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El café de origen que encapsula el aroma de Colombia
Esperanza de Colombia, producido en Caquetá, hace parte del programa Reviving Origins de Nespresso.
Esta es la cuarta edición que la empresa lanza de Esperanza de Colombia. Foto: Nespresso
¿Cuántas historias puede contener una taza de café? ¿La del que lo toma? ¿La del que lo cultiva? ¿La del que lo sirve? El café es el factor común de muchas anécdotas y cada cápsula de la edición especial de Esperanza de Colombia de Nespresso recoge la de 980 caficultores del Caquetá, de aquellos que desconocemos, pero degustamos de su trabajo y del cuidado que tienen con cada grano.
Caquetá es un departamento que no tiene herencia cafetera como el Eje, Antioquia, Tolima y Huila. Pero desde hace cinco años, Nespresso llegó al sur de Colombia con el proyecto Reviving Origins, la apuesta de la empresa por reavivar el café en zonas del mundo afectadas por diferentes circunstancias ambientales, sociales y económicas. Han llegado a Etiopía y Zimbabue, en África, y a Colombia, en Latinoamérica.
Caquetá es un departamento atravesado por el contexto de conflicto armado, el control territorial por parte de la guerrilla, el desplazamiento y abandono de las tierras, algunas dedicadas a la siembra de café, y la entrada del narcotráfico que obligó y empujó a muchas familias en el país a cambiar su actividad productiva por la coca.
Estas características adversas animaron a Nespresso a escoger a Caquetá como el lugar para revivir los orígenes, para apostarle a la paz después del Acuerdo Final de 2016, para acompañar a los caficultores de esa zona que les siguen apostando al campo y a la transformación de país a través de una taza de café. Y, entre ellos, está Miller González.
De Huila a Caquetá
Miller González nació en Garzón, Huila, municipio cercano a Caquetá. Desde pequeño, supo que su vida no se podía entender sin el campo, sin el café que Miguel González, su papá, le enseñó a cultivar y a amar.
A los 5 años no pedía juguetes, sino árboles de café. Sembrarlos, cuidarlos, recoger los granos era su goce, no necesariamente una imposición. Empezó con 20 palos y hoy, a sus 50 años, ya tiene 5.000 en la finca La Tribuna, ubicada a 30 minutos de Florencia, capital de Caquetá.
“Mi papá me sembró un cafetal como de 20 palos. Con eso comencé. Los istraba, limpiaba, recogía el café y lo vendía con él. Eso me fue incentivando”, le dijo González a EL TIEMPO.
El café Esperanza de Colombia se produce en el Caquetá y en Rosario, Nariño. Foto:Nespresso
Garzón y la finca familiar se estaban quedando pequeños y la familia González migró a San Guillermo, un pueblo fronterizo del Caquetá con el Huila. “Mi papá encontró un terreno más grande, había 3.000 árboles de café y ahí fuimos creciendo, yo seguí trabajando con él, tenía 12 años”.
Después de cinco años, la cabeza de los González decidió dejar la finca, en pleno recrudecimiento de la guerra, para evitar que la guerrilla les arrebatara a sus hijos. Y nuevamente la familia empezó desde cero en un ambiente que les era ajeno. La ciudad o lo que se le pueda llamar ciudad a Florencia.
“Él decidió cambiar la finca por una casa en Florencia, sacrificar sus cafetales para salvarnos a mis hermanos y a mí”. En la capital de Caquetá tuvieron que olvidarse del café y ganarse la vida en actividades de construcción o lo que fuera. Aguantaron en ese trajín solo seis meses y buscaron de nuevo una tierra para sembrar.
Cambiaron la casa por una finca cerca de Florencia, no tan adentro del corazón de Caquetá, donde la guerra no era tan inclemente. Volvieron a la cotidianidad del campo, a sembrar café y a echar de nuevo raíces en la tierra.
En 2008, gracias a su trabajo y empeño, y de aprenderle a su papá, Miller se independizó y compró su propia tierra en Guadalupe, Huila. Llegó a tener 7.000 árboles en la finca El Renacer, pero su familia lo jaló de nuevo hacia Caquetá. En 2013, retornó para no volver a irse jamás.
“Antes veía el café como un producto para vender. Ahora lo tratamos diferente, entendemos mejor su proceso, lo cuidamos para sacar lo mejor de él”, Miller González.
Miller no niega que el conflicto armado afectó los cultivos de café en el departamento. El miedo y la zozobra siempre fueron una constante en su vida, la de su familia y sus colegas caficultores. Pese a la situación de seguridad, no dejó su finca ni la siembra. Además, estaba la ilusión de un cambio que podía llegar de las negociaciones entre el Gobierno y las Farc.
La firma del Acuerdo de Paz no solo trajo tranquilidad a los suyos, sino que fue la apertura para que empresas como Nespresso se unieran al trabajo por delante de reconstrucción de tejido social, recuperación de tierras y otros pendientes que dejaron los textos de La Habana.
De finca en finca, Nespresso buscó a sus caficultores, no solo para comprarles el café, sino para acompañarlos en procesos de formación, mejoramiento de la tierra, infraestructura y brindarles estabilidad económica. En 2018, sin titubear, Miller aceptó ser parte del programa Reviving Origins.
Para él, ser parte de ese proyecto no solo mejoraba sus condiciones de vida, sino la de su tierra y la gente con la que ha construido comunidad a través del café. “Antes veía el café como un producto para vender. Ahora lo tratamos diferente, entendemos mejor su proceso, lo cuidamos para sacar lo mejor de él”, dijo.
Una taza de esperanza
La historia de Miller González es una de las de cientos de caficultores que el café Esperanza de Colombia guarda en su empaque, en su sabor, en su presentación.
Esta edición especial y limitada que saca Nespresso del proyecto Reviving Origins en Colombia hace parte, a su vez, del Programa AAA Sustainable Quality, una apuesta de Rainforest Alliance y empresas cafeteras para mejorar las prácticas de cultivo desde una perspectiva de sostenibilidad de la tierra y los productores, para así garantizar una mejor calidad del café.
Con esta edición especial producida en Caquetá, Nespresso quiere seguir repotenciando a Colombia como país cafetero, como país que encontró en uno de sus productos agrícolas estrella el camino para seguir construyendo paz.
Nespresso les ha prestado asistencia técnica, acompañamiento, formación, maquinaria y seguridad a las familias. “A través del café buscamos mejorar la economía, el medioambiente y las comunidades del Caquetá que viven de su siembra. Quisimos ir más allá del café, estamos de finca en finca, no pensando en una relación comercial que acaba con la tierra, sino en la sostenibilidad de la tierra y los productores”, comentó Santiago Arango, líder de sostenibilidad de Nespresso.
El café Esperanza de Colombia es uno balanceado, ni muy ácido ni muy suave, con notas afrutadas y achocolatadas, que toman un sabor diferente por los vientos amazónicos y la espesura de la selva con olor a lluvia.
“Sí hay una esperanza en el Caquetá y está contenida en esta cápsula, en la que los protagonistas son los caficultores”, concluyó Julián Vásquez, uno de los agrónomos que acompañan los procesos de siembra de café.