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Lorenzo Jaramillo: sida, arte y un legado impresionante
Su hermana, Rosario Jaramillo, escribió un retrato del artista para EL TIEMPO.
Lorenzo Jaramillo: El cuerpo humano, en sus posibilidades expresivas, fue una de las obsesiones plásticas de Lorenzo Jaramillo, que desde su niñez adoró el dibujo. Foto: FOTO: Hernán Díaz / Cortesía RafaeL Moure
Lorenzo estaba destinado a ser pintor. Nuestra madre era una apasionada del arte y pintaba con él en su vientre. Nos criamos en un ambiente de intelectuales, rodeados no solo de amor y de mimos, sino de expresiones artísticas y culturales. Mi papá, Jaime Jaramillo Uribe, es recordado como el ‘Padre de la Nueva Historia’ y mi mamá, Yolanda Mora, fue una de las primeras antropólogas de Colombia.
Lorenzo, por su parte, mostró desde muy chiquito su enorme talento para la pintura cuando ganó un concurso de acuarela en kínder, en el colegio Andino, donde hizo todos sus estudios en el curso de los alumnos de lengua materna alemana.
Tenía una enorme facilidad para los idiomas. Era muy inteligente, reservado, observador y sensible y mostró su gran afición por el cine y la literatura desde muy pronto.
Desde muy niño se sabía los nombres de todos los artistas de cine. Hizo un álbum recortando sus fotos y los pegó con sus nombres. Era un álbum gordísimo.
Fue un niño lector y poco dado a los juegos de niños. Le encantaba entretenerse con las niñas inventándoles juegos, entre ellos obras de teatro, donde él dirigía todo. Yo creo que por eso soy actriz. Siempre le seguí la corriente. Mi mamá lo ponía a pintar a diario y le repetía que el talento era como una matica que había que regar.
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Aprendió a dibujar con el pintor Antonio Roda, en su casa en Suba, siendo un niño, hacía dibujos de naturalezas muertas en carboncillo; luego, de adolescente participó en sus clases en los Andes, donde mucho más tarde fue profesor y se inició en el dibujo del desnudo. Ya en ese momento mostró tener una fina percepción del cuerpo humano y una gran soltura en el dibujo. En alguna carta decía “... me paso las horas dibujando”.
En particular son sobresalientes los dibujos que hizo durante su temporada en la Royal Academy of Arts de Londres (1975), cuando tenía 20 años, en los cuales sigue con rigor la anatomía de los modelos femeninos y masculinos que posan desnudos en varias posiciones.
Años más tarde, tomó numerosos apuntes en los ensayos de danza moderna del coreógrafo Andy de Groat, en la Ópera de París, de ahí que su serie de dibujos Suite de las muchachas extravagantes, esas especies de bailarinas de cabaret, tuvieran una expresión corporal tan vital, atrevida y llena de gracia. El cuerpo humano, en todas sus posibilidades expresivas, fue una de sus obsesiones plásticas.
Estudió un año artes plásticas en la Universidad Nacional en Bogotá y, luego, con una beca del Gobierno colombiano, acabó sus estudios en Londres, en la escuela de arte contemporáneo Byan Shaw School of Art. De esa época surge su obra gráfica 'The Children of London', las litografías en las que evoca los grupos marginales de la ciudad.
Hizo numerosas exposiciones individuales y participó en muchas colectivas dentro y fuera del país. Como homenajes póstumos se han realizado exposiciones como su retrospectiva en el Museo del Banco de la República (1995) y hace unos años un homenaje nacional en el Museo Nacional de Bogotá y el Museo de Arte de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, cuya exposición llevó el título ‘Lorenzo, no como los otros’ (2016).
Y ahora los 'Hombres yacentes' vuelven a la galería El Museo después de 28 años. Es una parte de la penúltima exposición que Lorenzo realizó recién llegado de su última estadía en París.
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Lorenzo Jaramillo: artista colombiano Foto:Galería El Museo
Lorenzo adoraba viajar y vivir en París, donde estuvo dos largos períodos, no se perdía de las exposiciones, los conciertos, las obras de teatro y la ópera, quería siempre estar al tanto de lo que se hacía en el mundo, pero sobre todo, fuera de la pintura, su pasión fue el cine. Allí también se adentró en los clubes nocturnos gais, que también plasmó en su obra gráfica, en las litografías 'Gaieté parisienne'.
Disfrutó mucho trabajando en elTeatro Libre de Bogotájunto con el director Ricardo Camacho, diseñando la escenografía y el vestuario de varias obras teatro como 'Sobre las arenas tristes', 'Gato por liebre' y 'Jacobo y su amo'.
Sentía una enorme fascinación por el mundo del espectáculo como el cabaret, la comedia musical y la ópera.
Lorenzo era una persona que vivía la vida intensamente. Era de contrastes fuertes, podía ser tanto exuberante y sibarita como austero y silencioso. Tenía una fuerte personalidad y un mundo interior muy rico, además de un agudo sentido del humor y una gran ternura.
Mostró tener una fina percepción del cuerpo humano y una gran soltura en el dibujo. En alguna carta decía “... me paso las horas dibujando”.
Nunca tuvo un taller propiamente dicho. Tanto en Bogotá como en París, Lorenzo pintaba en el cuarto en que dormía. Nunca necesitó mucho espacio. En Bogotá, en el cuarto donde dormía, que era bastante amplio, tenía su caballete y su mesa llena de óleos y pinceles, rodeado de cosas bonitas, libros, algunos cuadros entrañables como el bello retrato que le hizo su maestro Antonio Roda, una cama antigua de cobre, detalles traídos de sus viajes, un tocadiscos y su gran colección de discos: era un melómano y pintaba oyendo música y con la vista al jardín.
Pintaba de día, por las mañanas, y por las tardes mientras tuviera buena luz natural; quiso tener un taller en una casita vieja cerca de la iglesia de las Aguas, en el centro de Bogotá, pero murió sin cumplir ese sueño. Durante un período largo se obsesionó con el pintor inglés Francis Bacon.
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Lorenzo podía pasar por glotón. Daba gusto verlo comer, le gustaban igual desde comidas muy gourmet hasta la comida popular. Le encantaba probar de todo.
Recuerdo que en su juventud era asiduo al restaurante Friday’s, en Bogotá, uno de los primeros restaurantes de Leo Katz, donde inventaron el coctel ‘Lorenzo Jaramillo’, que estuvo durante muchos años en su carta. También iba a veces a unas pescaderías de Usme.
En París le encantaba ir a restaurantes donde iban los camioneros, pues decía que ellos sabían dónde se cocinaba realmente bien. Lo recuerdo, en la cocina de mis papás, de pie ante una tostadora, comiendo tostadas con mantequilla y miel, y tomando té. Eso le encantaba.
Lorenzo Jaramillo: artista colombiano Foto:Galería El Museo
Escribía unas cartas deliciosas. Era un gran conversador y era como su obra plástica: lleno de contrastes. Tenía un maravilloso sentido del color. Sus grandes óleos, llenos de colores intensos, muy variados y bien contrastados, como fueron las series de 'Ángeles' o las arrebatadas y carnavalescas 'Danzantes', o la serie en Homenaje a Pessoa, tan enigmática y poética, o sus vibrantes pasteles y colores tropicales en la serie 'Caras'.
Por otro lado, está su trabajo con el blanco y el negro, la tinta negra sobre papel, como en la 'Suite de las muchachas extravagantes' y en los 'Hombres yacentes', y están las 'Talking Heads', que son de técnica mixta.
Pintaba de día, por las mañanas, y por las tardes mientras tuviera buena luz natural.
En su obra se presiente una gran inquietud por las honduras existenciales del drama humano, por la necesidad de expresarse, de gritar desde una alegría exultante, sensual y barroca como desde un desasosiego, violento, contemporáneo y con algo de humor
Lorenzo quería dirigirme en una obra de Goethe, sobre las cartas de una marquesa al autor. Me quedé con las inmensas ganas de haber actuado bajo su dirección, creo que habríamos hecho una maravillosa dupla artística. En fin...
Tengo solo tres retratos de él: uno que me hizo cuando era niña, que tiene la graciosa inscripción en inglés The portait of the artist’s sister (El retrato de la hermana del artista), otro de cuando éramos adolescentes, y luego un pequeño cuadro mío durmiendo que es precioso.
Luego, ya de adultos, hubo varios intentos de retratos al óleo, que nunca terminó por mis caprichos vanidososde querer salir sin la arruga, sin la bolsa y que se quedaban inconclusos y él, a veces, al no tener lienzos disponibles para realizar un nuevo cuadro, una nueva idea, pintaba encima de ellos. Una lástima...
Lorenzo le hizo un retrato a Jaime, nuestro papá, en pastel, absolutamente hermoso, que ha salido en varias publicaciones de sus escritos. A nuestra mamá, a quien adoraba, extrañamente nunca la retrató. Hizo excelentes retratos de unos pocos muy buenos amigos. De Luis Caballero hizo una serie de retratos al estilo 'Talking Heads', de los cuales donamos uno a la colección de arte del Banco de la República.
Cuando Lorenzo enfermó de sida fue un guillotinazo para todos, una verdadera tragedia, sabíamos que su muerte era inminente y no éramos conscientes de las tremendas complicaciones de la enfermedad. Lo rodeamos con todo el amor y los cuidados posibles.
Menos mal tuvo la fuerza de pintar sus últimos cuadros, los bodegones de lo que veía desde su cama de enfermo. Una vez quedó ciego no volvió a hablar de ellos.
Mi amiga, la artista Karen Lamassone, me dio la idea de grabar conversaciones con él. Lorenzo solía invitarme a su cuarto donde pintaba, a verlo pintar, mientras me hacía oír pedazos de ópera que a él le fascinaban.
Viéndolo pintar y sabiendo que pronto moriría, pensé que sería mejor de una vez grabarlo en video con la intención de hacer algo importante, no solo una cosa casera y familiar.
Un día, luego de acompañarlo a una cita médica, le propuse la idea de hacerlo y juntos definimos que fuera Luis Ospina quien lo llevara a cabo. Se habían conocido en París una tarde hablando de cine. Creo que a Lorenzo le encantó la idea de terminar de conocerse a través de las grabaciones y creo que Luis fue su último amigo. Para Lorenzo, nuestra película fue su última obra artística, le produjo mucha ilusión dejar ese legado al mundo.
En ese proceso empezó a quedarse ciego, comenzó con una manchita negra que fue creciendo en diez días hasta que se volvió un negro total. La enfermedad le atacó su más preciado sentido. Fue muy duro para él. En ese tremendo proceso de aceptación de la enfermedad, fue un golpe contundente. Menos mal tuvo la fuerza de pintar sus últimos cuadros, los bodegones de lo que veía desde su cama de enfermo. Una vez quedó ciego no volvió a hablar de ellos.
Pero los expuso en la galería Garcés Velásquez, cuando aún veía, fue una gran despedida y fue apoteósica. Fue un sábado soleado en la mañana. Estuvieron unas cien personas, entre amigos, familiares, coleccionistas y artistas.
Lorenzo era una fuente de inspiración para mí. Siento una enorme responsabilidad de que su obra perdure. Lo ejerzo con un profundo compromiso y me encanta el mundo de las artes plásticas, las galerías, los galeristas, los museos, los críticos, los restauradores, los enmarcadores. Extraño enormemente su compañía, sus charlas llenas de referentes de cine, de novelas. Sus infalibles consejos artísticos, sus ideas creativas y el profundo amor y iración que sentía por mí, que estimulaba mi autoestima. La protección del adorado hermano mayor.