El agua es uno de los elementos esenciales y más versátiles de la naturaleza. Representa pureza, limpieza, espiritualidad, tranquilidad, salud, serenidad, fuerza y poder entre tantas otras cosas. Pero, principalmente, es vida
Este axioma, tan poderoso, resuena en todos los rincones de la existencia, incluida la mesa. Si bien al momento de comer o de cocinar nuestra atención se centra en los sabores, texturas y aromas de los alimentos, pasamos por alto que es el componente crucial que los une a todos.
El agua es un milagro del que solo somos conscientes cuando se agota. Hace parte de la vida como el aire y la sangre que recorren nuestras venas. Pocas veces nos detenemos a meditar sobre eso que los medios llaman con el inocuo cliché de “preciado líquido” ya que damos por hecho que al abrir el grifo siempre brotará.
Esta semana, en Bogotá se inició el anunciado racionamiento de agua, una realidad que muchos nunca imaginaron enfrentar. La preocupante situación del bajo nivel en los embalses que alimentan a la ciudad está teniendo un impacto serio para el sector gastronómico.
Imaginemos el mundo culinario sin agua. Sería como una sinfonía sin su director o un página en blanco sin las palabras de un poeta.
Imaginemos el mundo culinario sin agua. Sería como una sinfonía sin su director o un página en blanco sin las palabras de un poeta. Es fundamental para transformar los ingredientes utilizando diferentes técnicas de cocción. También es indispensable para lavar y limpiar los alimentos, la cocina y a los cocineros que manipulan la comida. En nuestras mesas es el ingrediente invisible pero omnipresente. Ya sea que lo encontremos en un arroz, una sopa, un jugo o una copa de vino, su presencia subraya la conexión fundamental entre lo que comemos y el mundo que habitamos.
Pero la relación entre el agua y la comida no se limita a la cocina. En la agricultura es la esencia de la vida vegetal. Sin ella los cultivos languidecen y los campos, la vida misma, se vuelven estériles. Su escasez amenaza la seguridad alimentaria global, recordándonos la fragilidad de nuestro sistema alimentario y la importancia de conservar este recurso invaluable. En el agua se resume el drama planetario del cambio climático y advierte la inminente posibilidad de la extinción humana.
A medida que avanzamos hacia un futuro donde la sostenibilidad es primordial, la gestión del agua en la producción de alimentos se vuelve cada vez más crítica. Desde la irrigación eficiente hasta la reducción del desperdicio, es deber de todos actuar con inteligencia y recursividad para encontrar formas innovadoras de protegerla y preservarla. Pero lo paradójico del asunto es que con estas restricciones entramos en un círculo vicioso sin fin. Para dar una solución temporal, se acude a los botellones de agua, que están hechos de plásticos y materiales no biodegradables, y al uso de desechables que contaminan más y más al planeta. Ahí estamos pintados.
El racionamiento nos debe invitar a reflexionar sobre el milagro del agua en toda su dimensión, especialmente ahora ante la creciente amenaza de su ausencia.
¡Salud y que el agua siga fluyendo en nuestras vidas y en nuestros platos! Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO