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Viaje al drama de la marea de migrantes en Necoclí
Más de 10.000 cubanos, haitianos y africanos se encuentran varados en en ese municipio.
Entre los más de 10.000 migrantes que buscan llegar a Estados Unidos hay cientos de niños, e incluso hay bebés. Foto: Jáiver Nieto. EL TIEMPO
“¡Mamá! Mira, sonríe a la cámara; sonríe, mamá”, dice un niño, de unos 7 años, sentado en el Perla II, aparcado en el muelle de Necoclí.
Los lentes de los fotoperiodistas enfocan el barco y a sus 73 tripulantes, 17 de estos niños menores de 10 años, todos migrantes cubanos, haitianos y africanos. El niño sonríe como si fuera para un paseo mientras su madre trata de ocultar su rostro con las manos. Ya es tarde y hace calor. Los bebés lloran por el bochorno y el molesto salvavidas que por obligación deben portar, mientras los adultos reflejan el cansancio de 12 días de espera en este pueblo antioqueño a orillas del golfo de Urabá.
Sé que nos va a ir bien. Este no es el fin para nosotros, es un nuevo comienzo
Es mediodía del viernes y otra embarcación llega al muelle. Dos realidades muy diferentes quedan frente a frente: mientras el barco recién llegado descarga turistas sonrientes de su travesía por Capurganá, el Perla II lleva a los migrantes que llegarán a ese mismo destino para adentrarse en la selva del Darién, el punto más peligroso en su travesía para llegar a Estados Unidos.
Al menos para ellos y otras 800 personas ese día su larga espera terminó. Solo faltan unos 10.000 más por salir, más los que siguen llegando.
“Sé que nos va a ir bien. Este no es el fin para nosotros, es un nuevo comienzo”, dice un hombre mayor ubicado delante del niño y su madre. Todos son parte de un mismo grupo de cubanos que buscan una mejor vida.
Se escuchan algunos aplausos parcos y el Perla II enciende motores para salir del muelle dejando una estela blanca en el mar. ¿Cuántos de ellos llegarán sanos y salvos a su destino? La pregunta queda en el aire de los que los miran zarpar.
Travesía desde Brasil
A pocos metros de allí, ubicado en la zona donde salen los migrantes se encuentra Roger, un cubano que viaja con su esposa desde Brasil en un largo y accidentado trayecto.
Salieron de Cuba hace 2 años y se asentaron en la ciudad de Minas Gerais. Allí vivían felices, cuenta él con nostalgia. Confiesa que si fueran solo él y su esposa, seguirían en esta ciudad, habrían sacado un crédito para comprar su casa y luego otro para tener su carrito.
Pero no. En Cubatienen más familia: una hija, un hijo, sus padres y un hermano con problemas físicos. Todos aguantando penurias y con él como única esperanza de salir adelante.
“Donde estábamos, el salario no nos daba para ayudar a la familia. Necesito un lugar donde pueda conseguir dinero para ayudarlos, porque están aguantando hambre y necesidades. Eso fue lo que me dio fuerzas para tomar la decisión de llegar a Estados Unidos”, explica el hombre.
Esto que hago es para tener una nueva oportunidad para ellas. Son muchos años de esfuerzos para que nos quiten toda la plata a mitad de camino
Entonces, el pasado 8 de junio, con su esposa, decidieron iniciar la travesía migratoria.
Se fueron en carro hasta São Paulo, donde abordaron un avión hasta Boa Vista. De allí, un taxi hasta Pacaraima. Al día siguiente, se fueron en taxi hasta Santa Elena de Uairén (Venezuela), donde comenzó el calvario.
“En mitad de camino nos cogió la Policía, nos quitaron plata y nos dijeron que nos iban a dar un salvoconducto para dejarnos pasar, pero nada, nos dejaron tirados a mitad de camino”, cuenta el hombre.
Asustados y amilanados, se las ingeniaron para regresar a Pacaraima y luego a Boa Vista. Dos días después estaban en Manaos, donde se embarcaron en un viaje de 7 días en un buque de carga hasta Tabatinga, Leticia.
En este lugar consiguieron un vuelo hasta Bogotá y de allí viajaron en bus hasta Medellín por 200 dólares, y, nuevamente, en bus hasta llegar a Necoclí, pagando 100 más. Pasaron los días y no lograron salir de este municipio, haciendo que gastaran cada vez más dinero.
Desesperados como él, muchos buscaron la forma de salir de allí de manera ilegal. Todo con tal de no quedarse más tiempo y gastando más plata.
“Conseguimos a una persona que nos iba a buscar en una lancha para irnos por la noche, nos cobraba 150 dólares. Nos buscaron en un mototaxi y nos iban a llevar para el cementerio en grupos. Mi amigo había ido primero con mi esposa”, narra el hombre.
Eddy es un haitiano que está varado en Necoclí y solo podrá seguir su camino el 6 de agosto por falta de lanchas Foto:Jaiver Nieto. EL TIEMPO
Añade que cuando llegó con su grupo los metieron en un hueco en ese mismo
cementerio y los pusieron a esperar. Al no ver a su mujer ni a su amigo, Roger salió desesperado en su búsqueda, pero quien lo llevó lo convenció para que esperara, que él iba por ellos.
Pero el hombre se fue y nunca más volvió. “Me dejaron ahí toda la noche. Le habíamos adelantado 20 dólares cada uno. Al otro día, mi amigo llegó al cementerio a buscarme y tuvimos que devolvernos hasta el hotel. Me contó que cuando los fueron a montar en una lanchita pequeña donde iríamos 30 personas llegaron las autoridades y todo el mundo se desapareció”, explica el hombre.
Después de varios días de intentos –legales e ilegales- por fin logró conseguir un ticket para salir de Necoclí al día siguiente. En todo su trayecto se le han ido más de 4.000 dólares.
Pese a lo duro del viaje, sabe que no han llegado a la peor parte. “Es un tremendo riesgo al que vamos, hemos tenido que botar ropa para aprovisionarnos de lo importante para sobrevivir en la selva. El miedo que tenemos no es la selva, son los asaltos y las violaciones que puedan ocurrir. Han sido muchos los cubanos que han perdido la vida en esa zona”, asegura Roger.
La fortuna de este cubano para conseguir boleto de salida de Necoclí es un lujo que no todos tienen.
Mientras este hombre se devuelve para el hotel a esperar su viaje, en el muelle los migrantes siguen aglomerados rogando por salir lo más pronto posible.
‘Estamos desesperados’
La estadía de dos días a muchos se les ha convertido en dos semanas y su presupuesto, al igual que su paciencia, se agota con el pasar de las horas.
Es el caso de Eddy, un haitiano que lleva dos semanas en Necoclí y tan solo le dieron ticket para viajar el sábado 7 de agosto.
“Estamos pagando hasta $ 30.000 la estadía, incluso los niños. Somos 10 adultos y 14 niños. Son $ 420.000 diarios, nos dicen que es lo que paga una persona mensual. ¿Usted cree que eso es justo? Estamos aglomerados en el piso, unos encima de otros. No hay como lavar la ropa. Estamos desesperados y solo pedimos que nos dejen salir pronto”, cuenta el hombre con angustia.
Lleva más de dos meses en esta travesía. Eddy salió de Chile en junio pasado y con
tristeza cuenta que en Necoclí no ha sido el único lugar donde lo han estafado.
Es un tremendo riesgo, hemos tenido que botar ropa para aprovisionarnos de lo importante para sobrevivir en la selva. El miedo no es la selva, son los asaltos y las violaciones
Narra que en Ipiales los engañaron con 2.400 dólares y que quien los iba a transportar los dejó a medio camino para irse con su dinero.
Por eso dice no aguantar más y ha considerado hacer uso de las lanchas ilegales que salen en horas de la noche.
“¿Usted cree que yo como haitiano si tuviera dinero estuviera acá? ¡No!, ¡jamás! Estuviera con mi familia, con mis dos hijas –a las que llevo 5 años sin ver–. Esto que hago es para tener una nueva oportunidad para ellas. Son muchos años de esfuerzos para que nos quiten toda la plata a mitad de camino”, dice exasperado.
En la misma situación está Francisco, también haitiano y también proveniente de Chile. Tiene salida para el 10 de agosto, pero se la pasa en el muelle esperando que le agilicen el viaje, pues no le queda dinero para esperar tanto tiempo.
Después de 4 años de vivir en Chile, el pasado 14 de junio decidió salir de este país rumbo a Estados Unidos con un grupo de amigos y familiares, entre ellos su pequeña hija de 4 años.
De Chile, el grupo viajó en bus hasta Bolivia y de allí, en otro, hasta Pasto. Una vez en Colombia, otro bus los llevó derecho hasta Necoclí en un viaje de casi 24 horas que les costó 200 dólares por persona.
Ahí comenzaron los abusos. “Antes de llegar a Necoclí tuvimos que dar 30 dólares por cabeza a la Policía, que nos decían que si éramos migrantes, debíamos tener plata para darles y así poder pasar”, asegura el hombre.
Por meses ahorró 1.200 dólares para costearse su travesía hasta Estados Unidos. Actualmente solo tiene 80, insuficientes para aguantar hasta la fecha de salida de Necoclí. Ese dinero es vital para la alimentación diaria y conseguir provisiones para su viaje en la selva. Por ello clama una solución a corto plazo, pues los únicos que se están beneficiando con esta crisis son los dueños de hoteles y casas.
Crisis migratoria en Necoclí, Antioquia. Foto:Jaiver Nieto. EL TIEMPO
“Esto es una injusticia, incluso algunos colombianos están comprando los tiquetes a 50 dólares para luego revenderlos a 100 o 120 dólares. Eso no está bien, en el fondo todos somos seres humanos”, dice el hombre.
No parece haber una solución a corto plazo. La empresa Caribe SAS ya vendió 9.400 tiquetes con fecha hasta el 10 de agosto, agotando así su capacidad. A pesar de lo anterior, cada día siguen llegando más migrantes, convirtiendo este problema en una bola de nieve cada vez más grave.
Andrés Felipe Vargas, gerente de Caribe SAS, confiesa que la empresa no estaba preparada para este auge de personas. Cuenta que pasaron de movilizar entre 100 y 200 pasajeros semanales en 11 embarcaciones a 3.500 con los mismos botes.
Una de las propuestas es recibir ayuda de tres empresas de transporte marítimo de Turbo para aumentar así la salida de personas de 850 a 1.600 por día. Sin embargo, estas empresas piden garantías para no ser sancionadas por prestar este servicio.
Vargas deja en claro que las imágenes que se viralizaron en redes sociales esta semana sobre la aglomeración de personas fue una situación de un solo día y que el resto de días ha visto una mejor organización por parte de esta población.
El hombre explica que lo que la empresa hace a la hora de vender tiquetes es registrar los datos de ese pasaporte y los sube a la página de Migración Sire (Sistema de Información para el Reporte de Extranjeros), donde se les da una salida voluntaria del país.
“Estamos preocupados por la reventa de tiquetes, por lo que la empresa determinó que al migrante solo se le devuelve el pasaporte cuando se le entregue el tiquete el día del viaje, para evitar que con ese mismo pasaporte puedan comprar otros tiquetes. Como era tanta la población para atender, se les recibió el pasaporte con el dinero y se les marcó el pasaporte por el grupo que lo traía y se les entregó una manilla con una numeración. Ya se les dijo qué día se les entregaba el tiquete. Al entregar el tiquete, ya se les devuelve el pasaporte”, asevera Vargas.
Hay personas provenientes de Haití, Asia y África, quienes hace días llegaron al municipio antioqueño, que es un paso obligado en su camino, pero no han podido salir porque no hay lanchas que los lleven a su destino. Foto:Jaiver Nieto/ ETCE
Esta crisis migratoria no parece tener definida la solución para agilizar el traslado de los extranjeros. Mientras las autoridades y entidades del Estado siguen en diagnósticos, mesas de trabajo y solicitud de permisos, la exasperación es cada vez más latente en quienes siguen varados y el problema crece con la llegada, día a día, de más y más personas en búsqueda del sueño americano.
Y sin una solución visible, a lo largo de la vía para llegar al muelle se seguirán viendo los improvisados negocios ambulantes con los cuales los comerciantes se están haciendo, literalmente, su agosto.
En estos se venden los elementos vitales para el trayecto por la selva: carpas, machetes, fogones portátiles, ropa, pilas, colchonetas de espuma, linternas, ollas y hasta un repelente de serpientes.
También pululan kioscos improvisados en los que, de manera informal, cambian dólares por pesos colombianos (los compran en promedio a $ 3.600), con lo que, a diferencia de lo dicho por el alcalde Jorge Tobón, fue imposible encontrar la famosa “empanada a un dólar”.
En Necoclí preocupa el colapso de los servicios públicos
Tanto Policía Urabá como la alcaldía de Necoclí tienen claro que el fenómeno migratorio no es nuevo en el municipio, pero concuerdan en que jamás se había visto en esta magnitud.
¿Por qué se dio? El comandante encargado de Policía Urabá, coronel Andrés Rodríguez, explicó que ante el anuncio hecho en mayo del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de otorgar un permiso temporal de protección a los migrantes hasta por 18 meses, coincidió con el incremento en la llegada de migrantes.
“Confluyeron muchas situaciones, este programa del gobierno estadounidense, que se sumó al represamiento de personas en otras zonas por el cierre de fronteras por la pandemia y a la situación política, social y económica de algunos países de Suramérica. Entonces, todo lo que estuvo cerrado el año pasado comenzó a visualizarse en estos momentos”, opinó el coronel Rodríguez.
Tenemos un sistema de aguas construido hace muchos años, con la sobrepoblación se está afectando. Algunos barrios ya se están quedando sin agua
Referente al pie de fuerza ante la ola de personas, la Policía ha dispuesto un refuerzo de 20 uniformados para apoyar a los 15 que hay en el municipio en labores de acompañamiento, vigilancia y control.
“Estamos haciendo las gestiones para traer a otros 30 efectivos para los próximos días”, agregó el oficial.
Sobre las denuncias por presuntos cobros por parte de la Policía a esta población para dejarla transitar, el coronel indicó que en efecto han escuchado sobre estas irregularidades.
“Estamos iniciando con nuestros funcionarios las investigaciones necesarias para recolectar evidencia y enfrentar estos hechos que afectan a la institución y actuar en consecuencia”, aseguró el uniformado.
El comandante encargado comentó, además, que no se tiene registro o denuncia sobre delitos de esta o hacia esta población migrante.
Sin embargo, se estarían presentando algunos tipos de abusos por parte de los locales, pero las autoridades no tienen información concreta sobre estas denuncias.
Yamilis Tapias Oyola, alcaldesa encargada de Necoclí, indicó que si bien algunos representantes han hablado de abusos en los precios de los productos y el hospedaje, puntualmente no le ha llegado ninguna denuncia formal al respecto.
Hay personas provenientes de Haití, Asia y África, quienes hace días llegaron al municipio antioqueño, que es un paso obligado en su camino, pero no han podido salir porque no hay lanchas que los lleven a su destino. Foto:Jaiver Nieto/ ETCE
Lo que más le preocupa a la alcaldía es que mientras las personas que lleguen sigan superando el número de las que salen, Necoclí pueda entrar en una crisis de desabastecimiento de alimentos y servicios colapsados.
“Tenemos 70.000 habitantes en Necoclí, de los cuales unos 20.000 viven en la cabecera municipal. Con la llegada de esta población, ya son más de 30.000 personas las que están en el municipio, lo que estáncolapsando todos los servicios. Nosotros tenemos un sistema de aguas que fue construido hace muchos años, cuando éramos menos habitantes, que con una sobrepoblación se está afectando mucho. Ya hay algunos barrios que se están quedando sin agua y otros donde la que sale es muy poca”, dijo Tapias.
Asimismo, expresó que ya hay algunos productos de la canasta familiar que están comenzando a escasear.
Sobre el riesgo por un brote de covid, aseguró que aunque han entregado tapabocas y realizado jornadas de sensibilización, “muchas de estas personas tienen otra cultura y otras costumbres, entonces se ponen el tapabocas por un rato y luego ya lo dejan de usar”.
Por eso se están entregando algunos elementos de bioseguridad, principalmente tapabocas, para así prevenir que haya un brote.
Mientras tanto, las calles de Necoclí parecen cada vez más una especie de ‘torre de babel’, donde en cada cuadra se escucha un idioma diferente que piden la misma cosa: poder salir del municipio.