues apropiaron la creencia egipcia de la reencarnación animal y las manifestaciones de ira en público estaban prohibidas, por respeto a los dioses.
Pitágoras. La infancia de la filosofía, tomo número 12 de la colección Descubrir la Filosofía, circulará esta semana con EL TIEMPO, con un precio de 26.900 pesos. Los interesados en adquirir la colección completa a un precio de 589.000 pesos para suscriptores y de 787.000 pesos para no suscriptores (este precio tendrá un descuento especial para los no suscriptores quienes, al comprar los treinta libros en una misma transacción, pagarán 719.000 pesos) podrán hacerlo a través de tienda.eltiempo.com/filosofia o llamando en Bogotá al 4 26 6000, opción 3, y en la línea nacional gratuita 01 8000