¿Pintura participativa? Con este nombre se está abordando una nueva forma de arte que ahora se impone en dos lugares importantes de Bogotá: el Gran Salón del Club El Nogal y el Salón Nacional de Artistas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, abiertos ambos al tema de la migración. Dos pintoras colombianas, Patricia Tavera y Ximena de Valdenebro, han sido las promotoras de esta corriente que ha cobrado fuerza no solo en Colombia sino también en Alemania y España.
El arte participativo, a diferencia del arte contemplativo, consiste en que durante la creación de la obra todo el mundo que frecuenta el lugar donde ella se realiza puede contribuir con alguna imagen o trazo sobre el tema que se está visualizando.
El comienzo de esta aventura tuvo lugar hace un año, cuando Patricia y Ximena fueron a participar en la feria de arte Barcú. Esta feria, de fama internacional, tiene lugar en la semana del arte en Bogotá y atrae un gran número de críticos y coleccionistas extranjeros. La sede de este evento fue, como de costumbre, el colonial barrio La Candelaria.
Las dos artistas no se limitaron a exponer creaciones suyas, como es usual en museos y galerías. Su idea era otra. Por primera vez invitaron a participar en su obra no solo a los asistentes de la feria sino también a los habitantes de la zona. Habían desplegado en la fachada de una vieja casa, situada a la entrada del barrio, una tela de 7 metros titulada Éxodo, en la que aparecían las primeras imágenes de una apretada caravana de figuras caminantes.
Los espectadores, ajenos al giro que el arte estaba tomando con esta obra, no se atrevían a tomar el pincel que les ofrecían las artistas. Las primeras que respondieron a este gesto fueron dos niñas, Érika y Juanita, que pertenecen a la fundación de Insistencia, cuyo propósito fundamental es proteger y prestar servicio a las víctimas de violencia sexual.
Las dos jóvenes pintaron siluetas femeninas. Como ellas, así se animaron a participar otros artistas, turistas, amigos y conocidos de las pintoras, niños de los colegios vecinos, las nietas de Jean Claude Bessudo y hasta Juliana Márquez, madre del presidente Iván Duque.
Fue un acierto plástico. Una señora se atrevió a escribir en la tela un conmovedor letrero de “Ayuda Venezuela” sobre las siluetas pintadas; otros espectadores dibujaron un perro y un maletín dentro de la marcha. Un indigente del barrio se pintó a sí mismo con simples trazos sin que la tela perdiera su propósito de ilustrar la migración.
Los organizadores de Barcú mostraron su entusiasmo e interés por aquel experimento. Descubrieron hasta donde podía llegar el arte participativo y cómo este abre un diálogo que necesita la sociedad para reflejar sus pesares e inquietudes.
Gracias a la difusión que tuvo la feria por este aporte y a la presencia en ella de visitantes extranjeros interesados en el arte, surgieron las primeras propuestas fuera del país. La primera fue de un curador en Alemania, conocido como Arty, que propuso la realización de una nueva obra en el centro de Fráncfort. Allí, en una antigua fábrica de la Mercedes Benz dedicada al arte, las pintoras colombianas colgaron una nueva tela, sobre la cual, durante días, pintaron nuevas figuras sobre el éxodo.
Finalmente, el 6 de diciembre, la obra espectacularmente expuesta en el centro del salón se abrió a la participación del público. El primero en tomar parte fue un reconocido artista alemán. Lo siguieron un artista venezolano y otro español. Poco a poco fue llegando público alemán y expresando su gratitud al sentirse parte de la obra, aportando toda suerte de regalos.
La repercusión que tuvo en la prensa alemana esta obra participativa dio lugar a una invitación de la Albert Gallery de Madrid. Alberto Vega, su director, es propietario del tríptico del éxodo realizado por Patricia Tavera en el año 2000. Decidió entonces realizar la misma experiencia colectiva sobre el tema migratorio en España, país que ha vivido constantes oleadas migratorias que llegan desde África a sus costas; lo mismo ocurre en Italia.
En Francia y Alemania, desesperadas corrientes de árabes cristianos y musulmanes provocan caos en las fronteras. Valijas, zapatos, mantas que suplen la ropa de invierno, animales que acompañan las penurias de sus amos y fotos de seres queridos son los objetos pintados en la tela de Madrid.
Dos artistas españoles de la ciudad de Barco de Ávila, Jorge Perillón y María José, entusiasmados con el éxito de la muestra en Madrid, pidieron la autorización para repetir esa experiencia en un evento famoso: La Noche en Blanco. Durante el verano de agosto, España denomina así la noche en que permanecen abiertas todas las galerías del país. Esta verdadera fiesta del arte acogió la iniciativa de repetir la exitosa pintura del Éxodo en el muro de la plaza principal de Barco. Para tal realización reunió 11 pintores profesionales que ilustraron (cada uno con su propio estilo) su íntima y dolorida visión de los migrantes.
La prueba son las dos telas que a partir del 7 de octubre se exhiben en El Club el Nogal y la Universidad Jorge Tadeo Lozano
Actualmente, la obra está expuesta en el ayuntamiento de Barco de Ávila y será donada para ser subastada en Colombia en beneficio de la migración venezolana.
El éxodo es un fenómeno mundial. Inclusive en Colombia, que a lo largo de su historia no había padecido la inmigración masiva de extranjeros, sino el desplazamiento interno de sus poblaciones debido a la violencia, hoy asiste por culpa de Maduro a la copiosa fuga de venezolanos. Algo, por cierto, nunca visto. Prudentes cálculos del Gobierno colombiano pronostican que a fines de este año podría haber en el territorio cerca de 1’800.000 hermanos de dicho país.
El arte participativo, que está teniendo gran auge, sirve de espejo para expresar esta preocupación. La prueba son las dos telas que a partir del 7 de octubre se exhiben en El Club el Nogal y la Universidad Jorge Tadeo Lozano. En ellas participan estudiantes de la universidad y el público asistente. Cuentan con la intervención de las dos artistas y con la colaboración de César González, estudiante de la Universidad del Bosque y gran dibujante, y también del venezolano Gabriel Valles, activista de los derechos humanos. Su entrevista en este periódico, en abril, reveló la inhumana condición de los presos políticos en Venezuela, al tiempo que su vocación por la pintura.
Colombia en Movimiento: migración y desplazamiento. Tal es el título del 9.º congreso que tiene lugar en el Gran Salón del Club El Nogal. Una vez más, el arte participativo que se abre camino en Colombia y el intenso problema migratorio que el país afronta despiertan la solidaridad hacia nuestro país hermano.
PLINIO APULEYO MENDOZA
Especial para EL TIEMPO