Abrir un restaurante en Bogotá, en plena pandemia, no era exactamente una buena idea. Abrir un restaurante en Bogotá, en plena pandemia, con buen montaje, buen servicio, buen bar, buen producto y buena cocina, parecía más bien un suicidio.
Sin embargo, siempre habrá un puñado de empresarios que, en las crisis, ven oportunidades e invierten: “Si no lo haces tú, alguien lo va a hacer”. Hoy quiero destacar un restaurante que nació en estos tiempos infaustos: tiene ocho meses de abierto y, como todos –viejos y nuevos–, ha sufrido los embates del virus, de los pico y cédula, de las marchas, de los toques de queda, entre otros, y que sorprende por la equilibrada calidad de sus platos.
Se llama Sorella, es un restaurante 100 % italiano y es de los mismos creadores de Cacio & Pepe. Vamos pues a la sustancia.
De sus entradas quiero recomendar la exquisita ensalada de hinojo, cávolo (una especie de nabo), melón, trozos de naranja, hierbabuena, pistachos y el queso granuloso Grana Padano ($ 27.000).
Metámosle el diente a la pasta fresca hecha en casa. Comencemos con un platazo vegetariano: pappardelle con espinacas asadas, crema de leche levemente ácida, queso gorgonzola, ricota, nuez de nogal y algo de limón ($ 33.000).
Otra receta tan clásica como efectiva: tagliatelle con salsa bolognesa (de ternera), queso Grana Padano y perejil ($ 34.000). Y atención a los rigatoni con langostinos, cangrejo, almejas, un poco de páprika y jerez, que es tal vez su salsa más intensa ($ 44.000). ¡Bien!
Otro de los grandes atractivos de este local son las pizzas. Quiero destacar dos memorables: la de alcachofa con queso provolone Valpadano (dulce), queso pecorino romano y orégano fresco ($ 36.000). Y la Maiale (cerdo en italiano), cuyos protagonistas son la coppa (un salame curado hecho del cuello del cerdo) y la sopressata (otro embutido de cerdo tipo salchicha curada), con tomate, mozzarella y ajo ($ 38.000).
Mención aparte merece su crocante milanesa de ternera apanada –cortada y servida en trozos–, con un aderezo de anchoas, acompañada de una pasta al burro
($ 35.000). A la fija.
Otros platos no están a la altura del resto de la carta, como su pollo asado con páprika, polenta cremosa y gremolata, que, en general, resultó fatuo. O su panceta que desmechan (sí, la desmechan) y con ello le roban la crocancia y terneza que, en sí, trae ese corte.
De sus postres, más allá del tiramisú, recomiendo una copa de helado de cereza amarena (la cereza oscura y medio amarga), con arándanos, nueces y merengue
($ 17.000).
Sorella es un restaurante con ‘buena pasta’ y ‘buena madera’, y eso significa que hay calidad y calidez, que hay buena atención y buen fogón y que se come bien y se pasa bien. Una valiente apuesta que, muy a pesar de estos tiempos, ya deja ver sus resultados. Hay que reservar.
Sorella Calle 66 bis n.º 4-71, Bogotá.
Tel: (031) 6447766.
MAURICIO SILVA
Editor de BOCAS
En Twitter: @msilvaazul