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El Museo Thyssen de Madrid celebra la contribución de las mujeres al mundo del arte
En un acto de justicia histórica expone sus obras desafiantes, llenas de significado y de calidad.
Exposición Maestras en el Museo Thyssen-Bornemisza.La obra ‘Porcia hiriéndose en el muslo’, de Elisabetta Sirani, pintora italiana de estilo barroco. Foto: Museo Thyssen-Bornemisza
Si hubieran vivido en estos días, se habría dicho que las mujeres artistas eran víctimas de la ‘cancelación’. Pero, como no lo hicieron, simplemente se les borró de la historia y ni siquiera se mencionó la injusticia de la que eran víctimas. Ahora el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid las rescata del olvido en la exposición Maestras, abierta hasta el 4 de febrero.
Lo curioso es que la mayoría de ellas fueron célebres en su tiempo. Pero luego pasó una especie de borrador que eliminó sus nombres de la historia del arte, dominada por los hombres.
Artemisia Gentileschi, Angelica Kauffmann, Clara Peeters, Rosa Bonheur, Mary Cassatt, Berthe Morisot, María Blanchard, Natalia Goncharova, Sonia Delaunay o Maruja Mallo fueron algunas de ellas. Sus obras eran desafiantes, llenas de significado y de excelente calidad. Hoy, después de años de olvido, vuelven a ser reconocidas como maestras.
La exposición comprende cerca de un centenar de piezas de los más variados estilos: pinturas, esculturas, obras sobre papel y textiles. Y abarca desde el siglo XVI hasta el XX, en ocho secciones que ha demarcado su curadora, Rocío de la Villa.
También enfoca la luz sobre los mecenas y galeristas (muchas de ellas, también mujeres) que las apoyaron. Y pone de relieve la posición que adoptaron estas maestras ante temas polémicos de su época.
La exposición, meticulosamente curada, teje una narrativa fascinante que abarca siglos de creación artística, en la que destacan la maestría técnica y la profundidad emocional impresas en las obras de estas visionarias.
No solo es un homenaje a la destreza técnica, sino también a la valentía y la audacia de estas mujeres que desafiaron las normas sociales y los obstáculos impuestos por su época para plasmar su visión única del mundo en el lienzo. La diversidad de estilos y enfoques demuestra la riqueza inagotable de la creatividad femenina y su papel crucial en la evolución del arte.
Sororidad I
Esta gran sección aborda lo que el museo denomina La Causa Delle Donne: las causas de las mujeres. Siglo XVII. Italia. Contrarreforma. La pintura mostraba heroínas de la mitología, degradas en pinturas eróticas e historias deformadas. Artistas como Lavinia Fontana y Fede Galizia, Artemisia Gentileschi y Elisabetta Sirani, entre otras, enseñaron creaciones en contravía con heroínas castas y valientes.
Tras la revolución científica y el colonialismo, el ser humano toma una distancia de la naturaleza. Se produce, entonces, el auge de los bodegones y los dibujos botánicos. Mecenas mujeres apoyaron artistas mujeres, cuando eran marcadas como “brujas” simplemente por relacionarse con las plantas. Los hombres no, por supuesto. La estimación hacia ellos difería y era de iración.
Fede Galizia y Giovanna Garzoni, en Italia, y las hermanas Rachel y Anna Ruysch, en Holanda, son algunas de ellas. Utilizaban instrumentos como telescopios y estudiaban ecosistemas que luego se reflejaron en sus obras: hábitats de moscas, mariposas y otros insectos. La mecenas Agnes Block en su jardín en Vijverhof, cerca de Ámsterdam, abrazó a artistas botánicas, como Maria Moninckx, Maria Sibylla Merian y su hija Johanna Helena Herolt.
Durante la Ilustración, las mujeres jugaron un papel activo, quizás el primero, como ciudadanas. En Francia las apoyaron al reconocerlas como académicas.
En las pinturas aparecen mujeres cultas que buscan su identidad en escenarios como ruinas arqueológicas. Se trata de artistas como Élisabeth Vigée-Le Brun, Adélaïde Labille-Guiard, Angelica Kauffmann, y escultoras como Marie-Anne Collot y Anne Seymour Damer. Reafirman la identidad del sujeto y de la individualidad en el retrato y abren paso a la Modernidad.
En la época colonial africana, las artistas mujeres se interesaron por los no occidentales. Viajaron y observaron. Se alejaron de la imagen sexualizada que ofrecían otros artistas.
La cultura española encantaba en el norte de África, donde la consideraban exótica. Los pastores, gitanas y campesinos del costumbrismo español llegaron a París, de mano de artistas como Rosa Bonheur.
Quizás uno de los segmentos más interesantes de la exposición es el que trata sobre trabajos y cuidados. Lejos de la mujer solitaria que plancha y se refleja en las obras masculinas, las artistas destacan a aquellas que trabajan en el campo o en la ciudad. Los nombres que resaltan son, entre otros, los de Alice Havers, Eloísa Garnelo y Marie Petiet.
Ellas muestran a las mujeres como amas de casa, como cuidadoras de enfermos, como pescadoras e incluso como compradoras en almacenes. No todas planchaban; al menos no todo el tiempo. Victoria Malinowska y Elizabeth Sparhawk-Jones son algunas de las artistas que se encargan de recordárnoslo.
Por supuesto uno de los aspectos más importantes para la mujer tenía que cobrar su papel en esta exposición: la maternidad.En el siglo XIX, el patriarcado trata de imponer el valor supremo de la imagen de la mujer como cuidadora del hogar, para frenar la velocidad de su emancipación. Muchas artistas se opusieron a esa represión y lucharon con sus creaciones innovadoras.
"Lejos de la mujer solitaria que plancha y se refleja en las obras masculinas, las artistas destacan a aquellas que trabajan en el campo o en la ciudad".
No reniegan de sus papeles de madres, pero sí muestran la dependencia del bebé y las difíciles arandelas que se suman a la crianza: los oficios de la casa, los cuidados pesados, la carga anímica…
Las pintoras Mary Cassatt, Elizabeth Nourse, Paula Modersohn-Becker, Tamara de Lempicka, Suzanne Valadon, las finlandesas Helene Schjerfbeck y Elin Danielson-Gambogi, la danesa Anna Ancher y la sevillana María Luisa Puiggener muestran la otra cara de la moneda.
Esta otra gran sección se enfoca en las relaciones entre mujeres. En su amistad, complicidad y confianza.
Las impresionistas Berthe Morisot, Marie Bracquemond, Louise Breslau y Cecilia Beaux y la escultora Marie Cazin lo hacen con cierta melancolía. Y, en todo caso, dentro de un ambiente de intimidad en el que no tienen cabida los hombres.
En el siglo XX, el voto femenino significó un enorme salto para la mujer en los países demócratas. Ese y otros avances son reflejados por artistas vanguardistas como Helene Funke, Jacqueline Marval, Camille Claudel, Marie Laurencin, María Blanchard y Natalia Goncharova.
Sonia Delaunay y Alice Bailly, entre otras, utilizan la pintura-tejido para enseñar su arte como parte de la vida cotidiana.
Esta exposición, patrocinada por Carolina Herrera, es la primera dentro del esfuerzo de redefinición feminista del Museo Thyssen, uno de los más importantes de España. Una muestra más pequeña se podrá apreciar en el Arp Museum Bahnhof Rolandseck de Remagen, de Alemania.
Con este despliegue de talento, el Thyssen expone un recordatorio vívido de la necesidad de reconocer y celebrar la contribución de las mujeres al mundo del arte. Es un llamado a revisar la historia con ojos nuevos, a redefinir los cánones establecidos y a otorgar el lugar que merecen estas maestras en el panteón de la grandeza artística. Se trata de un acto de justicia histórica.