
La vida después de la tragedia de Tasajera
La vida después de la tragedia
Conozca cada una de las historias de sobrevivencia haciendo clic en las fotografías
Por Diana Ravelo Méndez
Enviada especial de EL TIEMPO

Óscar de Jesús
Franco Ballesteros
24 años

Jorge Orozco
28 años

Eduardo Luis
García
29 años

Lorena de la Rosa
19 años

Deluber Robles
25 años

Wilmer Enrique
Garizabal Niebles
36 años

Anderson de Jesús
Castillo González
18 años

Elías Ariza
21 años

Elkin de Jesús
Caguana
28 años

Ríchard Alexánder
Gutiérrez
24 años

Raúl José
Ortiz Ariza
58 años

Daniel Benítez
21 años

Tomás Durán
Barrios
32 años
Las heridas que
queman por dentro
Por María Paulina Ortiz
Editora de Lecturas
Una de las consecuencias invisibles en los sobrevivientes de la tragedia de Tasajera es la depresión, el estrés postraumático y los problemas derivados de un duelo no resuelto. Algunos han llegado a pensar en el suicidio.
Quiso irse lejos. Sin mirar atrás ni volver a estar cerca de nada ni de nadie que le recordara la tragedia. Cristian Maldonado fue uno de los jóvenes que corrieron hacia el camión cisterna en Tasajera ese 6 de julio que quedó marcado trágicamente en la historia del corregimiento del Magdalena.
–Fui de los últimos en llegar, junto a mi hermano –recuerda Cristian.
Aunque quisiera no recordar. Su hermano er murió en medio de la explosión del camión. Y esa muerte no se le sale de la cabeza.
Ahora Cristian es vigilante en un edificio de cinco pisos en la localidad de Suba, en Bogotá. Todos los días trata de armar la vida que le quedó en pedacitos. Por fuera y por dentro. Cristian fue una de las siete víctimas que atendió el Hospital Simón Bolívar de Bogotá. Estuvo un mes hospitalizado mientras lograron estabilizarlo de los efectos más graves sufridos por las quemaduras. Se quemó el cuello, la cabeza, los brazos, la espalda. Justo un mes después, el 6 de agosto del 2020, volvió a su casa en Tasajera. Pero ya no era la misma: cuando vio a toda su familia vestida de negro, se enteró de que su hermano, a quien no había visto desde el día del accidente, estaba muerto.
Entonces también quiso morirse.
Y así sigue: con esa idea en la cabeza. Un día, en el edificio donde trabaja, abrió una ventana de un piso alto para lanzarse. En ese momento lo llamó su mamá. No sabe si fue el mismo Dios quien lo llamó. Pero ella lo convenció de no lanzarse. Cristian ha logrado acomodarse a las secuelas del cuerpo. Pero su mente sigue clavada en el dolor.
“No puedo dormir. Tengo problemas para respirar. Me lleno de rabia al pensar lo que pasó. No tengo la felicidad de antes ni fuerzas para seguir con la vida”
Cristian Maldonado
–Si yo le cuento todo lo que me pasa, usted no cree. No puedo dormir. Tengo problemas para respirar. Me lleno de rabia al pensar lo que pasó. No tengo la felicidad de antes, esa tranquilidad. No encuentro fuerzas para seguir con la vida –dice Cristian. Su voz se siente cansada. Sus ojos llorosos.
Tiene 21 años. Su hermano tenía 19.
Negación. Rabia. Ansiedad. Depresión. Alucinaciones. Paranoia. Ideas de suicidio. Todo esto puede aparecer. El proceso de recuperación de un paciente quemado tiene que ir de la mano de una atención psicológica que le permita resolver el estrés postraumático. Eso lo saben los expertos. “Para nosotros, el acompañamiento psicológico es obligatorio –dice Linda Guerrero, directora de la Fundación del Quemado–. Son pacientes a los que les cuesta mucho recuperarse. Es algo durísimo”.
Varias de las personas afectadas por la tragedia de Tasajera –tanto víctimas directas como familiares– recibieron primeros auxilios psicológicos ofrecidos por una red de voluntarios en salud mental que se había creado meses atrás para atender de forma gratuita durante la pandemia. Cuando estos psicólogos supieron de la explosión del camión y sus consecuencias, ofrecieron su ayuda. “Nuestra intervención fue puntual y a corto plazo –explica la psicóloga María Eugenia Mathews, una de las diez profesionales de la red que participó en este apoyo–. Durante un periodo aproximado de dos meses, los acompañamos a asimilar lo que habían vivido. Vimos tantas situaciones entre ellos, que nos reforzó la idea de que cada ser humano responde de forma diferente ante una tragedia”.
Mathews y sus colegas se encontraron de forma recurrente con preguntas como estas: ¿qué va a pasar después conmigo?, ¿cómo voy a sobrevivir?, ¿cómo me voy a ver? Se encontraron, también, con frases como las siguientes: “Por la noche me despierto gritando”, “estoy pensando en quitarme la vida”, “con estas quemaduras, todo el mundo va a saber que yo estuve ahí”. Claro, esto dentro de las personas que aceptaron ser atendidas telefónicamente por la red. Porque muchos rechazaron el apoyo. “Es una reacción natural, querer aislarse –dice Eduardo Escorcia, otro de los psicólogos que participó–. Además, hay que tener en cuenta que esto sucedió en pleno confinamiento por la pandemia. Se sumaron tragedias”.

Wilmer y Deluver regresaron al lugar de la tragedia.
Foto: Vanexa Romero
“Todo el día pienso en eso. En lo que me pasó. Quisiera verme normal, como era antes. Sin todas esas marcas en las manos, en las piernas”. Harvy Correa, de 22 años, es otra de las víctimas de la explosión en Tasajera. Cuenta que antes se ganaba la vida manejando un taxi. Ahora ya no puede dedicarse a eso: no soporta el calor sobre sus brazos y sus piernas, con secuelas de las quemaduras. “Hoy mi vida es comer y acostarme. No puedo hacer más nada”, dice Harvy, con su acento costeño.
Mathews y los psicólogos de la red se enfocaron en reforzar en los afectados la idea de que son sobrevivientes, en cambiar ese lugar de víctimas y llevarlos al territorio de alguien que sobrevivió y que tiene oportunidades nuevas. “Pero no era un asunto sencillo –dice la psicóloga–. En especial con personas jóvenes, para quienes el aspecto físico es tan importante. Las quemaduras son para ellos la muestra física de que algo malo les sucedió. La reacción que mostraban con más frecuencia era de estar enojados con la vida”.
Ese enojo aparece en las palabras de Cristian.
–Tengo rabia. Rabia con los que estuvieron en el mismo lugar y andan vivos y como si no hubiera pasado nada. Mi hermano y yo fuimos de los últimos que llegaron al camión. No entiendo. Fuimos a buscar la mala hora. Él andaba conmigo siempre, y yo con él. Ahora me siento solo.
“Las quemaduras son para ellos la muestra física de que algo malo les sucedió. La reacción que mostraban con más frecuencia era estar enojados con la vida”
María Eugenia Mathews
Todavía sueña con su hermano er. Se recuesta, en las noches, y trata de conciliar el sueño. Pero lo que llega es una pesadilla que revive el momento de la explosión. Cristian tuvo atención psicológica durante el mes siguiente a la tragedia. Su mamá le dijo que buscara ayuda porque vio que había entrado en una depresión. No comía; apenas se levantaba de la cama; a veces, de noche, salía de la casa corriendo porque en su mente veía de nuevo a personas quemándose, como en el accidente. Lo atendió una psicóloga en Barranquilla.
–Pero yo sentí que eso no me ayudó. Fue algo como extravagante pa’ mí. Solo escuchaba lo que me decían porque me obligaban –dice Cristian, y agrega que la sugerencia de la psicóloga fue que lo internaran durante un periodo para completar el tratamiento. Él no aceptó.
Mathews también se dio cuenta de esa reacción en varias de las personas que ó: “Algunos percibían nuestro apoyo como una intromisión. No asimilaban la necesidad de ayuda. Un paciente quemado pasa por muchas etapas hasta que acepta su nueva condición, el reconocimiento del nuevo yo. Es un proceso largo, pero necesario para no quedarse en la rabia o el dolor”.

Foto: Vanexa Romero
Deivis Garizabalo sufrió heridas en más del setenta por ciento de su cuerpo. Los médicos de la Clínica de Alta Complejidad de Valledupar, donde lo atendieron, alcanzaron a pensar que no iba a sobrevivir. Damaris Romero, la cirujana plástica que lo operó, tiene muy presente su caso:
“Cuando Deivis logró salir de la intubación, quedó en un estado en que no hablaba, no caminaba, tenía miedo, estaba lleno de angustia. Todo el equipo se empeñó en sacarlo adelante. Le poníamos música en la habitación, lo animábamos a que recordara cosas que le gustaran. Y así, de a poco, salió adelante”, dice la cirujana Romero, que está segura de que no va a volver a vivir una experiencia como la que debió afrontar con estos pacientes: quince personas en condiciones gravísimas llegaron de Tasajera y los tuvo que operar. Era la única cirujana plástica de la clínica en esos días de confinamiento por la pandemia.
Hoy Deivis, de 26 años, sigue su vida en el corregimiento, pero todo ha cambiado. “Ahora no hago nada. Antes me rebuscaba, pescaba. Ahora no puedo ni salir. Tengo un brazo que casi no lo puedo mover. Me la paso pensando, con pesadillas”. Y lo que más le molesta es no poder cumplir con su mayor anhelo: “Quisiera ser el mismo de antes”.
“Muchos se sumergen en la desesperación y la ansiedad. Pero eso hay que manejarlo a tiempo porque puede llevar a enfermedades como la depresión o a ideaciones suicidas”
Juliana Ochoa
Se pueden sumar más testimonios y muy posiblemente van a tener en común un estrés postraumático todavía por trabajar. Un duelo atravesado que sigue sin resolver y que, de continuar así, va a generar consecuencias más difíciles de manejar. “En este año que ha pasado desde el accidente, puede que se hayan acostumbrado y entrado en una zona de confort tóxica que no es la más adecuada –dice la psicóloga Juliana Ochoa, de la Fundación del Quemado–. Cuando una persona pasa por un accidente, puede quedarse en la etapa de la victimización. Siente que es víctima y se refugia en ese rol. Muchos se estancan y se sumergen en la desesperación y la ansiedad. Pero eso hay que manejarlo a tiempo porque puede llevar a enfermedades como la depresión o a ideaciones suicidas”. Los duelos necesitan ser elaborados de forma adecuada. Es la conclusión. En muchos casos se requieren tratamientos en el que es necesario el compromiso. Pero esto se dificulta más en un contexto socioeconómico como el de los habitantes de Tasajera.
Cristian Maldonado, que decidió estar solo, lejos de su familia, no ve claros los días por venir. Incluso ya tiene pensado dejar su trabajo de vigilante. Porque el cuerpo no le responde, dice. Camina más de cincuenta metros y se ahoga. Se le van las luces. A veces llora, pero después de llorar se siente peor. A veces le dan ganas de dormir, pero teme hacerlo por las pesadillas.
–Yo voy es empeorando. Cada vez estoy más mal.
En memoria de
Ancy Raúl Ortiz Núñez
Eduar Rafael González González
Heider José Carranza Ariza
Jorge Luis Guerrero Viloria
Juan Carlos Robles Maldonado
Raúl Enrique Cantillo Cabello
Raúl Marín Herrera
Keiner Smith López Viloria
José Luis Castillo Sánchez
Galdino José Gutiérrez Gómez
Deibys Andrés Carranza Ariza
Adolfo León Carranza
Gustavo Torres Maldonado
James Alberto Carbonó Mendoza
Álvaro Antonio Ariza Robles
Carlos Andrés Ariza Robles
José Domingo Gómez Manga
Carlos Andrés Camargo Rodríguez
Wilmer Antonio Pardo Ayala
Osnaider Álvarez Álvarez
er David Maldonado Franco
Juan Carlos Guerrero Viloria
Nelson Enrique Zabala Montoya
Deivis José Ayala Niebles
Adalberto Díaz Ortiz
César Robles Orozco
Carlos Manuel Ortiz Barceló
Jesús David Núñez Rodríguez
Luis Miguel Marín Díaz
Keyvis José Samper Ayala
José Enrique Castillo Mejía
Jesús Joaquin Guerrero Viloria
Deiner Alberto Samper Miranda
Angelo Johan Pérez Gutiérrez
Kenis Darío Gutiérrez Guerrero
Gilberto Antonio Fernández Mejía
Luis Gonzaga Gutiérrez González
Pedro Luis Torres Ariza
Belisario Samper Miranda
Jaime De Jesús Carrillo Escalante
Luis Fernando Guzmán Sánchez
Junior José Álvarez Orozco
Lionard De Jesus Castro Lopéz
Leonardo José Mejía Hernández
Carlos Manuel Barceló Moreno
“Hoy dedico un pensamiento al cielo, a todas esas vidas que ya no están presentes pero cuyos recuerdos nos acompañan siempre”.
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Créditos
Textos: Diana Ravelo, enviada especial de EL TIEMPO;
María Paulina Ortiz y David Alejandro López Bermúdez.
Diseño digital: Sebastián Forero y Claudia Cuadrado.
Jefe de Diseño: Sandra Rojas.
Maquetación: Giovany Ariza.
Fotografía y video: Vanexa Romero
Edición del video: Juan Manuel Vargas.
Audios: Julián Darío Castiblanco.
Editor y director del reportaje: José Alberto Mojica Patiño.
Periodista de Reportajes Multimedia: David Alejandro
López Bermúdez.
Editor Mesa Central: Jhon Torres.
Agradecimientos a la comunicadora Nizfisneys Gutiérrez, al escritor Javier Moscarella, al cineasta Fred Amado Jiménez de La Rosa y al señor Manuel Enrique Oliveros. Y gracias, sobre todo, a los sobrevivientes de la tragedia y a sus familiares por permitirnos contar sus historias.