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La historia de los colombianos que pelearon en la revolución Sandinista
de la Brigada Simón Bolívar hablan de su decepción por régimen de Ortega en Nicaragua.
Medios internacionales señalaron que más de 300 personas acompañaron desde Colombia a la revolución en Nicaragua. Foto: Cortesía: Archivo del Partido Socialista de los Trabajadores
“En calle 17 nº 4-49, oficina 201 de Bogotá, están necesitando gente. No dan trabajo ni prometen enriquecer aspirantes de la noche a la mañana a través de la venta de enciclopedias. Lo único que ofrecen es la posibilidad de perder la vida, sometiéndose a riesgos e incomodidades y llevar durante un tiempo incierto una vida llena de peligros. A cambio sólo brindan la oportunidad de luchar por la liberación de un pueblo. En este lugar funciona la oficina de reclutamiento de combatientes colombianos que quieran voluntariamente alistarse en la lucha armada contra la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua”.
Este fragmento fue escrito por el periodista y escritor Daniel Samper Pizano en mayo de 1979 en su habitual espacio conocido como Reloj, una columna de opinión publicada en EL TIEMPO en aquella época.
Durante los años 70, América Latina, sacudida por dictaduras que gobernaban la mayor parte del continente, se dejó seducir por una revolución que hasta hoy es la última insurrección armada que logró poner fin a una dictadura en la región.
Se trata de la revolución Sandinista, en Nicaragua, la cual fue encabezada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (Fsln), tras el impacto de la revolución cubana y tomando el nombre de Augusto César Sandino, quien luchó contra la intervención estadounidense en este país centroamericano y fue asesinado en 1934.
Como se puede leer en la publicación, desde Colombia académicos, estudiantes y trabajadores invitaban a enlistarse para apoyar la revuelta contra Somoza en lo que se conoció como la Brigada Simón Bolívar.
¿Recuerdas esas imágenes de la gente en Afganistán que se prendía de las alas de los aviones para irse? Bueno, así, tal cual, eso mismo vi yo en el aeropuerto en Managua
Uno de los que acudió al llamado fue Simón*, un entusiasta docente de matemáticas nacido en Barranquilla que vio en este acontecimiento una oportunidad de ayudar a la construcción de un mejor mundo.
“La brigada se llamó así porque nosotros éramos un grupo político bastante intelectual y sabíamos de la importancia de la historia –recuerda Simón–. Su nombre hacía alusión a las Brigadas Internacionales convocadas en Estados Unidos en 1937, para apoyar la lucha contra Franco en España”.
De esta forma, emulando al premio nobel Ernest Hemingway, quien hizo parte de las Brigadas Internacionales en España, Simón partió hacia Nicaragua acompañado de un puñado de colombianos que respondieron al llamado.
Hubo conciertos, recolectas y hasta una “vaca”, como llama Samper Pizano a la solidaridad de muchos, hasta de él, para que los colombianos pudieran viajar. Fue tanta la gente que se apuntó que llegaron muchos más que los que se podían trasladar.
“El periódico New York Times nos atribuyó ser hasta 700, yo digo que unas 400 personas se enrolaron de varias partes de América Latina –señala Simón–. Políticamente, éramos gente ligada al socialismo no estalinista, y quisimos aportar a una causa que en ese momento parecía buena y estaba apoyada hasta por los gobiernos de Panamá y Venezuela”.
La decisión se tomó desde las oficinas del Partido Socialista de los Trabajadores. Es así como a comienzos de 1979 se empieza a dar el movimiento de brigadistas que partían con rumbo a una ilusión, una semilla que crecía por toda la región.
“Esto no fue más que una reacción contra la dictadura nicaragüense –asevera Samper Pizano–. Un apoyo de la ciudadanía para tumbar la dictadura. Algunos salían, se enlistaban y marchaban hacia Nicaragua, y otras personas, muchos de izquierda, contribuían con donaciones para financiar la operación. Eso fue la brigada”.
Según el relato de Simón, quien en la actualidad se dedica a la docencia, los de la Brigada Simón Bolívar llegaron en avión a Liberia, una ciudad al norte de Costa Rica que se encuentra a unos 75 kilómetros de Nicaragua.
“Yo me monté como en tres aviones para poder llegar a Costa Rica –recuerda, entre risas, Simón–. Todo en viajes gratis, porque hasta los pilotos estaban contra el gobierno de Somoza. Ya en Liberia llegamos a una casa de seguridad en la que primero ayudamos a pasar a la gente hacia Nicaragua, era difícil entrar porque en toda la frontera también había enfrentamientos, estaba todo muy vigilado”.
Coordinador de la Brigada Simón Bolívar (centro) en Nicaragua. Foto:Cortesía: Archivo del Partido Socialista de los Trabajadores
Las comunicaciones que se mantenían con las personas que poco a poco iban llegando era que tuvieran algunos dólares, que era todo lo que necesitaban. Todos eran bienvenidos, para todos había comida y un lugar donde dormir.
“Recuerdo mucho a un torero, de Cali –cuenta Simón–. Él y muchos otros llegaban al punto de seguridad y nos decían que apoyaban al Sandinismo y entraban, sin problema. Nosotros no éramos un ejército paralelo al Sandinismo, éramos un movimiento que brindaba solidaridad práctica”.
En la memoria de Simón están las semanas en las que conoció a brigadistas de Panamá y Venezuela con los que hizo amistad y también aprendió a hacer figuras en papel maché y madera del general Sandino y su bandera roja y negro, para financiar la revolución.
Días después, los de la Brigada Simón Bolívar decidieron entrar a Nicaragua.
Fue por el este, por la selva. Los cultivos bananeros permitieron que el contingente de unas 80 personas llegara hasta Bluefields, en la costa Caribe sur del país centroamericano.
“Nosotros entramos y combatimos al lado del Frente Sur del Fsln –recuerda Simón–. Logramos desarmar a la Guardia Nacional y tomamos el poder. Un colega nuestro alcanza a ser alcalde de esa zona, pero empezaron los roces con los sandinistas porque desconocían la labor de la Brigada”.
En los combates –según Daniel Samper Pizano– se habla de unos tres colombianos muertos, de ellos hay pocos registros pese a que este periodista bogotano siguió de cerca todo lo que ocurría en Nicaragua a través de entrevistas y noticias que se publicaban en la revista Alternativa.
Según registros académicos e históricos la guerra en Nicaragua cobró alrededor de 35.000 vidas.
Hace casi 43 años, el 19 de julio de 1979, se declaraba el triunfo de la revolución Sandinista que le ponía fin a la dinastía Somoza en Nicaragua.
Somoza huyó del país el 17 de julio, dos días antes del denominado ‘Día de la Alegría’. Esos días fueron celebrados en las calles por los nicaragüenses que se quedaron en el país, pues los seguidores de Somoza también huyeron del país.
“¿Recuerdas esas imágenes de televisión de la gente en Afganistán que se prendía de las alas de los aviones para irse? –pregunta Simón– Bueno, así, tal cual, eso mismo vi yo en el aeropuerto en Managua (capital de Nicaragua), los somocistas abandonaron sus mansiones, todo, no se querían quedar a ver qué hacían con ellos los del Fsln, era una locura ver a la gente en la pista de aterrizaje como corría desesperada para montarse a un avión. Yo nunca he escuchado tantos disparos en mi vida”.
Gracias al aporte de los colombianos, en Nicaragua se germinó el inicio de la Central Sandinista de Trabajadores (CST). Foto:Cortesía: Archivo del Partido Socialista de los Trabajadores
Simón reflexiona sobre la situación y la trae al presente. Señala que en cada guerra ocurre lo mismo.
“Es como la gente que ahora se está yendo desde Europa central y Colombia, y muchas partes del mundo, para Ucrania a pelear contra Rusia –compara–. Si Ucrania gana, esa gente se queda allí, se asimilará a la nación; si pierde, pues les toca regresar derrotados. Nosotros estuvimos casi igual, solo que pese a la victoria tuvimos que regresar, pero derrotados por el Sandinismo”.
Tras las celebraciones, el país quedó sumido en la incertidumbre.
Simón y sus compañeros de la Brigada recorrieron las mansiones que habían quedado abandonadas tras la huida de los somocistas. El profesor asegura que eran mansiones gigantescas, llenas de lujos. Desde cuadros de pinturas célebres, propias de los museos, hasta esculturas y figuras de oro. Algo nunca antes visto por estos jóvenes.
“Yo recuerdo haber ido a una oficina norteamericana a informar a los medios del mundo sobre la victoria –señala Simón–. Tenían un télex y me pasé toda la noche estudiando para aprender a manejarlo y enviar información a todas partes. Estábamos felices por la victoria”.
La comunidad internacional reconoció al gobierno provisional, llamado el Gobierno de la Reconstrucción Nacional, era encabezado por cinco integrantes, dos de ellos del Fsln: Daniel Ortega y Moisés Hassan.
La Brigada Simón Bolívar estuvo tres meses en Nicaragua.
El nuevo gobierno de Nicaragua reubicó a todos los de la Brigada en Managua. Allí, desde las mansiones abandonadas, dieron inicio a una labor que Simón denomina “de organización”.
“La gente no sabía qué seguía, no tenían idea de organización ni nada –comenta Simón–. Es por eso que decidimos organizarlos, que supieran lo que es un sindicato, lo que es asociarse como colectivo humano, que supieran qué y cómo lo iban a pedir, sus reivindicaciones, lo que es comprensible, por los años de clandestinidad y anonimato”.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional (Fsln) toma su nombre de Augusto César Sandino, quien luchó contra la intervención estadounidense en este país centroamericano. Foto:Cortesía: Archivo del Partido Socialista de los Trabajadores
En poco tiempo, conformaron más de 100 sindicatos, con sus mesas directivas y estatutos, que luego formarían la Central Sandinista de Trabajadores (CST).
Mientras tanto, la tensión con los sandinistas seguía creciendo, “ellos nos reclamaban que nosotros no habíamos combatido, pensaban que estábamos poniendo a la gente en su contra”.
Una noche, los de la Brigada Simón Bolívar fueron citados a una reunión con la junta de gobierno.
“Se nos ocurrió hacer un llamamiento a todos los trabajadores para que se solidarizaran con la Brigada –indica el profesor–. En pocas horas la marcha llevaba más de mil manifestantes, varios de ellos armados. Algunos gritaban que nos dieran la nacionalidad nicaragüense”.
Según el recuerdo de Simón, los de la Brigada aceptaron ingenuamente ingresar a la reunión.
Adentro, los acusaron de querer desorganizar, no les dieron la oportunidad de evaluar ni explicar por qué trabajaban por separado.
“La dirección del Fsln, que mantenía o directo con Cuba, viajó previamente para acordar con los cubanos lo que harían con nosotros –dice el profesor–. Inicialmente querían expulsarnos con el absurdo cargo de ser ‘agentes de la CIA’, pero finalmente nos expulsaron acusándonos de ‘extremistas de izquierda’ por recomendación de Cuba”.
Simón recuerda que pasaron la noche en prisión. Al día siguiente fueron enviados a Panamá, donde, según registros de medios, fueron torturados bajo órdenes de Ómar Torrijos.
Simón sostiene que es mejor no dar su nombre completo para evitar señalamientos, pues aún confiesa sentirse ofendido por el final que tuvo la revolución que casi todos los países de América Latina apoyaron, la última que logró un hecho significativo como lo es el derrocamiento de una dictadura.
“Después se constituye el régimen criminal de Ortega y por eso todo el mundo rompió con ellos –confiesa Simón–. Tuvimos una iniciativa de ayuda, y hasta donde sé ayudamos, pero el tiempo mostró lo que era Daniel Ortega y por eso está solo, como el dictador que es”.
Tras la expulsión de Panamá y su regreso a Colombia, este hecho quedó casi olvidado en los registros históricos.
El hoy docente sostiene que no valió la pena la participación de jóvenes intelectuales en este hecho.
- ¿Todo esto valió la pena?
- Sinceramente –responde categóricamente–, no valió la pena tumbar a un dictador para que luego otro dictador se apoderara del país.