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La increíble escuela con búnker para refugiarse de las balas en el Cauca
Alcalde de Jambaló señala que, aunque ya no hay guerrilla, aún hay grupos armados en la zona.
A 80 kilómetros de Popayán, en el nororiente del Cauca, se encuentra ubicado Jambaló, un municipio donde la mayoría de sus casi 17.000 habitantes son indígenas de las etnias nasa y misak.
Esta pequeña población, anclada en la cordillera Central de los Andes colombianos, cuenta con la única escuela del país que tiene un búnker en sus instalaciones para protegerse de hostigamientos o para refugiarse en medio de enfrentamientos entre grupos armados.
Durante 2004, la entonces guerrilla de las Farc atacaba la estación de la policía de Jambaló casi a diario. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1963 y el 2015, este municipio registró 145 enfrentamientos entre Ejército, Policía y las guerrillas de las Farc y M-19.
El punto máximo fue 2012, con 24 acciones bélicas registradas.
Las viviendas destruidas, las víctimas, los heridos y la zozobra de la guerra llevaron a que la istración local incluyera en su Plan de Desarrollo la construcción de un búnker en el Centro Docente Urbano Mixto de la Institución Educativa Bachillerato Técnico Agrícola Jambaló, para garantizar el derecho a la vida de esta población especialmente protegida por la Constitución.
La idea era tener un espacio donde los niños y niñas del municipio se pudieran refugiar durante el asedio de las balas. Sin embargo, la construcción de este búnker tardó más de 15 años.
Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1963 y el 2015, este municipio registró 145 enfrentamientos entre Ejército, Policía y las guerrillas de las Farc y M-19. Foto:Cortesía: Fabián Moreno
El alcalde actual del municipio, James Eduardo Medina, señala que el proyecto siempre se incluyó dentro de los planes de desarrollo de cada istración y fue financiado con el presupuesto municipal, razón por la que asegura que se tardó tanto en construirse.
El presupuesto anual de Jambaló asciende a los 21.805 millones de pesos.
“Lo que pasa es que el búnker se incluyó en los planes a ejecutar de cada istración –explica el alcalde–. Como había que repartir bien el presupuesto, pues cada cuatro años se desembolsaba no con base en una prioridad específica, sino haciendo todo de manera equitativa, así que no eran muchos los recursos”.
No obstante, Medina sostiene que aunque desde el 2004 se pensó en el proyecto, fue realmente en 2011 cuando se puso la primera piedra de la obra y se dio comienzo a su construcción.
“La idea siempre fue tener el búnker, un refugio para que los niños estuvieran a salvo mientras sus padres podían ir por ellos –explica el mandatario–. La frecuencia de las confrontaciones armadas lo pedía así, pero como era parte del plan de desarrollo del municipio, pues había que ir desembolsando poco a poco el dinero”.
La obra tuvo un costo final de 300 millones de pesos.
Debido a las demoras en la llegada de materiales y sus altos costos, recién se entregó por completo el año pasado, cuando el país atravesaba la cuarentena por la pandemia del covid-19.
Justo en estos momentos, los 175 estudiantes se dividieron en varios grupos para recibir clases en alternancia, o ‘minga hacia adentro’, como parte de los protocolos de bioseguridad.
El espacio se encuentra debajo de las instalaciones del colegio. Es un aula de 25 metros de largo por 8 metros de ancho y cuenta con un sanitario y un lavamanos.
Las ventanas son lucetas para que circule el aire y, según explica la secretaria de Infraestructura del municipio, Jennifer Macías, en este espacio caben unas 150 personas.
“No pudimos instalar vidrios blindados porque es muy costoso –explica Macías–. Pero las paredes y el techo se levantaron con ladrillo macizo. Los salones donde están los más pequeños están aledaños al para que ingresen a ese búnker primero”.
Por el momento, la pandemia del covid-19 ha impedido que los estudiantes regresen con normalidad a los salones; por lo tanto, este anhelado mecanismo de protección contra la violencia es ahora utilizado como sala de reunión entre los docentes.
También sirvió de escenario para llevar a cabo el novenario del difunto rector de la institución, Aparicio Quitumbo Trochez, quien falleció el pasado 31 de julio tras contagiarse de coronavirus.
El espacio se encuentra debajo de las instalaciones del colegio. Es un aula de 25 metros de largo por 8 metros de ancho y cuenta con un sanitario y un lavamanos. Foto:Cortesía: Fabián Moreno
La institución educativa se ubica a 220 metros de la estación de policía, sitio donde suelen ocurrir los hostigamientos armados. Aunque los enfrentamientos ya no se presentan con la misma frecuencia de aquellos días, la presencia de grupos armados persiste en la zona y los niños todavía requieren protección, aunque ya de otro tipo.
Desde el 2017, la Defensoría del Pueblo ha señalado la presencia de disidencias de las Farc y el Epl en el norte del Cauca, expresando su preocupación por el aumento en la utilización y el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes en municipios como Toribío y Jambaló.
El alcalde de Jambaló asegura que los hostigamientos disminuyeron de forma considerable luego de la firma de los acuerdos de paz, en 2016.
La maestra Mery Fernández Ramos mantiene fresco el terror de los hostigamientos, por lo cual hoy considera que es importante tener el búnker, pero también reconoce que la frecuencia de los disparos disminuyó de forma considerable.
“Como llegó la estación de policía al casco urbano en aquel entonces, los ataques empezaron a caernos en el pueblo –recuerda la docente–. Una vez, en abril de 2004, nos tuvimos que quedar casi todo el día debajo de los pupitres con los niños por los hostigamientos”.
Por el momento, la pandemia del covid-19 ha impedido que los estudiantes regresen con normalidad a los salones, por lo tanto, este anhelado mecanismo de protección contra la violencia es ahora utilizado como sala de reunión entre los docentes. Foto:Cortesía: Fabián Moreno
Habitantes del casco urbano recordaron haber escuchado disparos el pasado 16 de mayo.
La maestra Mery, de 50 años, asegura que sus estudiantes de párvulos y primaria siempre están preparados para cuando una situación similar a las que ella vivió se repita.
“El plan de evacuación lo saben todos –sostiene la docente–. Acá hay 10 docentes, un vigilante y dos cocineras, así que la idea siempre es que ante cualquier ataque, de inmediato enviamos a los más pequeños primero, los de transición, y poco a poco vamos pasando mientras nos refugiamos bajo los pupitres”.
Los bombardeos, las balas y los cilindros bomba ya no retumban como años atrás. No obstante, en la Institución Educativa Bachillerato Técnico Agrícola Jambaló cuentan con un plan para que niños y niñas, mayoritariamente indígenas, suelten los lápices ante la menor amenaza y accedan al refugio que la istración municipal por fin les entregó.
Sobre lo necesario de este búnker casi cinco años después de que se firmaran los acuerdos de paz con la guerrilla de las Farc, el alcalde James Eduardo señala que es una obra útil.
“De todas maneras el área urbana tiene un nivel de riesgo alto, una vulnerabilidad permanente –manifiesta Medina–. El 16 de mayo hubo una confrontación armada, fue en la noche. El Cauca y el país aún no tienen muy claro si hay realmente una terminación del conflicto, por eso es útil contar con esta infraestructura”.