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Todo tiene su final

El humorista y periodista colombiano relata anécdotas de las que fue testigo Harry’s Bar.

Harry Sasson, con el periodista Yamid Amat, quien es un protagonista central de esta crónica, que rememora las incidencias de las tertulias en el Harry’s Bar, uno de los que el chef deberá cerrar por la pandemia.

Harry Sasson, con el periodista Yamid Amat, quien es un protagonista central de esta crónica, que rememora las incidencias de las tertulias en el Harry’s Bar, uno de los que el chef deberá cerrar por la pandemia. Foto: Archivo EL TIEMPO

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Cómo no recordar esa frase que se hizo famosa con el son de Héctor Lavoe: “Todo tiene su final”. Y ahora suena y resuena con mayor intensidad, porque nadie en enero de este año tenía en su menú que fueran a cerrar restaurantes emblemáticos de Bogotá, como Balzac, Club Colombia o Harry’s Bar, por citar los del lado de Harry Sasson.
Pero Lavoe lo anticipó, “nada dura para siempre”. Quedan los recuerdos. Muchos. En Balzac por ejemplo, durante casi 10 años, con un grupo de amigos, nos dábamos cita los sábados para almorzar y habitualmente nos encontrábamos en lo que comenzamos a llamar ‘la pecera’, una terraza por el costado que daba a la zona T de Bogotá, y allí, la gente que pasaba nos miraba como mirando hacia adentro de un acuario.
Los almuerzos comenzaban a la una o dos de la tarde y terminaban –muchas veces– casi sobre la medianoche. El objetivo fundamental de los almuerzos sabatinos era simplemente “comer prójimo”, es decir, cumplir con ‘rajar’ de medio mundo, pero sin sostenerle nada a nadie. Y ya está. Y ver al país pasar y pasar.
Lo de Harry’s Bar era parecido, mas no igual. Durante muchos años, tal vez 15, cada martes en la noche nos citábamos para ir a la mesa de Yamid, así la llamamos. Una mesa redonda ubicada cerca de la escalera al segundo piso del lugar.
Allí montó Yamid Amat un lugar preferencial de tertulia. A esa mesa llegaban políticos –unos prestigiosos y otros no tanto–, periodistas, gente de la farándula, magistrados, ministros, exministros, candidatos a todo, presidentes y expresidentes, de los buenos y de los otros.
La mesa parecía elástica, muchas veces más de 20 nos acomodábamos de alguna forma para participar del condumio, como dirían los taurinos.
Recuerdo a muchos personajes de la vida nacional que pasaron por allí. Cada martes había tema, arreglábamos el país o tal vez lo desbaratábamos, nos enterábamos de primera mano de más de una cosa que a futuro pasaría y pasaba.
Subíamos y bajábamos, quitábamos y poníamos. Se les apostaba al fútbol, a los partidos de Santa Fe, de Millos, o a la Selección Colombia. Bueno, también a finales de Champions.
Apuestas minúsculas, pero que entre varios alcanzaban como para invitar a la próxima tanda. Se les apostaba a las elecciones. Era un tiempo muy relajado y, en cierto modo, refrescante.
Y lleno de anécdotas. Alguna vez –fue un viernes–, con mesa llena a tope, entre los contertulios estaban Yamid, obviamente, Alí, Jorge Armando Otálora, Simón Gaviria y conmigo por lo menos 10 más. Le pedí al doctor Otálora su celular, que era número privado, y le marcamos a Simón en la misma mesa.
Tan pronto contestó, le hablé como su padre, el expresidente César Gaviria Trujillo.
–Simón, hijo, ¿dónde estás?
–¿Papá?
–Sí, hijo, ¿dónde estás? Estoy muy preocupado por ti.
Aquel día habían puesto una bomba en una zona central de Bogotá.
–Papá, eh... Estoy en Harry’s con Yamid y unos amigos.
–Bueno. Cuídate. Bogotá está muy peligrosa, no te demores. Papá te quiere.
–¿Papá? ¡Papá! Qué raro, mi papá casi nunca me llama.
Aquel día habían puesto una bomba en una zona central de Bogotá
Simón, por un instante, palideció. Pero ya era tarde. La concurrencia de la mesa estaba enterada de que le había hecho una pega. Al rato le contamos y el juego se volvió imparable esa noche.
Yamid, emocionado en medio de semejante relajo, me pidió que buscáramos otra “víctima”, y apareció.
Con el cierre de Balzac, Club Colombia y Harry’s Bar (foto), tres de los restaurantes más importantes del chef Harry Sasson en Bogotá, cerca de 160 personas se quedan sin empleo.

Con el cierre de Balzac, Club Colombia y Harry’s Bar (foto), tres de los restaurantes más importantes del chef Harry Sasson en Bogotá, cerca de 160 personas se quedan sin empleo. Foto:HarrySasson.Com

Juan Andrés Carreño era por la época integrante de la Comisión Nacional de Televisión. Y él, ocasionalmente, iba a la mesa. Ya era la medianoche. Carreño no contestó. La llamada envió a buzón y allí le quedó un mensaje:
“Doctor Carreño, le habla Álvaro Uribe. Necesito un favor, mañana tengo muy temprano una reunión y necesito que me traiga los fólderes de Telecom. Lo espero a las 7 de la mañana. Gracias”.
Era viernes en la noche aquella vez. Nosotros seguimos en nuestra juerga.
Al otro día, a las 7 de la mañana, luego de aplicarse el respectivo fijador lechuga, el doctor Carreño muy encorbatado, como la ocasión lo ameritaba, llegó a la Casa de Nariño.
Carreño se presentó en la portería ante el oficial de guardia y dijo: “Buenos días, vengo a una reunión con el señor Presidente.
–Sí, señor. ¿Su nombre?
–Juan Andrés Carreño.
–A ver, veamos, Juan Andrés Carreño… Juan Andrés Carreño… No señor, usted no figura aquí en la lista de las personas que tienen cita con el señor Presidente.
El propio presidente me llamó, aquí tengo el mensaje. Es que él me llamó casi a la medianoche.
–Permítame, yo llamo y le pregunto.
El oficial llama directamente al doctor Uribe Vélez y le dice: “Señor Presidente, el doctor Juan Andrés Carreño está aquí en portería y dice que tiene cita con usted”.
–Hombre, yo no tengo ninguna cita con el doctor Carreño. ¡No señor!
–Señor Presidente, pero él me dice que usted lo llamó anoche y le dejó un mensaje.
–Yo no he llamado a nadie. Yo no tengo cita con el doctor Carreño.
El oficial cuelga y se dirige hacia Carreño y le dice: “Doctor Carreño, qué pena, el Presidente me dice que no tiene ninguna cita con usted y que no lo ha llamado”.
–Pero cómo así, si aquí tengo el mensaje y me pidió que le trajera los fólderes de Telecom, y aquí se los traigo.
Carreño llevaba 8 fólderes de esos tipo legajador, con muchas hojas llenas de información de esa empresa.
Hombre, yo no tengo ninguna cita con el doctor Carreño
El oficial de guarda vuelve a marcarle al Presidente.
–Señor presidente, qué pena, el doctor Carreño me insiste en que usted le pidió los fólderes de Telecom y aquí los trajo.
El doctor Uribe se exalta y le dice:
¡Hombre, por Dios! Yo no estoy loco, yo no he llamado a ningún doctor Carreño, yo no he pedido ningunos fólderes de Telecom” –y colgó.
El oficial procede a comunicarle al doctor Carreño lo que le acaba de transmitir el señor Presidente.
Carreño sale de allí, cariacontecido, malhumorado, fastidiado, pero muy elegante y muy bien peinado, pero de nuevo con los fólderes, debajo del brazo, se regresa.
Y comienza a hacer sus pesquisas para saber quién fue. Tiempo después, alguno de los de la mesa me vendió y Carreño se enteró de que yo había realizado la pega.
Al contrario de lo que pensé que podía pasar, fue muy amable y me constató que esto pasó en la vida real. Hasta el secretario general de la presidencia, el doctor Bernardo Moreno, dio fe del suceso.
Y claro, quedan como parte de las muchas anécdotas que para siempre permanecerán en la memoria colectiva de la deliciosa mesa que solíamos hacer los martes. La famosa mesa de Yamid en Harry’s Bar.
“Todo tiene su final, nada dura para siempre”.
GUILLERMO DÍAZ SALAMANCA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO

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